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La autopsia de Argentina

Tras la muerte del vecino, es bueno practicar su disección para saber las causas de su desgracia y tener la inteligencia de no imitarlo
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11 de febrero de 2020 a las 05:02

Una vez más, como en un suplicio mitológico, los mismos que asesinaron a Argentina están tratando de resucitarla. Utilizan para ello iguales procedimientos a los que usaron para matarla, a veces cambiando las dosis de las pócimas, a veces con el agregado de algún curanderismo, una nueva invocación a los dioses, consultas a los oráculos más conocidos y profecías varias.

Mientras se cumplen estos ritos inútiles, que como máximo obtendrán como resultado –al igual que otras veces– un zombi, un muerto vivo, un holograma, una apariencia de realidad a la que seguir ordeñando y chupándole la sangre, cabe una aproximación más científica a la tragedia que permita obtener alguna enseñanza, suponiendo generosamente que haya interesados en aprender algo a esta altura.

Eso implica practicar la autopsia argentina, como en todo crimen. Conocer las causales de su muerte, la metodología y las razones. Y, sobre todo, los asesinos. –El cadáver habla –dicen los expertos.

Los hipotéticos médicos forenses seguramente se repetirán la eterna y reiterada pregunta: “¿Cómo fue que un país rico en recursos, con una educación popular excepcional, un pasado de grandeza económica, social y cultural terminó desangrado y agonizando hasta su extinción?

A medida que se disecciona el corpus delicti surgen algunas evidencias claras. La primera en el tiempo es la vocación irresistible por tomar deuda para gastar. Se inicia hace 200 años con Rivadavia –y su gestión dolosa de triste memoria, como prueban las cartas de San Martín y los escritos de Disraeli.  Los intereses de esa deuda fueron un saqueo que aplastó al país durante un siglo. Comienza allí el primer proceso inflacionario.

El mandato liberal de la Constitución de 1853 fue incumplido in limine por la presión de los caudillos provinciales, con lo que la economía se transformó en una repartija y tironeo de recursos y gastos deficitarios y más toma de deuda. Sarmiento y Roca imponen principios liberales que consolidan la nación y crean una plataforma institucional y sobre todo de educación que signan el progreso del país y su bienestar. Pero la deuda sigue creciendo por el gasto de la guerra que comenzara Mitre y Sarmiento abrazara con tozudez.

El siguiente hito es el gobierno de la UCR con Yrigoyen, que siembra las primeras semillas del populismo para satisfacer a sus partidarios, fuertemente influidos por el anarquismo sindicalista europeo. Comienza allí el otorgamiento apresurado de conquistas y beneficios sociales que provocan déficit y más emisión. Crecen el gasto público y la inflación. Luego, una dictadura aplica el impuesto a los réditos por un año (neptuniano).

El momento crucial ocurre hace 80 años. Un gobierno dictatorial militar, fascista, pronazi, para perpetuarse con un ropaje democrático inventa una figura que convierte en carismática: Juan Perón. Para eso toma una serie de medidas demagógicas que aumentan y perfeccionan la línea del gobierno yrigoyenista que había depuesto. Con ellas aumenta el estatismo, el gasto, el déficit y la emisión. Perón exacerba esa línea y agrega el proteccionismo empresarial y sindical, con los lineamientos ruinosos de la recién creada Cepal. Paga la deuda en su totalidad, en un dudoso proceso, pero siembra las bases para la necesidad de más endeudamiento. Entroniza el concepto de las conquistas sociales, que se oponen a todo mérito y a todo esfuerzo individual.

Golpeado por la falta de productividad, con un sindicalismo que no aceptaba sacrificar sus seudoconquistas inviables, acosado por la devaluación y la inflación, imposibilitado de seguir complaciendo a las masas populares, Perón comienza la grieta: culpa a las empresas, a los intermediarios, al agro, a la iglesia, a la oligarquía, divide a la sociedad y termina sin saber cómo continuar, casi rogando el golpe de estado que lo derrocó.

Desde ese momento, todos los gobiernos fueron condicionados por el estándar peronista o por el accionar del peronismo como opositor. Desde allí, para poder ganar una elección, o para no ser desestabilizados y tener que irse sin completar su mandato, los políticos y los gobiernos deben parecerse al peronismo. La educación, que había sido deformada por el líder para adoctrinar a los niños, ahonda su deterioro para ser una herramienta creapobres y de estupidización que anula toda chance de progreso o bienestar.

El populismo se vuelve recurso básico de la política, el gasto estatal aumenta brutalmente en todas las jurisdicciones y con cada administración, el Estado es un trofeo que obtiene el vencedor de una elección. Los políticos se comportan casi unánimemente como sátrapas y se ponen de acuerdo solo en un punto: su impunidad. Cuando el nivel de deuda e inflación expulsa la confianza, se recurre a la solución infantil de crear o subir impuestos, que nunca más bajan. Eso es la lápida. El impuestazo mata.

Se llega así al default, con el nombre que fuera, a la estafa sistémica del Estado, como con los jubilados o los docentes, a la fuga de inversión, a la desaparición de la pyme y del empleo. Al cepo, a la payasada de diez tipos de cambio mentirosos, a la esperanza cero. Hasta que ganan el poder nuevo políticos que hacen lo mismo. Una y otra vez, como las ruinas circulares. Cada vez más rápido, cada vez más doloroso. Cada vez con políticos más ricos y endiosados. Cada vez la sociedad más zombi.

Ese es el resultado de la autopsia, que cada país puede usar como guste. Inclusive puede copiar el modelo y confiar que no le pasará lo mismo. Como un vicioso que sigue fumando, emborrachándose y drogándose. Finalmente, cada uno tiene el derecho humano a creer que es distinto al resto del mundo, y que a él no le pasará lo que al occiso. Los países también.

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