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Hospital Español: cómo funciona por dentro el centro público de combate al coronavirus
Antes de llegar siquiera a la escalera de acceso del Hospital Español hay un cartel que llama la atención con letras grandes. Es el encargado de señalarle al paciente que si viene a consultar por síntomas respiratorios debe entrar por una rampa especial, por la derecha.
Hace cuestión de semanas, por la escalera de la entrada, subían pacientes de todo tipo a revisar su estado de salud. Ahora, hay una pequeña fila de personas que van a recoger medicamentos y que deben esperar afuera. Adentro todas las energías se vuelcan solamente en combatir la enfermedad que nació en China y cruzó el planisferio.
Una mezcla de incertidumbre y temor llegó al Hospital Español el 19 de marzo cuando el gobierno decidió que sea ese centro de salud el que albergue a todos los infectados por coronavirus provenientes de los prestadores públicos de Montevideo. Desde ese momento todo cambió en la esquina de Garibaldi y Rocha.
“Y si nos contagiamos, ¿qué va a pasar?”, “¿Y nuestros hijos, nuestras familias?”, les preguntaban algunas de las trabajadoras del Hospital Español a Sara González, la jefa del departamento de Enfermería del centro de salud. El temor por contraer la pandemia que paralizó el mundo entero también se encuentra entre los enfermeros que día a día ocupan la primera línea de batalla y que, a pesar de tener la protección necesaria, pasan sus horas laborales rodeados del virus del que todos hablan.
En el centro de salud ahora especializado para atender pacientes con la infección está todo debidamente estipulado. Están los trayectos marcados para ordenar la circulación y evitar la propagación del virus. El desvío especial para los enfermos sospechosos hace que la entrada principal del personal de salud esté libre de gérmenes.
Los trabajadores del hospital también deben seguir un estricto protocolo. Al llegar al hall central colocan su huella en un aparato (para marcar el comienzo y fin de su horario laboral) parados sobre una alfombra embebida de hipoclorito. Antes y después de pasar su dedo sobre la máquina se colocan alcohol en gel.
“Hay mucho miedo en todo el personal. Estamos viendo la forma de poder conectarnos con la Facultad de Psicología para hacer algún abordaje hacia el personal para manejar estos momentos de un estrés muy alto”, cuenta en diálogo con El Observador el director del centro, Alberto Barrios.
Los funcionarios siguen su camino por la izquierda del edificio con diferentes paradas. Primero levantan un kit descartable de protección (que incluye una camiseta, un pantalón, una sobretúnica, una gorra, unos zapatos y un tapaboca) y luego se cambian en los vestuarios, hasta llegar al final del pasillo “permitido”, para comenzar a caminar sobre el sector más peligroso del hospital. En esa intersección de caminos hay una mampara que lo señala claramente: “Pare. Área de circulación restringida”.
Desde ahí hacia atrás, están las salas que alojan a los protagonistas de la emergencia sanitaria. Hasta este viernes, en el Hospital Español se encontraban dos personas mayores de 60 años en cuidados moderados. Se trata de adultos que no tienen antecedentes cercanos de viaje al exterior ni contacto con casos confirmados. Los médicos entienden que contrajeron el virus por la circulación del virus en la comunidad. A su vez, en otras salas apartadas se encontraban seis sospechosos de coronavirus, por quienes se aguardaba conocer el resultado de los test de diagnóstico.
Humanidad
Tanto los dos pacientes confirmados como los seis en estudio han pasado sus últimas horas de esta semana aislados del mundo exterior. No pueden ver a sus familias y los encargados de cuidarlos, cuando se le acercan, entran vestidos como si estuvieran pisando terreno nuclear: aparecen con unos mamelucos blancos, con máscaras de plástico que les cubre toda la cara y hasta con cascos para evitar que el virus que tienen estos enfermos se siga propagando por la sociedad.
Pero en medio de esa frialdad del protocolo, desde el hospital buscan que predomine la calidez humana.
“No es solamente entrar, hacer las intervenciones de enfermería e irte. Sino que también tenemos que tener ese diálogo a través de la distancia, de que escuchen una voz en una guardia, dos o tres veces, simplemente para que sepan que se está afuera, que se los está cuidando y que uno no los pierde de vista”, cuenta González, parada sobre el límite del pasillo restringido.
Solidaridad
Pero más allá de la vida diaria del hospital, la designación del Español como centro covid-19 despertó la generosidad en muchas personas de la zona.
“Mucha gente se nos ha acercado con la intención de ayudar y donarle cosas al hospital”, cuenta Barrios agradecido desde su oficina.
“Hay una empresa que hace cartelería y vio en las grabaciones de la tele en el hospital algunos carteles que nosotros hicimos con mucho sacrificio y dijo: ‘Quiero donarles trescientos carteles para el hospital y saquen los que tengan’”, agrega el doctor desde una planta alta en el hospital.
El propio presidente de ASSE, Leonardo Cipriani, también contó a El Observador que la Fundación Mapfre decidió donar un tomógrafo nuevo de 32 líneas al hospital. Este aparato permite analizar en qué estado se encuentran los pulmones ante el desarrollo de la enfermedad.
Cecilia Rovira, la adjunta de la dirección encargada del departamento de Enfermería, termina de escuchar hablar a González, la jefa de Enfermería, y lanza con firmeza una frase que lo resume todo: “Es el desafío que se nos ha encomendado”. Y enseguida agrega con aire patriota: “Sabremos cumplir”.
