Eduardo Espina

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The Sótano > Opinión

La celeste juega el martes en territorio sagrado

A Uruguay lo reciben con bombos y platillos en St. Louis, ciudad que no es solo una de las capitales mundiales del béisbol, sino también cuna del gran fútbol estadounidense
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09 de septiembre de 2019 a las 05:04

El viernes 7 de septiembre de 2018, la selección uruguaya jugó en Houston contra México en una cancha de fútbol americano, adaptada especialmente para la ocasión. Estuve sentado junto al perímetro, y apenas comenzado el match me olvidé que estaba en el estadio de los Texans,  que están en la NFL y no en la MLS. Se puede jugar al fútbol, y bien, en cualquier parte o estadio.

El martes 10 de septiembre del presente año, Uruguay disputará un partido amistoso contra la selección estadounidense, esta vez, en una cancha de béisbol, el Busch Stadium de los legendarios Cardenales de St. Louis, con capacidad para 46 mil espectadores. La ciudad ubicada junto al río Mississippi es considerada uno de los centros beisboleros de Estados Unidos. Su tradición es gloriosa. Después de los Yankees de Nueva York, los Cardenales es el club con mayor cantidad de campeonatos ganados. Este año van primeros en su división y se ilusionan con agregar un nuevo trofeo a sus estantes.

Durante la década de 1980 viví cuatro años en St. Louis y fue ahí cuando me hice aficionado al béisbol. El único compatriota que por entonces residía en la ciudad, a quien no he vuelto a ver, me dijo una tarde de 1985 en que salí a festejar un triunfo histórico de los Cardenales, de visitantes, contra los Dodgers de Los Angeles, que los puso en la final del campeonato (la cual terminaron perdiendo): “Vos debes ser el único uruguayo al que le gusta el béisbol”. Es verdad. El fútbol y el béisbol son los dos únicos deportes que me interesan y sigo, al primero con más fanatismo, con excesivo y en ocasiones perjudicial fanatismo, sobre todo cuando juega Uruguay.

Sin embargo, St. Louis no es solo una de las grandes ciudades beisboleras de la Unión Americana. Es también una de las primeras ciudades de ese país en donde el fútbol encontró amplia receptividad. Todavía más, en la década de 1950 se le llamó la “capital del soccer”, no solo por el número alto de futbolistas jóvenes que practicaban el deporte, sino principalmente por haber dado durante una larga época jugadores de primer nivel. En cada selección estadounidense que disputó un mundial ha habido al menos  un jugador nacido en St. Louis. En una ocasión, varios.

Estados Unidos fue al mundial de Brasil de 1950 con la etiqueta de que era la selección a la que sus oponentes iban a golear. Perdieron 3-1 el primer partido disputado el 25 de junio contra España, por no haber podido aguantar el resultado contra una de las selecciones favoritas. Los estadounidenses comenzaron ganando 1-0 con gol convertido por Gino Pariani en el minuto 17. El marcador se mantuvo incambiado casi hasta el final del partido. España hizo tres goles en los minutos 81, 83 y 89.

Cuatro días después, la selección de las barras y las estrellas dio la primera gran sorpresa de ese mundial y de toda la historia de los mundiales, al derrotar a la selección europea favorita y que en los papeles era la más temida por los brasileños y que venía de ganarles 2-0 a los chilenos.

El partido entre Estados Unidos e Inglaterra, disputado a las 3 de la tarde del 29 de junio en el Estádio Raimundo Sampaio, también conocido como Estádio Independência, de Belo Horizonte, en el cual días después la selección uruguaya golearía a Bolivia 8-0, fue histórico de principio a fin. Los 10.151 espectadores que asistieron hincharon por la selección estadounidense, pues los brasileños querían que Inglaterra fuera eliminada del mundial para no tener que enfrentarla en la final. Luego del triunfo estadounidense, la gente festejó en las calles como si hubiera sido una victoria brasileña.

Fue un partido de gran intensidad, del primero al último minuto. El legendario futbolista negro Joe Gaetjens, un haitiano fornido de padre alemán que había estudiado en los Estados Unidos, y por eso defendía a la selección de ese país (su vida da para escribir un libro) convirtió en el minuto 38 el primer y único gol del partido. Durante el descanso de medio tiempo, más gente llegó al estadio pues los brasileños no creían lo que estaba pasando en la cancha.

Al terminar el primer tiempo Estados Unidos se fue al vestuario con la valla invicta. En forma desesperada los ingleses intentaron empatar el partido en el segundo tiempo, pero fue el delantero estadounidense Frank Wallace quien casi convierte el segundo gol cuando el juez estaba por dar el pitazo final. El legendario defensa Alf Ramsey, quien fue el entrenador de la selección de Inglaterra campeona del mundo en 1966, despejó la pelota en la línea de gol.

Sobre ese triunfo épico se hizo en 2005 una de los mejores películas sobre fútbol que conozco (por cierto, no son muchas las que se han filmado) The Miracle Match, basada en el libro de Geoffrey Douglas, The Game of Their Lives, de lectura obligatoria para los amantes del principal deporte y de su apasionante historia. La película está filmada en gran parte en el barrio de The Hill, en St. Louis, donde hay mayoría de ítalo-americanos. De ahí venían cinco de los futbolistas titulares de la selección: Harry Keough, Charlie Colombo, Pariani, Wallace y el golero Frank Borghi (interpretado en el filme por Gerard Butler), quien contra Inglaterra se atajó todo. En esa selección había tres jugadores extranjeros, el belga Joe Maca, el escocés Ed McIlvenny, quien era el capitán, y Gaetjens.

Aunque hoy parezca increíble, el único periodista estadounidense presente en el partido fue Dent McSkimming, quien escribía para el diario St. Louis Post-Dispatch. McSkimming, oriundo de St. Louis, y quien tenía notable versatilidad para escribir sobre diferentes temas (fue también cronista policial) pagó de su propio bolsillo el viaje, la estadía, y las entradas a los partidos. Sobre el triunfo escribió una crónica notable, con una frase que hizo historia. Dijo que la victoria fue como “si la Universidad de Oxford [en Inglaterra] hubiese enviado a Estados Unidos un equipo de béisbol y venciera a los Yankees”.

Así pues, la selección uruguaya jugará en St. Louis, ciudad con ilustre historia futbolística, y en un estadio donde el béisbol es amo y señor. Será la séptima vez en la historia en que se enfrenten ambas selecciones. La historia presenta una paridad absoluta: cada una ha ganado dos partidos, ha perdido dos, y se registraron dos empates. La última vez que jugaron fue hace 17 años, el 12 de mayo de 2002, en Washington DC, con triunfo de los estadounidenses por 2-1. Fue la última vez que vi en la plenitud de su forma con la camiseta celeste a Fabián O’Neill.

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