Drexler en la presentación de Tinta y Tiempo

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Jorge Drexler y la historia de su nuevo disco: "Todo lo que escribía me parecía que estaba mal"

El músico uruguayo contó como incidió la pandemia en su disco Tinta y Tiempo, repasó algunos detalles de las canciones y contó cómo lo influyen los nuevos sonidos
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03 de mayo de 2022 a las 05:01

Como nunca antes le pasó en su carrera que en este 2022 cumple 30 años, Jorge Drexler estuvo a punto de no poder sacar su nuevo disco. Spoiler: al final lo hizo. Tinta y Tiempo se lanzó en abril, pero el proceso para llegar a él fue arduo para el cantautor uruguayo radicado en España. La pandemia tuvo mucho que ver, al agravar el proceso habitual que enfrenta al sentarse frente a la hoja en blanco con la misión de escribir sus nuevas canciones. La crisis que enfrenta cada vez que lo hace se incrementó al punto que dudó si podría hacerlo.

A mediados de 2021 pudo volver de forma fugaz a los escenarios, con unos espectáculos en España marcados por las restricciones sanitarias, pero que le permitieron sacarse las ganas de cantar en vivo y lo reconectaron con el proceso creativo. A partir de ahí los textos se redondearon, las melodías fluyeron y los ritmos cayeron en su lugar, hasta concretarse en forma de diez canciones sobre el amor, el arte, el amor al arte, el redescubrimiento, los nuevos comienzos, la deconstrucción, el aprendizaje, el contacto humano y la vida.

“La pandemia me tocó el aparato de la autoestima y la autoapreciación de lo que estaba escribiendo. Todo lo que escribía me parecía que estaba mal, que estaba sin terminar. Después me di cuenta de que no es que estuviera mal, sino que le faltaba el complemento del contacto social. Uno tiene muy claro que cantar en vivo implica un contacto social muy intenso, pero lo que yo no sabía es que escribir en la soledad de la casa también. Porque aunque no estés en la habitación con más gente, en una situación normal cada tanto ves a alguien, los domingos te juntás a comer con amigos, y en la sobremesa sacas la guitarra y tocás una canción, vas en la camioneta con los músicos de gira y les mostrás lo que estás haciendo. Y cuando cerraron todas las ventanas sociales nos dimos cuenta de que un aislamiento hermético es muy difícil de sobrellevar anímicamente. A mí me afectó mucho. Entonces en ese breve lapso que pude volver a cantar en vivo me volvió la sangre al cuerpo”.

El viejo duelo planteado por Sigmund Freud entre Eros y Tánatos, entre la pulsión de amor/vida y muerte estuvo presente todo el tiempo en el proceso de este disco. Y después del gran duelo que fue la pandemia (sea literal en caso de una pérdida, o el duelo social provocado por el aislamiento, la distancia y la incertidumbre) vino el impulso de vida, el reencuentro, el contacto renovado.

Drexler también quedó parado entre esas dos pulsiones. Así lo contó en una conferencia de prensa que dio en Montevideo, en una fugaz visita a casa de camino a sus seis presentaciones en el Gran Rex de Buenos Aires que marca el comienzo de la gira de presentación de Tinta y Tiempo, que en setiembre pasará por el Antel Arena, con el cantautor Facundo Balta como responsable de abrir el espectáculo.

Drexler en la presentación de Tinta y Tiempo

“Tenía dos opciones en la pandemia, y las ejercí las dos. La primera era hacer una crónica acerca de lo que estaba pasando. Eso fue lo que hice al principio, y empecé a escribir por ese lado, con los tapabocas, la distancia, las pantallas, el miedo, la incertidumbre, la superstición, la ciencia”. De ahí surgió por ejemplo la canción Codo a codo.

“Cuando iba por la mitad del proceso de composición, a mediados de 2020, me di cuenta que se empezaba a ver una luz al final del túnel, y me di cuenta de que eso se iba a terminar, y yo iba a salir de gira, e iba a llegar el momento de subirme a un escenario y la gente iba a estar sin tapabocas. No quería arrastrar esa mochila llena de incertidumbre y de miedo, seguir contando eso”, explicó el músico. “Cuando hacés el repertorio de un disco te acompaña mucho tiempo. Estoy cantando canciones que de repente tienen 20, 25 años, y no quería guardar eso en el repertorio, entonces cambié de mentalidad. Empecé a escribir sobre las cosas que extrañaba, y sobre las cosas que uno en una pandemia aprende a revalorizar, y el disco fue tomando una orquestación muy rica, con mucho hincapié rítmico y textos que celebraban el amor en muchas de sus variantes. Desde el origen del amor hasta el desamor”. 

Una canción sobre el proceso biológico detrás del amor (El plan maestro, que abre el álbum y tiene un fragmento de la letra escrito por su prima, la astrofísica Alejandra Melfo); una canción dedicada a la memoria de su madre, producida por su hijo mayor Pablo –una presencia clave en el disco– y en la que cantan también sus otros dos hijos, además de que contiene una referencia a La Paloma, igual que la primera canción que grabó en su vida, Bienvenida; otra composición, ¡Oh, algoritmo!, que habla sobre el vínculo con las inteligencias artificiales, que le llaman la atención y le hacen pensar que empujarán a la humanidad a determinar qué las hace, justamente, humanas y tener una idea más clara de su identidad.

Y otra, la que da nombre al disco, que ilustra el miedo a la hoja en blanco que Drexler enfrenta ante cada álbum, y que está en el concepto de diseño de este nuevo trabajo.

“El acto creativo es absolutamente mágico, la hoja en blanco gana casi todas las batallas. Acá muestro las diez batallas que gané yo, pero hubo otras 90 que ganó la hoja en blanco. Esa en la que no hay nada y sobre la que aparece una canción con un acto realmente muy sorprendente: pasar de la nada, del no ser, a ser. Si realmente querés componer tenés que empezar de la nada, sin preconceptos, ni trucos”, dijo en la conferencia de prensa. “En el momento que te quitás toda esa estructura que te arma, te desarmas y entras en crisis. Yo no conozco otra manera. Quizás hay una manera más agradable de hacerlo pero no sé componer de otra manera. Y ahí depende de si tenés la suficiente pulsión de vida como para salir de ese pozo”.

Y agregó: “Tampoco hay una necesidad de escribir, más allá de la personal. No hay una necesidad material, más allá de que me gano la vida escribiendo. Podría dejar de escribir y ganarme la vida haciendo giras, con los greatest hits, porque la gente quiere más reconocer que conocer, pero me importa mucho sentir que estoy vivo, y eso es de lo que hablan muchas canciones, y sentir que uno está vivo implica desarmarse y volver a empezar. La mitad de las canciones hablan de algo que recomienza. Lo que nos sacó del pozo o nos está sacando de a poco después de la pandemia es ese impulso de vida y de contacto. Estar con otras personas. Realmente nos dimos cuenta de que aquello que dábamos por sentado, abrazar a alguien y olerlo, era algo más necesario de lo que pensábamos”.

Contra la neofobia

A Drexler le pasa cada vez más que la gente se le acerca y ya no le dice “me encanta tu música”, sino que le dicen “a mi madre le encanta tu música”. O también “cuando iba a la escuela mi padre nos llevaba escuchando tus discos”. Lo entiende, son tres décadas de carrera, por lo que ya hay generaciones que nacieron después de que él empezó su camino profesional.

Pero no porque pase el tiempo prefiere quedarse en lo conocido. No deja de lado lo nuevo. Es más, en Tinta y Tiempo colabora con el rapero español C. Tangana, con quien compuso e interpreta la canción Tocarte, una devolución de gentilezas ante la presencia del uruguayo en el disco El madrileño, de Tangana, un disco magistral que dio vuelta al mundo musical hispano por su conjunción de la música urbana con los géneros tradicionales españoles.

Drexler y Antón Álvarez –tal es el nombre real del rapero– se conocieron en 2018. “Yo sabía poco de él, pero había visto las letras del disco El mal querer, de Rosalía, que todo el mundo hablaba de ese disco, que se lo merecía, igual que el nuevo que sacó ahora, que también me parece una maravilla. Todos hablaban de la música, del sonido y los arreglos, que son increíbles, pero nadie comentaba las letras. Me impresionó mucho el rigor que tenían y cómo estaban escritas, y averigué y encontré que parte de ellas habían sido escritas a medias entre Rosalía y Tangana. Lo abordé en los premios y le recité una cuarteta de la canción Di mi nombre, unos octosílabos perfectos con rima asonante en el dos y en el cuatro, que es la estética del romancero español o de parte del Martín Fierro, y le pregunté si tenía formación en poesía clásica. Se rio un poco. Él estudió filosofía”.

En ese encuentro concretaron la idea de colaborar en el futuro, algo que llamaba la atención a quienes Drexler les comentaba, porque Tangana aún estaba muy asociado al trap y a la música urbana. Después vino El Madrileño, y la aclamación fue unánime. “Yo lo noté antes”, comentó con una carcajada Drexler, que de todos modos aprovechó para hacer una aclaración de orgullo local.

Drexler en la presentación de Tinta y Tiempo

El Madrileño es un disco de raíz, que mezcla lo urbano con lo tradicional, pero claro, eso de mezclar la raíz con lo contemporáneo es lo que hizo la música uruguaya desde siempre. En mi generación desde Eduardo Mateo en adelante, de Rubén Rada en adelante, desde el candombe beat pasando por los grandes maestros que tenemos aquí como Fernando Cabrera, Jaime Roos. Todos siempre intentamos integrar, hasta las generaciones más jóvenes, como Bajofondo. Raíz y momento. Raíz y presente”

En 2020, se reunieron en el estudio, y en seis horas compusieron Tocarte. “Fue hecha en el aislamiento total, y uno de los músicos no se podía sacar el tapabocas porque tenía un familiar que era población de riesgo y venía de ver a su novia, y no se habían podido tocar. Habían estado tres meses hablando por una pantalla y se encontraron en una estación de tren y se miraron. Y vino muy conmovido por esa situación y dijimos ‘ vamos a escribir de eso que te pasó, que es algo que nos pasa a todos’. De un momento que tocar a alguien era jugarse la vida. Y también es la primera canción que hice con mi hijo Pablo, que es uno de los autores. En esa canción no toco ni la guitarra, me dejé llevar. Porque en 30 años de carrera a veces estoy muy aburrido de mí mismo. De ahí que trabajar con alguien que no tiene mucho que ver con lo que yo hago se siente como un regalo, es como salir de mí mismo, es un embole sino. Tu nombre es el nombre del proyecto, tu historia personal es la que se cuenta en las canciones. Y eso está muy bien en cuanto a biografía y a veracidad personal, pero es bastante aburrido desde el punto de vista de la vivencia. Siempre me gusta abrir juego”.

Eso también se vincula con una herencia familiar. En su casa, las generaciones se cruzaban al momento de escuchar música. “Mi padre aunque ya tenía treinta y pico de años cuando surgieron los Beatles, tenía todos sus discos, y todos los de Joni Mitchell cuando él tenía 40. Siempre hubo gente escuchando música que no correspondía a su generación en mi casa. Cuando trajimos a Bob Marley se interesó, y lo escuchaba con nosotros, y él traía a Leonard Cohen y lo escuchaba con nosotros. Hay mucho de ida y vuelta. En España aprendí que eso pasaba en las familias de músicos gitanos. Y me parece muy importante estar abierto en la escucha. Siempre me dio mucho miedo la neofobia, el miedo a lo nuevo que tenemos todas las generaciones, que cuando yo era chico se expresaba con la música popular uruguaya, había como un prejuicio de que la murga y el candombe ocuparan ciertos sitios en la sociedad, que luego ocuparon, felizmente. Después pasó con la cumbia, los que escuchábamos candombe mirábamos con recelo a la cumbia, pero luego pasó a ser la lengua franca del continente, y todos la asimilamos y la bailamos con mucha alegría. Y luego pasó lo mismo con el reguetón. Cuando te vas volviendo un poco viejo empezás a tener perspectiva de las cosas, y lo primero que cae, si tenés un poco de ojo, de humildad de decir ‘no sé’, es la neofobia. Ya escuché a un montón de generaciones decir ‘la música buena se hacía antes’, y dejé de creerlo. Si empezara a hacer música hoy, tendría la misma intención que cuando empecé, y la misma que tiene Tangana: mezclar raíz, región, mundo y momento. Haría algo de fusión, entre lo que escuchás cuando salís a divertirte de noche y lo que escuchás en la reunión familiar del domingo”.

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