El papa Francisco condenó este domingo, en el tradicional bendición Urbi et Orbi luego de la Misa de Pascua, los numerosos "escollos" que obstaculizan la paz en el mundo, incluido la nueva espiral de violencia en Medio Oriente.
Ante unos 100.000 fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano, el papa expresó su "profunda preocupación" por la nueva oleada de tensiones en Oriente Medio que “amenazan el deseado clima de confianza y respeto recíproco, necesario para retomar el diálogo entre israelíes y palestinos", declaró el pontífice.
El pedido del pontífice se dio luego que la policía israelí irrumpiera el miércoles en una mezquita para desalojar violentamente a los fieles musulmanes e iniciara una nueva espiral de violencia en la región, por la que ayer se registraron ataques en Tel Aviv y Cisjordania que dejaron al menos tres muertos y seis heridos.
Durante su bendición, Francisco también se refirió a la guerra entre Rusia y Ucrania, ocasión en la que pidió “terminar con las guerras abiertas en todo el mundo”, instó a ayudar “al amado pueblo ucraniano en el camino hacia la paz" y que se infunda "la luz pascual sobre el pueblo ruso".
Luego de dirigir el sábado por la noche la misa de la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro de Roma durante dos horas y media en presencia de unas 8.000 personas, Francisco se refirió a una veintena de países, entre ellos Siria y Turquía, que en febrero sufrieron devastadores sismos que causaron más de 56.000 muertos.
En el plano latinoamericano, el Papa posó sus deseos sobre Haití, "que está sufriendo desde hace varios años una grave crisis sociopolítica y humanitaria" y pidió "que se sostenga "el esfuerzo de los actores políticos y de la comunidad internacional en la búsqueda de una solución definitiva a los numerosos problemas que afligen a esa población tan atribulada".
En su mensaje, el Papa recordó además a las comunidades cristianas perseguidas en distintos países, entre ellos Nicaragua, en donde el Gobierno prohibió las procesiones por Semana Santa y Pascua en medio de un fuerte enfrentamiento con el Vaticano.
"Sostiene, Señor, a las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares, como en Nicaragua y en Eritrea, y acuérdate de todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente su fe", precisó Francisco.
Tras recordar las situaciones de conflictos que atraviesan países como Líbano, Túnez, República Democrática del Congo o Eritrea, el Papa incluyó además en su pedido de bienestar "a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud".
Francisco celebró la Misa de Pascua pese a que continúa con la recuperación de la bronquitis por la que estuvo internado tres días la semana pasada y que este viernes lo obligó a cancelar su ida al Via Crucis del coliseo romano.
"Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca", animó el pontífice. "Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza", agregó.
Francisco aprovechó para instar a "los responsables de las naciones” a que “ningún hombre o mujer sea discriminado y pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales, se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica".
"A veces simplemente hemos experimentado la fatiga de llevar adelante la cotidianidad, cansados de exponernos en primera persona frente a la indiferencia de un mundo donde parece que siempre prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte", planteó el pontífice durante la celebración en la Basílica de San Pedro.
En su homilía, el Papa enumeró cómo, "otras veces, nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, ante los conflictos que dañan las relaciones, ante las lógicas del cálculo y de la indiferencia que parecen gobernar la sociedad, ante el cáncer de la corrupción, ante la propagación de la injusticia, ante los vientos gélidos de la guerra".