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Irán y Venezuela, dos países con las mayores reservas de gas y petróleo del mundo, se podrían transformar en insólitos aliados de los Estados Unidos, donde los consumidores enfrentan una suba sin precedentes en el precio de los combustibles que ha llevado a un promedio de cinco dólares el galón de nafta (4,54 litros).
Para que ello ocurra, el presidente Biden tendría que levantar las sanciones impuestas previamente por Donald Trump para poder tener acceso a un aumento de dos a dos y medio millones de barriles diarios en el mercado mundial.
El problema para Biden es que se aproximan las elecciones de medio término y cualquier movida en el sentido de aliviar las medidas contra Irán y Venezuela puede ser tomada como una muestra de debilidad por los halcones de la oposición republicana para su propaganda electoral.
Esfandyar Batmanghelidj, CEO de Bourse & Bazaar Foundation, un think tank económico, ha expresado que, si Biden no toma medidas para lograr aumentar significativamente el flujo de combustibles, pagará un alto costo político igualmente, por lo que vale la pena hacer el esfuerzo diplomático para terminar con las sanciones.
La situación energética ya ha determinado un giro no menor en la política exterior norteamericana con el viaje de Biden a Arabia Saudita, una nación que era calificada como “paria” hasta este momento.
De todos modos, los saudíes han señalado que el reino no puede producir mucho más petróleo, en línea con lo afirmado por sus socios de la OPEP. En el mismo sentido, el presidente francés le habría dicho a Biden que -según palabras del presidente de Emiratos Árabes- Arabia Saudita sólo podría producir un adicional de unos ciento cincuenta mil barriles diarios.
El analista Batmanghelidj calcula que, si Estados Unidos levanta las sanciones, Irán podría duplicar sus exportaciones actuales en alrededor de un millón de barriles diarios de crudo y condensados hacia Europa, que lucha por reducir su dependencias del petróleo y el gas rusos.
Venezuela tiene menos capacidad de aumentar su producción, no obstante, podría contribuir con otros cuatrocientos mil barriles diarios con el mercado petrolero mundial.
Estas cifras de aumentos en la oferta están lejos de compensar los cuatro millones setecientos mil barriles que representan el crudo exportado por Rusia, pero indudablemente aliviarían la situación de escasez mundial, con el consiguiente impacto a la baja sobre los precios, máxime teniendo en cuenta que se esperan meses de recesión mundial y por lo tanto, disminución de la demanda.
Un economista de Kpler Data, Reid l’Anson, estima que los problemas de Estados Unidos no consisten solamente en el acceso al petróleo sino a la existente brecha entre los precios del crudo y el de la nafta en los surtidores, motivado por problemas de logística y transporte relacionados con la disparidad de inventarios en distintos estados, por restricciones en los oleoductos y las limitaciones ambientales en los movimientos de nafta y diésel en el territorio norteamericano.
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