“En otra vida, a Roselyn Keo le podría haber gustado trabajar en Wall Steet. ‘Soy lo suficientemente lista, lo sé’, me dijo sentada en la inmaculada cocina de su casa en los suburbios. Ella es organizada, buena en matemáticas, y no hay dudas de que tiene un instinto emprendedor evidente. De niña compraba caramelos al por mayor y los vendía en la escuela, lo mismo que cuenta el billonario Jhon Paulson sobre sus inicios. Pero Jhon Paulson nació con su cuerpo y Roselyn Keo con el de ella, y sucede que el suyo entra dentro del espectro de cuerpos que los científicos consideran que inciden en los hombres como una droga. La clase de cuerpos que, como solían decir, pueden meter a una chica en problemas, aunque meterse en problemas era algo de lo que Rosie era perfectamente capaz de hacer por su cuenta”.
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