Opinión > Cianobacterias

Estoy verde

Los sucesos que han tenido como protagonista a las cianobacterias deberían ser atendidos ahora y no cuando sea demasiado tarde
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14 de febrero de 2019 a las 05:04

Es curioso que dos precandidatos a la Presidencia de la República por el Frente Amplio, Presidencia de la República y el ministro de Transporte y Obras Publicas se encuentren enfrascados en una discusión a futuro sobre la Estación Central de AFE –en estado ruinoso desde hace décadas– y no tengan nada que decir sobre el drama del agua plagada con cianobacterias muy perjudiciales para la salud.

Ver junto a las casetas de salvavidas en playas de la costa la bandera roja con cruz verde y constatar el verdor casi fosforescente de las aguas es más propio de un relato apocalíptico o de un pintor lisérgico que de la realidad. 

Pero es lo que sucede este verano tan curioso que se vive en el pequeño país de las suaves ondulaciones. Desde San José a la playa Mansa de Punta del Este, las orillas de los balnearios estuvieron contaminadas por estas bacterias sumamente agresivas. Muchas personas han sido infectadas.

Los uruguayos que no conocen la realidad del interior del país se dieron cuenta este año de que Uruguay tiene varios de sus cauces con agua contaminada con bacterias que fotosintetizan y se reproducen a gran ritmo infectando todo a su paso. 

Es lo que está sucediendo en este verano. La acumulación de estas algas verdes genera toxinas muy peligrosas para la salud del ser humano y su aglomeración mata la fauna y la flora debajo del agua, por impedir el paso de la luz del sol. Ver un cauce verde es sinónimo de que esa corriente de agua se está muriendo o directamente se pudrió.

El Uruguay natural está jaqueado casi sin salida con este problema de las cianobacterias. Tuvieron que llegar a Punta del Este, afectar al turismo y llamar la atención de la televisión para que se empiece a hablar en serio del tema. No obstante, ni el gobierno ni nadie de la oposición han levantado la voz ni solicitado los informes pertinentes para que alguien se sienta aludido y adopte las medidas para impedir que siga sucediendo.

Para sus causas se habla de una de las consecuencias del calentamiento global; de un exceso de fósforo y nitrógeno que propicia su reproducción maltusiana, otros dicen que la contaminación de ríos y arroyos es consecuencia directa del mal uso de agroquímicos, fertilizantes y plaguicidas.

Salvo la voz de alerta planteada por el ingeniero Eduardo Blasina en este mismo diario el sábado, el silencio ocupa las explicaciones oficiales y las alternativas para enfrentar este problema brillan por su ausencia. Las cianobacterias cuestionan todo el sistema de manejo de los residuos urbanos y la forma de producción agrícola. 

Su irrupción toma por sorpresa a la opinión pública, y marca una vez más la dicotomía entre campo y ciudad. En ríos y lagunas del litoral son frecuentes estas floraciones. Ahora el tema es nacional y revela la carencia de políticas serias y racionales de usos del agua.
Por desidia, desconocimiento, ignorancia o sencillamente por creer que se trata de un bien infinito, son contadas excepciones las de quienes han puesto el grito en el cielo por un tema tan importante como el agua. Ahora sí que no se puede mirar más para el costado. Ojalá no sea demasiado tarde. 

 

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