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La desdolarización, el nuevo orden monetario global y el “sur” de Lula

Cómo se inscribe el proyecto del presidente brasileño para una moneda común en el escenario geopolítico internacional. Y cómo lo debe tomar Uruguay
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03 de febrero de 2023 a las 05:01

Luiz Inacio ‘Lula’ da Silva tiró el gato sobre la mesa. A días de inaugurado su tercer mandato, el presidente de Brasil ha propuesto una moneda común –que se llamaría “sur”– en principio entre Brasil y Argentina pero que tiene miras de volverse regional; una idea que lleva décadas de discusión entre algunos economistas del Cono Sur pero que nunca había sido planteada de esta manera, ni siquiera como debate extendido a nivel regional.

La respuesta que el planteo de Lula y el presidente argentino Alberto Fernández ha recibido ahora de economistas, analistas financieros y otros tecnócratas ha sido abrumadoramente negativa. “Sur” no sería viable, según la opinión de estos expertos.

Y en efecto, las disparidades económicas entre Brasil y Argentina, amén de la penosa situación que esta atraviesa –con una inflación del 90%, sin reservas en el Banco Central, sin acceso a los mercados internacionales y varios tipos de cambio en danza–, hacen que la propuesta de una moneda común aparezca como una auténtica quimera.

Sin embargo, conviene tenerla presente y mantener al respecto una mente abierta dada la intrincada coyuntura geopolítica y geoeconómica. El mundo marcha hacia dos bloques antagónicos, uno que estará liderado por Estados Unidos, y otro por China, las dos superpotencias que se disputarán la hegemonía global este siglo. El llamado desacople de Occidente de la economía china ya está produciendo los dos grandes fenómenos de los próximos años: desglobalización y nearshoring, esto último por oposición al offshoring, la deslocalización que durante los últimos 30 años ha convertido a China en la fábrica del mundo.

Un tercer gran acontecimiento que se espera, aunque esto desde luego va a llevar más tiempo, es la desdolarización de la economía global. El gobierno de Xi Jinping se ha propuesto desbancar al petrodólar y encabezar un sistema con varias monedas de referencia; entre ellas, por supuesto, el yuan. Pero no solo.

Zoltan Poszar, influyente estratega del Credit Suisse, sostiene que lo que se viene es un nuevo paradigma, al que llama “Bretton Woods III”.

Recordemos que de los acuerdos de Bretton Woods (1944) surgió el actual orden económico internacional: los países occidentales se avinieron a anclar sus divisas al valor del dólar, que por entonces estaba sostenido en el oro de Fort Knox, Kentucky, con el 80% de las reservas mundiales. Cuando la economía de EEUU era un kraken que representaba la mitad del PBI global.

El llamado “patrón oro” se acabó en 1971, cuando Richard Nixon decidió desvincular al dólar del metal precioso pero igualmente dejarlo como moneda de reserva mundial (“patrón dólar”). Y para que así se haya mantenido hasta ahora, fue fundamental otro acuerdo forjado cuando caía el telón de la Segunda Guerra Mundial: el del presidente Franklin Delano Roosevelt con el primer rey de Arabia Saudita, Abdulaziz Ibn Saúd, a bordo del portaaviones USS Quincy sobre aguas del Canal de Suez, sugestivamente un 14 de febrero (Día de los enamorados) de 1945.

Según este acuerdo, la moneda global en que el petróleo se comercializaría sería el dólar. De ahí el apodo del “petrodólar” que ha regido los destinos del mundo todos estos años. Al final, siempre tiene que haber un commodity detrás.

Por eso, Poszar sostiene que en este “Bretton Woods III” que él avizora, el actual sistema basado en el dólar se debilitará para dar paso a un “nuevo orden monetario internacional” anclado “en monedas de Oriente con base en commodities” (se refiere a divisas de países del Sur Global). Entre ellas, el yuan llevará la delantera, o como ya lo llama Poszar, el “petroyuan”. Pero habrá otras.

Es en este contexto que conviene estar atentos a la propuesta de Lula y Fernández. Desde luego que por el lado estrictamente económico, cabe ser escéptico. Pero desde el punto de vista geopolítico, como estamos viendo, no parece una idea para nada descabellada. Hay que ver cómo se desarrolla y seguir de cerca el proceso.

A Uruguay, al menos en principio, no le conviene. Y tal vez nunca le convenga. Con Argentina dentro, por todo lo que llevo dicho sobre su política económica y sobre todo por sus gobernantes, difícilmente pueda resultar alguna vez una idea atractiva para Uruguay. Y uno puede imaginar mil cosas en común con Argentina y con los argentinos, pero precisamente una moneda común no es lo primero que viene a la mente.

A Brasil le sirve por varias razones; entre ellas, que sus exportaciones a Argentina han caído 25% en la última década por la única razón de que Argentina no tiene dólares para pagarlas. Una moneda común solucionaría ese problema para el país norteño. Pero, en todo caso, la motivación de Lula parece ser principalmente geopolítica: quiere proyectar a Brasil como potencia y está dispuesto a cargar con el lastre que en un principio le representaría Argentina; así como en su día estuvo dispuesta Alemania a tirar del carro de los países de la periferia europea para establecer el euro. La situación de Uruguay es muy otra.       

Pero en todo caso, esto llevará muchos años de planeación. A Europa le llevó más de 30 años el proyecto del euro, y Paulo Guedes –el ministro de economía de Bolsonaro, que también apoyaba la idea de una divisa común– hablaba de un cronograma de 15 años. Y aun si el “sur” finalmente se estableciera y fuera exitoso (de entrada, dos grandes condicionales), Uruguay siempre puede optar por mantener su propia moneda, como han hecho Suiza y Noruega en estas dos décadas de euro, y no les ha ido tan mal a pesar del éxito de la moneda común europea. De modo que de momento habría que tomarlo como algo importante sí, pero no urgente.

Lo verdaderamente urgente para Uruguay sigue siendo la concreción del TLC con China; cuanto antes mejor, dadas las enormes tensiones y la volatilidad geopolítica que estamos viendo. Hay que enfocarse en superar los escollos y reparos que puedan presentar de ahora en más los socios del Mercosur y firmar de una vez por todas ese tratado con el gigante asiático que sería para el país y su economía el gran salto cualitativo.

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