Nos quedamos sin estrenos de cine. Eso ya lo sabemos desde hace unas cuantas semanas y nos dimos cuenta de la magnitud de la pérdida enseguida. Sin embargo, lo que tal vez demoramos un poco más en entender es que con ese grifo cerrado también perdimos la expectativa. Ya no tenemos margen para esperar la nueva entrega de esa saga multitaquillera. O esa película que rompió todo en el último festival de Cannes. O esa animada que, dicen, está haciendo llorar a un pueblo. No hay lugar para ese término anglosajón que tan útil resulta a veces: el hype.
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