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La desconocida historia de sacrificio de Maxi Pereira

El Mono es un histórico de la selección uruguaya y su carrera estuvo marcada por el esfuerzo
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28 de mayo de 2018 a las 05:00
Al hablar de Maximiliano Pereira hay conceptos que se repiten: sacrificio, lucha, superación, familia, buena gente... El lateral histórico de la selección uruguaya ha desarrollado su carrera, y su vida, en base a esos pilares, sumado a su ida y vuelta constante por la banda derecha, donde dejó su huella e intentará repetirlo en las canchas de Rusia 2018.

"El Mono" o "Cantinflas", como contó que le llamaban en su temprana adolescencia por sus primeros bigotes parecidos a los del personaje mexicano, es el jugador con más partidos disputados en la historia de la celeste, en la que debutó en 2005, con Jorge Fossati, antes de que Óscar Tabárez llegara a su actual ciclo.

El Maestro también confió en él luego de asumir y lo sumó a su proyecto, siendo hoy Maxi el futbolista que más veces vistió la camiseta de la selección, con 124 encuentros, disputando los mundiales de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, y siendo campeón en la Copa América de 2011.
Próximo a cumplir los 34 años, el lateral de Porto se prepara para decir presente en una nueva cita mundialista, esta vez en Rusia.

De Capurro a Portugal

En las calles de su barrio, Capurro, y las de Belvedere, Maxi comenzó a jugar al fútbol. Con seis hermanos, cuatro de ellos varones, y siendo uno de los menores, la pelota le llegó por herencia y así fue haciendo sus primeros goles.

Sí, goles. Es que en el baby fútbol de Bella Vista, donde jugó durante su época escolar e iba caminando a las prácticas, lo hacía como delantero.

Luego, llegó el momento de tomar su primera gran decisión. Defensor Sporting se interesó por él, lo que implicaría tener que hacer un desplazamiento más extenso para ir a entrenar. Y, con el apoyo de su familia, aceptó.

Si bien todo marchaba sobre ruedas en el deporte, fue un momento de sensaciones encontradas, porque por ese entonces el padre de Victorio Maximiliano falleció y la madre tuvo que hacerse cargo de la familia.

"A Maxi lo conocí de chiquito, tendría 14 años. El llegó a la escuelita de Bulevar Artigas con el profe Santos, después fue para Pichincha y ahí lo conocimos nosotros", contó a Referí Juan Ahuntchain, quien por aquel entonces trabajaba en las inferiores violetas.

Pese a las dificultades, en su familia y en el barrio lo apoyaban. Su madre lo llevaba a entrenar, y si no podía lo hacía algún hermano, y si estos no podían, lo hacía un vecino. Y Maximiliano respondía en la cancha, ya no siendo delantero y pasando a jugar de volante.

"En algún momento lo llevamos a vivir a la casa de Defensor, donde estaban todos los chicos del interior. Ahí estuvo un tiempo y luego se quiso volver con su familia. Tiene unos cuantos hermanos, no sé cuántos... Y extrañaba y volvió con su familia, acá en Montevideo", recordó Auntchain
"Él jugaba de volante y de a poquito se fue acomodando hacia atrás. Y siempre tenía esa característica de mucha ida y vuelta. Estaba permanente en movimiento, de esos jugadores que no se quedan parados en la cancha", agregó.

Sus rendimientos lo llevaron a la selección juvenil que dirigía Víctor Púa y que se preparaba para el Sudamericano de Perú.
Ahí conocería el mundo de la celeste y a quien al día de hoy considera como un padre, Edgardo "Minguta" Di Mayo, utilero histórico de la selección. "Yo lo conozco desde la sub 15 cuando estabamos en el Charrúa y lo pasaba a buscar Juan Jacinto Rodríguez, que era el ayudante de Víctor Púa en esa selección. Y de ahí quedamos con un vínculo muy afectivo y de ahí es que él me dice que yo soy como un padre", contó Di Mayo a Referí.

"Él era muy humilde y justo en ese tiempo había tenido la mala suerte de perder a su papá muy joven, a los 40 y algo de años. Y entonces vivía con la madre en Belvedere. Y con Juan Jacinto lo pasábamos a buscar por Belvedere y la madre nos decía: 'Cuídelo Edgardo, que este es muy sinvergüenza'. Y ahí lo trataba de aconsejar y hablar", señaló Minguta.

La proyección de Maxi siguió a gran ritmo y comenzó a asomar para la Primera División de Defensor. Ricardo Ortiz fue el encargado de darle los primeros minutos en el principal equipo violeta.
"Era un jugador súper moderno, lateral con subida, con un ida y vuelta muy importante y aparte con muy buena predisposición para la marca. A pesar de ser chico, tenía buen cabezazo defensivo y era salida permanente para nosotros", contó el Tato a Referí.

El DT señaló que en aquel equipo de 2002 jugaban Marcelo Tejera, Mario Barilko, "El Ruso" Pérez y Eliomar, entre otros, y que Maxi sufrió una lesión en su rodilla. "Me acuerdo que se lesionó ante Danubio, en un partido de noche en el Franzini. Y con el profe Marcelo Tulbovitz y César Payovich, que era el cuerpo técnico, lo fuimos a ver a la casa, y pucha, nos dio una lástima, porque tenía lo elemental", comentó.

Tras recuperarse, el Mono se afianzó y comenzó a ser figura de los violetas, donde Juan Tejera fue otro de sus entrenadores. "Jugaba de volante también, de doble cinco, con Miguel Amado o con Carlos Díaz. Se veía por el potencial físico natural que tenía, era de mucho correr y de mucha dinámica, y por algo hizo la carrera que hizo, porque es un profesional 100%, por sus ganas de triunfar y de salir adelante en la vida, que no le fue fácil de chico", señaló el entrenador a Referí.

En 2007 llegó el momento de dar el salto a Europa, nada menos que a Benfica, uno de los grandes de Portugal, en el que jugó hasta 2015, logrando nueve títulos entre ligas y copas, además de tener asiduas participaciones en Liga de Campeones y Liga de Europa.

"Fue una buena negociación para Defensor, quedamos muy conformes cuando fue a Benfica", dijo a Referí Richard Marchelli, gerente de los violetas. "Un buen muchacho, buena gente", dice al recordar al lateral. "No me sorprende la carrera que hizo porque condiciones tenía", agregó el dirigente violeta, quien señaló que en el club siempre tienen las puertas abiertas para que los futbolistas surgidos en el Pichincha y el Franzini regresen a su casa.

En 2015 terminó su contrato, no hubo acuerdo para renovar y Porto, el archirrival de Benfica, se interesó por él, club al que terminó yendo y hoy es su equipo. Su pase generó escándalo, hinchas rojos llegaron a colgar un muñeco con su imagen, y hubo distintas versiones, siendo la de su entorno de que cambió de vereda porque no tuvo otra alternativa.

En Porto ya sumó un nuevo título, la reciente liga de Portugal.
De forma paralela a su actividad de clubes, Maxi se transformó en uno de los preferidos de Tabárez, siendo el dueño del lateral derecho, zona en la que recién en los últimos meses su titularidad ha estado en duda. De todas formas, de cara a Rusia 2018, el Maestro volvió a confiar en el Mono, el futbolista que más veces vistió la celeste y que irá por otro Mundial, el tercero de una carrera récord.

Sus cuatro camisetas

Maxi Pereira es un jugador cuya carrera ha tenido ciclos extensos en sus clubes. En Defensor, tras hacer las formativas, jugó desde 2002 a 2007, carrera por demás extensa para un primer equipo en el medio local. Luego, a los 23 años, pasó a Benfica de Portugal donde jugó 333 partidos y marcó 21 goles, hasta que en julio de 2015 se fue a Porto, donde ya lleva tres temporadas. Su cuarta camiseta es la celeste, con la que debutó en 2005 cuando Jorge Fossati era el DT.

Minguta, un padre

El utilero de la selección es como un padre para Maxi, a quién conoce de cuando tenía 15 años. "Él es bromista. Hace cuatro años que venimos saliendo juntos de vacaciones, él nos lleva a mi señora y a mí ,y somos 26 en total con su familia, hermanos y sobrinos. Y es de hacer bromas. En Playa del Carmen me hizo subir a un gomón y me hizo dar vuelta en el agua", contó Minguta a Referí. "En vacaciones no se puede dormir nadie, porque si él lo ve le saca una foto y la manda al grupo que tenemos. Y a él no lo podía agarrar nadie. Y se descuidó un poqutio, quedó dormido con la boca abierta y mi señora le sacó la foto, y ahora la tenemos todo. Siempre que viene me pide para ir a San Cono", agregó Di Mayo.

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