Publicado por: María Caridad Araujo
En el año lectivo 1985-6, los niños que ingresaban al kínder en 79 escuelas públicas de Tennessee participaron de un curioso experimento. Aleatoriamente, al momento del ingreso al sistema escolar, cada uno de estos niños fue asignado a uno de dos tipos de clase: clases grandes (con 20-25 niños) y chicas (con 13-17). En los cuatro años siguientes y a medida que los niños progresaron hasta el tercer grado de primaria, se mantuvo su asignación a este tipo de clase. En paralelo, durante todo este período, los maestros que enseñaban a estos niños fueron asignados a su respectiva clase de manera aleatoria. Este experimento ha servido ampliamente a la literatura educativa para documentar los impactos positivos de estar en una clase pequeña y de tener un maestro de buena calidad sobre el rendimiento escolar medido a través de pruebas estandarizadas. Este experimento se conoce como el Proyecto STAR (Coeficiente de Logro Alumno-Maestro, por sus siglas en inglés).
Usando este original diseño experimental, una investigación publicada en 2011 en el Quarterly Journal of Economics explora los efectos de largo plazo de la experiencia escolar más temprano. Los investigadores lograron exitosamente unir los registros de cerca del 95% de los más de 11 mil niños que participaron en STAR con sus registros tributarios en los años 2005-7, es decir, cuando éstos tenían entre 25 y 27 años. Con esta información y una metodología rigurosa, se logra documentar de manera muy convincente nueva evidencia sobre la importancia de experiencias de aprendizaje de buena calidad durante la primera infancia.
Estos son los hallazgos principales del estudio que comenta este blog:
América Latina y el Caribe atraviesa un momento importante en términos del grado de interés que la política pública le presta a los temas relacionados con la primera infancia. Es fabuloso mirar los esfuerzos que emprenden los países de la región por ampliar la cobertura de los servicios de atención para este segmento de la población. Los impactos de largo plazo del Proyecto STAR nos recuerdan que incrementar el acceso a los servicios de desarrollo infantil es condición necesaria pero no suficiente para que la inversión en capital humano dé los frutos esperados. Es imprescindible asegurar la calidad de estos servicios. Y esto no es tarea fácil.
Esta columna fue publicada originalmente en el blog Primeros Pasos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
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