Todos hemos aprendido a usar el concepto “sistema de partidos”. Pero no siempre asumimos su significado profundo. Lo que distingue a un sistema de otro tipo de conjuntos es que los elementos que lo componen interactúan entre sí. Nuestros partidos son un sistema porque las acciones de unos inciden sobre las de los otros. Compiten y cooperan. En estos renglones no quiero detenerme en las dinámicas de cooperación sino en las de competencia. Como mínimo, es posible distinguir tres niveles: entre bloques, entre partidos, y entre fracciones. En algunos casos, llega a haber competencia también dentro de las fracciones. Y para competir exitosamente entre sí, bloques, partidos y fracciones, suelen prestar atención a las decisiones y prácticas de sus rivales. Aunque no lo reconozcan, aunque incluso intenten ocultarlo para preservar sus respectivas identidades, los actores políticos se esfuerzan por aprender de sus rivales.
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