Opinión > HECHO DE LA SEMANA

La fiesta de al lado parece broma

Reunión del G20: poca amortiguación y mucho pavoneo
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01 de diciembre de 2018 a las 05:01

El tango Los cosos de al lao, que una página web de canciones en inglés traduce, maravillosamente, como The people next door, habla de una fiesta que se celebra en una casa de un barrio porteño.


De pronto se escucha
el rumor de una orquesta,
es que están de fiesta
los cosos de al lao
.

Buenos Aires, la ciudad de los grandes contrastes, la capital de un imperio que no existió jamás, al decir del novelista francés André Malraux, hoy está de fiesta. Hay reunión de zorros: los cosos de al lao.


El G20 es una sociedad de los países más poderosos del mundo, entre ellos los dos vecinos de Uruguay, que juntos representan la gran mayoría de la población y de la producción del planeta. Es un espacio de coordinación, amortiguación de rivalidades y de pavoneo, de eficacia harto dudosa, pero mejor que nada. Tiene un realismo político del que carecen otras organizaciones, como ONU u OEA, por ejemplo, lo que lo hace más significativo.

Los personajes salientes del gran baile esta vez serán el estadounidense Donald Trump, el chino Xi Jinping y el ruso Vladímir Putin. Algunos de los clavos salientes son la guerra comercial que Trump le declaró a China, que parece ir perdiendo y que embrolla al mundo; su rechazo a cualquier acuerdo sobre cambio climático; y la ofensiva que Putin lleva contra Ucrania, a la que ha amputado Crimea y otras zonas, y ahora el mar de Azov.

Se supone que el 1º de enero Estados Unidos impondrá más aranceles a muchas importaciones que provienen de China, con la esperanza de reducirlas. La medida provocará represalias de Pekín y miedo en el resto del mundo por un eventual fin de la larga bonanza internacional, tras superarse la crisis de 2008. 

El miércoles la Reserva Federal (banco central) de Estados Unidos advirtió que una “guerra comercial” y las tensiones geopolíticas podrían afectar la estabilidad financiera global, asustar a los inversores y provocar una hecatombe en las bolsas.


Algunos creen que un “nuevo multilateralismo”, basado en el trato directo entre grandes líderes particularmente arrogantes o ególatras, podrá reducir las tensiones y llevar a un “cese el fuego” comercial.

La cumbre porteña también sirve para que el gobierno de Estados Unidos firme un nuevo acuerdo comercial con México y Canadá, en sustitución del más amplio Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tclan), que rigió durante 24 años, hasta la llegada de Trump a la Casa Blanca. El Mercosur tendrá mucho menos para festejar, salvo alguna ventaja indirecta que tal vez provoque la guerra de los aranceles. La Unión Europea no está lista para firmar un acuerdo de libre comercio con el Mercosur, dijo el francés Emmanuel Macron. Van 20 años de negociaciones y todo indica que solo habrá un “acuerdito”. El proteccionismo agropecuario de Francia es proverbial, el Mercosur exporta básicamente bienes primarios, y además nadie sabe qué quiere Jair Bolsonaro.

Al presidente argentino, Mauricio Macri, corresponde presidir formalmente la reunión. Es un honor personal, sin dudas, pero no tendrá para exhibir mucho más que eso. “La economía argentina no despega, los problemas de empleo no se solucionan, la pobreza y la inseguridad azotan la imagen del gobierno, una situación agravada en los últimos días por el bochorno de la suspensión de la final de la Copa Libertadores por hechos de violencia”, señaló el jueves una nota de la agencia France-Presse. 


Las miradas también recaen sobre el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohámed bin Salmán. Se sabe que la desaparición del periodista disidente Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Estambul fue un crimen espantoso ordenado desde muy arriba, presuntamente seguido por descuartizamiento y disolución en ácido; pero muchos prefieren hacerse los idiotas. El petróleo de Arabia Saudita, manejado por una autocracia aliada de Washington y potencias europeas, es un factor equilibrador muy apreciado en el volátil Medio Oriente.


El viaje de la primera ministra británica, Theresa May, a Argentina es un buen síntoma de heridas que cierran. Ningún líder británico había visitado el país después de la guerra de las Malvinas de 1982.

Este tipo de cumbres, que son un símbolo y tienen mucha prensa, también atraen toda clase de activistas y protestas. Buenos Aires, una ciudad violenta y desigual, la primera de América del Sur en servir de sede para el G20, no es la excepción. 


Un líder piquetero propuso una movilización masiva y no violenta. “Eso tiene más eficacia que los pequeños focos de bombas molotov y piedras, que no rasguñan al poder de ninguna manera. No por un tema ético, sino táctico”. 


Esta es una era magnífica. 

 

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