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Estados Unidos y China compiten por el control de las redes submarinas de fibra óptica

Más de 1,3 millones de kilómetros de cables recorren los lechos de mares y océanos. Una red vital para las comunicaciones, el comercio, las finanzas y la seguridad. La perspectiva de daños intencionados se ha incrementado en el marco de la guerra en Ucrania
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03 de octubre de 2022 a las 05:03

Los sabotajes a los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que recorren el lecho submarino del Mar Báltico y las acusaciones cruzadas entre Moscú y Washington pusieron de relieve las implicancias que en materia de seguridad tienen una amplia gama de infraestructuras críticas, entre ellas el laberinto de 475 cables y más de 1,3 millones de kilómetros de fibra óptica anclados en el fondo del mar. Un sistema que transporta alrededor del 95% de las comunicaciones telefónicas y de Internet en todo el mundo, moviendo cantidades ingentes de datos cada segundo, desde transacciones financieras hasta las órdenes militares.

Si bien el transporte marítimo y la pesca suelen causan la mayor parte de los daños a los cables, además de los acontecimientos naturales -como terremotos, ciclones e incluso las mordeduras de tiburones -, la perspectiva de daños intencionados se ha incrementado según los especialistas en el marco de la guerra en Ucrania y las crecientes tensiones geopolíticas que se registran a nivel global.

Para Pierre Morcos, especialista del Programa Europa, Rusia y Eurasia del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), con sede en Washington, “las dos preocupaciones principales son que los cables puedan ser destruidos o intervenidos, ya sea por un actor no estatal, como en algunos incidentes aislados recientes de piratería, o más probablemente por un adversario estatal”.

La lectura señalan que son varios los objetivos que podrían conseguirse averiando los cables, “como cortar las comunicaciones militares o gubernamentales en las primeras fases de un conflicto, eliminar el acceso a Internet de una población objetivo, sabotear a un competidor económico, o incluso causar una perturbación económica con fines geopolíticos”, según especula en un artículo publicado en el sitio web del CSIS titulado “Invisible y Vital: Los cables submarinos y la seguridad transatlántica”.

Sin embargo, el daño físico a la infraestructura no es el único riesgo. Según los expertos, los gobiernos, las empresas o incluso organizaciones delictivas podrían manipular los cables de formas más insidiosas. Una de ellas consiste en la exfiltración de datos a través de puertas traseras insertadas durante el proceso de fabricación, el robo de datos de las instalaciones en tierra que se conectan a los cables submarinos o incluso la recolección de datos en profundidad, según Amanda Watson, investigadora de la Universidad Nacional de Australia.

Watson, que ha estudiado la industria de las telecomunicaciones y cartografiado el despliegue de cables en la región de las islas del Pacífico durante más de una década, advierte que “la seguridad y la resistencia de los cables submarinos y de los datos y servicios que se mueven a través de ellos son un elemento a menudo poco estudiado y subestimado por la geopolítica moderna de Internet”, según un informe que presentó en septiembre de 2021 al Atlantic Council, el think tank estadounidense en el campo de los asuntos internacionales fundado en 1961 para promover el atlantismo.

Desde la óptica la OTAN y sus aliados se trata de un tema central. Una batalla silenciosa que libran en especial contra Beijing y la compañía china HMN Technologies, la mayor proveedora de cables submarinos del mundo, que en conjunto con otras compañías estatales del mismo origen -como China Mobile, China Telecom y China Unicom- son propietarias de una extensa red submarina.

Según los especialistas, en la medida en que la red se ha extendido y aumentado el volumen del tráfico de datos, las empresas que gestionan los cables han introducido un nuevo riesgo al centralizar el control de los componentes del sistema. “Cuando estas herramientas de gestión de cables se conectan a la Internet global, exponen a los cables submarinos a nuevos riesgos de piratería informática, tanto para controlar el tráfico de los cables como para interrumpirlo por completo”, afirma Justin Sherman, miembro de la Cyber Statecraft Initiative del CSIS.

El sector, controlado por una mezcla de actores de los sectores privado y estatal, se ha convertido en uno de los últimos ámbitos de competencia de poder entre Washington y Beijing, especialmente en la región del Indo-Pacífico. El gigante chino Huawei es una de las principales preocupaciones de Estados Unidos. En junio de 2020, el Departamento de Comercio la incluyó en un listado de empresas sancionadas y un mes más tarde sumó a todas sus filiales, incluida Huawei Marine, la antecesora de HMN Technologies.

Huawei Marine, fundada en 2008 como filial de Huawei, construyó o reparó más de 90 cables submarinos en todo el mundo antes de ser vendida a Hengtong Optic-Electric, con sede en Shanghái, en 2019. Con una cuota de mercado de aproximadamente el 10%, se ha convertido en el cuarto mayor proveedor de cables submarinos después de la francesa Alcatel Submarine Networks, la estadounidense SubCom y la japonesa NEC.

Se trata de un negocio en el que vienen ganando espacio los proveedores de contenidos como Amazon, Facebook, Google y Microsoft, que están ampliando su presencia y poseen o alquilan al menos la mitad del ancho de banda submarino mundial. Facebook y Google, por ejemplo, revelaron en 2021 que planean tender dos cables para conectar Estados Unidos con Indonesia y Singapur, lo que aumentaría la capacidad de transferencia de datos entre Norteamérica y el Sudeste Asiático en un 70%, según informó Reuters.

Para los expertos, el avance de los gigantes tecnológicos llegó para complicar todavía más la cuestión de la seguridad. Las asociaciones o acuerdos con las ya poderosas empresas tecnológicas podrían conceder a los gobiernos acceso a la información que circula por sus cables y, a la inversa, los proveedores de contenidos podrían restringir el acceso a la información para ganar ventaja sobre los gobiernos. La razón: en la actualidad, las leyes que rigen los cables submarinos y su propiedad no están totalmente desarrolladas.

En la actualidad, la región de las islas del Pacífico es uno de los epicentros de la competencia. En 2007, sólo cuatro naciones y territorios estaban conectados por cables submarinos. Hoy, casi todos los países de la región ya están preparadas para conectarse, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones de la ONU. Los Estados Federados de Micronesia, por ejemplo, anunciaron en septiembre del año pasado que confiarían en la financiación estadounidense para construir un cable entre Kosrae y Pohnpei.

La noticia se conoció luego que las autoridades de la federación rechazaran una oferta liderada por China por motivos de seguridad, según informó la agencia Reuters, y que Estados Unidos bloqueara en el Banco Mundial un crédito para la concreción del proyecto original ofrecido por HMN Technologies. Algo similar ocurrió en 2017, cuando Australia bloqueó un plan de Huawei Marine para conectar Sídney con las Islas Salomón mediante un cable de 4.000 kilómetros. Finalmente, Canberra financió la construcción del cable, conocido como Sistema de Cable del Mar de Coral y que conecta Port Moresby en Papúa Nueva Guinea y Honiara en las Islas Salomón con Sídney.

Según los analistas, situaciones similares se han registrado en otras partes del mundo en el marco de la iniciativa de la ruta de la seda digital que impulsa Beijing y que implica el tendido de cables y enlaces terrestres y satelitales. Es el caso del cable Asia-África-Europa, financiado por el Banco de Construcción de China para conectar Hong Kong, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia y Singapur, y después con Myanmar, India, Pakistán, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Yemen, Yibuti, Arabia Saudí, Egipto, Grecia, Italia y Francia.

Varias de las estaciones de aterrizaje del cable están situadas en lugares donde China también ha invertido en infraestructura que, según Washington, Beijing pretende militarizar, como en Yibuti, donde abrió una base naval en 2017. “En Pakistán, la red de cable aterrizará en Gwadar, un puerto que China está desarrollando como parte de la nueva ruta de la seda y en donde los funcionarios estadounidenses creen que Bejing quiere abrir una instalación naval, algo que China ha negado.

Otra zona caliente es el Mar de la China. Beijing ha incrementado su presencia mediante la construcción y militarización de islas artificiales, e intensificado el tendido de cables para ampliar sus redes 5G y aumentar su control sobre los datos que fluyen hacia los países del sudeste asiático. Un ejemplo del despliegue chino es el caso de las islas Paracel, reclamadas por Taiwán y Vietnam. En 2017, China Telecom tendió cables en las islas Spratly, un año después de conectar con buques de su marina de guerra la ciudad y la base militar de la isla Woody con la isla china de Hainan.

Mientras tanto, la instalación de cables con fines comerciales para conectar el sudeste asiático con Estados Unidos, como la red de cables ligeros del Pacífico financiada por Facebook y Alphabet -la matriz de Google- se han retrasado. Según Washington, por razones de seguridad. La línea habría unido Filipinas, Taiwán y Estados Unidos con Hong Kong. Las autoridades estadounidenses temen que pueda proporcionar datos globales sensibles a China. Otro proyecto de Facebook, en este caso para conectar California con Hong Kong, también se desechó en 2021 por la misma razón.

La dinámica del mercado puede complicar todavía más los problemas de seguridad. Según los expertos, las tecnológicas siguen y seguirán buscando sumar usuarios en el sudeste asiático. “Los cables van de la mano con el crecimiento exponencial de los servicios de computación en la nube”, explica Claude Achcar, socio gerente de Actel Consulting. “Lo más inteligente para los países es no elegir un bando. A países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático les conviene acoger a las empresas tecnológicas tanto de China como de Estados Unidos”, afirma Achcar.

Otros analistas afirman que las ventajas de un mayor acceso a la Internet de banda ancha y el rápido flujo de información deben sopesarse cuidadosamente frente a las preocupaciones de seguridad a largo plazo. “Es realmente lamentable ver cómo esas geopolíticas descienden hasta las capas físicas de Internet”, declaró a Bloomberg en marzo de 2021 Emily Taylor, analista de ciberpolítica y becaria de seguridad en Chatham House. “Lo que todos vamos a tener que asumir cómo tratamos de mantener el mayor número de puertas abiertas sin exponernos a las amenazas a la seguridad nacional”, se preguntó la analista.

En lo inmediato, la guerra en Ucrania, los sabotajes a los gasoductos Nord Stream 1 y 2, sumados a las crecientes tensiones comerciales y políticas, ponen de relieve las preocupaciones de las grandes potencias por las amenazas a la ciberseguridad. Hoy, el mundo depende de los cables submarinos, que permitieron sustituir con un menor costo y mayor confiabilidad a los satélites de comunicaciones.

Por caso, la red submarina de comunicaciones es la única infraestructura capaz de ofrecer a los operadores bursátiles la rapidez necesaria para unir dos plazas, como el cable Hibernia Express, el trading de alta frecuencia entre las bolsas de Londres y de Nueva York. En total, se estima que por los cables submarinos tenidos a profundidades que en algunos casos llegan hasta los 8.000 metros circulan operaciones por unos US$ 10 billones por día, la mitad del PIB de Estados Unidos.

Con información de Revista Forum, The Wall Street Journal y las agencias de noticias Reuters y Bloomberg y AFP.

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