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Identidad confusa y heterogeneidad palidecen a los Chalecos Amarillos

Este movimiento antiglobalización logró frenar algunas reformas de Emmanuel Macron pero se ha ido desgastando en el camino
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28 de septiembre de 2019 a las 05:00

Macron, renuncia!”, se llegó a leer en el Arco de Triunfo de París. Pocos minutos después los servicios de limpieza del Estado borraron la frase, pero no la disconformidad de miles de ciudadanos franceses que reproducen ese mensaje en grafitis, pancartas, redes sociales y donde fuera, sobre todo durante manifestaciones masivas de gran impacto que aún se mantienen. 

Las protestas son convocadas por los Chalecos Amarillos, movimiento que cumple un año de formado en este mes de octubre e hizo su aparición con una primera protesta el 17 de noviembre de 2018. 

En este aniversario, cabe preguntarse ¿cuál es la situación actual del movimiento?, ¿cuánta fuerza ha mantenido o perdido?, ¿hasta qué punto el gobierno escucha las reivindicaciones?, ¿qué pasará de ahora en más?

Lo cierto es que hoy en día las manifestaciones continúan en pie, aunque las convocatorias tienen menos poder que tiempo atrás. “Los Chalecos Amarillos son un movimiento de base auto-organizado, que depende mucho de movilizaciones espontáneas que, con el paso de tiempo, se van desgastando por la vía de los hechos, como la mayoría de este tipo de movimientos”, dijo a El Observador el analista Nicolás Pose, magíster en Economía Política Internacional, docente e investigador de la Universidad de la República (Udelar).

El profesor se refiere a que los Chalecos Amarillos son un movimiento de carácter no estructurado ni centralizado, que no ha llegado a articular un proyecto político alternativo. 

“La baja en la convocatoria se debe principalmente al incremento de la violencia en las manifestaciones, en contrataste con las primeras apariciones públicas. Los muertos y heridos y el caos en las calles han llevado a que ciertos sectores de la ciudadanía decidan alejarse, o al menos no participar tan activamente en las protestas este año”, agregó.

Aun así, el movimiento ha tenido la fuerza para poner en la agenda pública algunas cuestiones relevantes en términos de justicia social y llegó a bloquear varias reformas políticas que plantea el gobierno del presidente Emmanuel Macron.
Identidad endeble

La falta de una identidad claramente definida de los Chalecos Amarillos se debe a la gran cantidad de reivindicaciones que abarca y a los grupos muy heterogéneos que se han ido agregando, cuyos intereses y reclamos no siempre coinciden. 

Por ejemplo, el pasado 23 de setiembre hubo una protesta de los Chalecos Amarillos en París, a la que se sumaron los ecologistas y sindicalistas, además de los black block, un grupo agitador que provoca altercados durante las manifestaciones. 

La coincidencia de estos distintos grupos no solo desdibuja la identidad del movimiento de los Chalecos Amarillos, sino que en esa oportunidad provocó un verdadero caos y enfrentamiento con las fuerzas policiales.

El disparador de las protestas en 2018 fue la subida del precio del combustible y los altos impuestos que afectan a las clases media y baja de la sociedad francesa. A esto se le agregó el reclamo de mejora de los salarios, del restablecimiento del impuesto sobre la fortuna, el rechazo de la reforma de las jubilaciones propuesta por el gobierno, el pedido de destitución del presidente Macron, la redistribución de la carga tributaria, la exigencia de contar con más instancias de participación de democracia directa, la organización de un referendo de iniciativa ciudadana y hasta protestas a favor del medioambiente y en contra del calentamiento global.

“Se trata de un movimiento anticapitalista y antiglobalización, pero es difícil caracterizarlo bajo una etiqueta porque conviven en él distintas plataformas y reclamos. En lo que sí hay coincidencia es en la presión para frenar la agenda económica de corte liberal de Macron y en la búsqueda de medidas para la construcción del estado de bienestar. Los cuestionamientos versan sobre quién paga los servicios públicos, y qué tipo de servicios públicos el Estado y las empresas deben proveer”, resumió Pose.

Rápidamente el movimiento se extendió, en menor medida, a otros países vecinos de Francia: principalmente Bélgica, Países Bajos, Alemania, Italia y España.

Tire y afloje

El gobierno de Francia ha intentado mantenerse firme con su agenda político-económica, pero ante la presión de la opinión pública ha tenido que revisarla y replantearla más de una vez. También tuvo que definir nuevas medidas a favor de la calidad de vida de los ciudadanos con el fin de mitigar la crisis. 

Sin embargo, Macron ha manifestado que no cree que la revuelta de los Chalecos Amarillos estallase porque sus políticas sean erróneas. A su entender, las leyes son adecuadas, pero su efectividad se diluye en la burocracia y no llegan a los franceses, o llegan tarde y mal. 

“Las medidas no han sido lo suficientemente rápidas, humanas, radicales, pero creo profundamente que han sido justas”, declaró el mandatario francés.

Los Chalecos Amarillos lograron que el gobierno decretase un aumento del salario mínimo, reincorporase la exención de impuestos de las horas extras, redujera el impuesto sobre la renta y anunciara la suspensión del alza de los impuestos al combustible, entre otras medidas.

 Macron se opone fuertemente a otras demandas, como el restablecimiento del Impuesto de Solidaridad a la Fortuna (ISF), una de las principales reivindicaciones de los Chalecos Amarillos. El reclamo por el desarrollo de la participación de democracia directa también ha tenido menor calado. “No creo en la República del referéndum permanente”, señaló. 

Hay que aclarar que en comparación con la población mundial, la mayoría de los franceses se encuentran en un percentil socioeconómico alto, pero dentro de la realidad nacional existe estancamiento de los salarios, aumento de desigualdad social y políticas de austeridad que han despertado la ira de la ciudadanía. 

Ese deterioro en la calidad de vida ocurre de manera especial a partir de la crisis del año 2008, cuando las bolsas y el mercado de valores internacionales se derrumbaron por la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos. 

A partir de allí, el empeoramiento relativo de las condiciones de vida materiales de la población no ha sido superado por muchos sectores, en especial los afectados por el aumento de las contribuciones de la seguridad social y los gravámenes sobre los ingresos de capital en Francia.

Distintos y parecidos

Los Chalecos Amarillos no representan un fenómeno aislado. En los últimos años han surgido otros movimientos sociales que expresan su malestar, como los que están a favor del brexit y los que han elegido a Donald Trump como presidente de Estados Unidos.

Gran parte de la ciudadanía de Gran Bretaña percibe a la permanencia en la Unión Europea como una continuación del statu quo del sistema y de las políticas preferidas por los sectores ganadores de la globalización, de ahí que están a favor del brexit. 

En cuanto a la elección de Trump como presidente, esta ocurrió porque determinados segmentos de la clase trabajadora y la clase media vieron disminuir sus ingresos y encontraron en el entonces candidato republicano una forma de protestar contra el establishment político.

 “Si bien el brexit, los movimientos pro-Trump y los Chalecos Amarillos son fenómenos diferentes, todos muestran un distanciamiento entre la sociedad civil y los representantes políticos, y sus partidarios han sabido canalizar la disconformidad ante lo que han sido las políticas predominantes del momento”, observó Pose.

¿Qué viene?

Los Chalecos Amarillos lograron obstaculizar varios puntos de la agenda reformista del gobierno de Macron, pero no han cultivado proyectos políticos alternativos capaces de plantar cara en las próximas elecciones en Francia. 

Los análisis y proyecciones de expertos europeos coinciden en que podría continuar la disminución de la intensidad de estas manifestaciones (que ya comenzó), y que estas podrían tomar nuevos impulsos puntuales ante coyunturas específicas, como la proximidad de las elecciones, o anuncios de planes reformistas del oficialismo. 

Ante la pregunta sobre si los Chalecos Amarillos podrían transformarse en un partido político, Pose aclaró: “Por su propia naturaleza, es poco probable. El movimiento desconfía de los liderazgos y de la organización política tradicional”. 

De todas formas, es de esperar que nuevas formas de expresión sigan canalizando la inconformidad de los sectores sociales europeos que perciben que las élites en el poder y las políticas públicas no responden a sus necesidades. Esos sectores son amplios, y la inconformidad profunda. 
 

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