La crisis del Líbano

Por diversos motivos, la situación política actual es muy precaria. Para peor, también se ha complicado la relación con Estados Unidos y con un antiguo aliado como Arabia Saudita.

En el pasado, la estabilidad macroeconómica estaba asegurada por el ingreso de los depósitos en la banca de los libaneses residentes en el exterior, que a su vez eran canalizados al banco central. Pero en los últimos años, este equilibrio fue perturbado por la inestabilidad política.

Meses atrás, un proyecto de impuesto sobre las llamadas a través de WhatsApp desató en forma inesperada las mayores muestras de protesta colectiva de la última década y precipitó al país a su situación más delicada desde la guerra civil de 1990.

Las protestas provocaron la caída del gobierno y una pérdida de confianza en el sistema bancario, que desembocó en una corrida de depósitos. Como el banco central no pudo respaldar la liquidez de los bancos, en octubre pasado estos debieron cerrar durante dos días y, a la apertura, el banco central dispuso un límite de US$ 200 para el retiro de depósitos de particulares.

Hasta ahora, el país está al día con los vencimientos de la deuda pública, que en su mayoría está en poder de los bancos. Pero dado que esa deuda es muy alta –equivale a un 150% del PIB– y que las agencias internacionales han venido bajando su calificación, una próxima cesación de pagos parece difícil de evitar.

Entretanto, en el último trimestre la libra libanesa ha perdido el 60% de su valor, se han perdido 160.000 empleos, una de cada diez empresas han cerrado, los cortes de luz son cada vez más frecuentes y los servicios públicos pasan por dificultades.