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La luna, un destino que el cine sigue conquistando desde hace más de cien años

En 1902, el cine llegó a la Luna; 116 años después, esa tradición se mantiene con una nueva película que retrata el primer paso que el hombre dio en el satélite
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01 de diciembre de 2018 a las 05:01

El viaje se puede ver completo en Youtube. Comienza con un grupo de sabios o magos o viejos de barbas largas y túnicas coloridas que discuten de manera acalorada frente a un pizarrón. Uno de los viejos, el que tiene la barba más larga y el sombrero más puntiagudo, toma una tiza y comienza a dibujar un trayecto que va desde una circunferencia grande a otra más pequeña, blanca, distante. Tras una pelea que incluye lanzamiento de proyectiles y empujones varios, la acción salta a una sala de construcción donde se prepara el fuselaje de una nave espacial. De ahí, al terreno de despegue, donde unos pocos hombres se suben a la nave ya lista. La cámara toma entonces a la Luna, que a medida que se va acercando y agrandando, define las facciones de un extraño rostro humano. De la nada, un cohete se estrella contra uno de sus ojos y lo revienta, arrojando un líquido espeso que se escurre en la mejilla del enfadado satélite.

La imagen –que está al final de este párrafo– es uno de los planos más famosos del cine. Con una duración de poco más de 14 minutos, este cortometraje fechado en 1902 hizo historia. Se titula Viaje a la Luna (Le voyage dans le Lune), fue creado por el mítico director francés Georges Méliès y se considera que es la primera película en incorporar la animación para crear una historia de ciencia ficción. La producción –que se perdió cuando Méliès se retiró del cine, se volvió a encontrar en 1930 y luego se coloreó para una exhibición especial en 2011– es una de las pruebas más antiguas de que el cine, como respuesta automática a las inquietudes de la humanidad, mira hacia el satélite terrestre desde hace muchos años. Para ser más exactos, desde hace 116. 

Que la relación haya sido tan longeva y que se haya nutrido de una cantidad considerable de películas “lunares” no evitó, sin embargo, que el séptimo arte continuara embobado con la posibilidad de su conquista. Ni, tampoco, con aquel polémico primer paso que, el 20 de julio de 1969, Neil Armstrong dio sobre su superficie. 

Han sido bastantes los esfuerzos del cine por mostrar la carrera a la Luna, y muchos de esos proyectos fueron dignos o, al menos, rescatables. Películas como Apolo 13 o Moon quedaron bien paradas dentro del “cine espacial” y dejaron pautadas frases, escenas o momentos para recordar, para volver a ver y repasar.

Y este entusiasmo por el satélite y su influencia en la humanidad ha continuado por estos días con más películas y proyectos. De hecho, la Luna es hoy protagonista de la cartelera del cine uruguayo. El primer hombre en la Luna –dirigida por Damien Chazelle (Whiplash, La la land) y protagonizada por Ryan Gosling y Claire Foy–  se estrenó el pasado jueves y significa una reconstrucción moderna de la misión del Apolo 11, que hace 49 años llevó al espacio a tres hombres –Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins– con una misión concreta: ser los primeros seres humanos en colonizar la Luna, en plantar la bandera de su país en su suelo y, de paso, aventajar a los rusos en la carrera espacial.

La película llega precedida de una reputación que comenzó marcándola como cita ineludible de cara a los próximos Oscar, pero que luego se fue desinflando tras las opiniones de algunos críticos desencantados a los que la producción no les cayó demasiado en gracia. De todas formas, en lo que todos coinciden es que en cuanto se abren las puertas del Apolo 11 y el vasto suelo lunar queda de cara frente al espectador, no se puede hacer otra cosa que admirar ese territorio todavía inexplorado que sigue hipnotizando a generaciones enteras de cineastas. 

Escala: la Luna

Varias producciones retomaron el viaje lunar tras el corto de Méliès (entre ellas De la tierra a la Luna, estrenada en 1958 y basada en la novela homónima de Julio Verne), pero fue recién en 1968 cuando el cuerpo celeste volvió a tomar una relevancia considerable en la pantalla de cine. 

En plena carrera espacial, Stanley Kubrick lanzó 2001: Odisea del espacio, una epopeya intergaláctica de más de dos horas y media que creó junto al novelista Arthur C. Clarke y que marcó un antes y un después en el cine de ciencia ficción.

Aquella producción no tenía a la Luna como centro narrativo, ya que para Kubrick era más importante lo que sucedía dentro de la nave, la relación entre David Bowman y HAL 9000, los monolitos, la posibilidad de la inteligencia artificial y las cuestiones existenciales y filosóficas de la expansión del ser humano por el universo. Sin embargo, el satélite juega un rol fundamental en este futuro idealizado porque funciona como una especie de Tres Cruces espacial en la que uno puede tomar asiento, comerse un snack o esperar el trasbordo que lo lleve a otros planetas, sistemas solares o galaxias. 

La secuencia de la Luna está musicalizada con el Danubio azul y muestra algunos de los efectos especiales más sorprendentes de la película. En aquella época, ver una lapicera volando o a una mujer del servicio caminando en una circunferencia ingrávida era, claramente, motivo suficiente para quedar estupefacto en la butaca del cine. Ahora quizá no sea un golpe de efecto, pero sigue sorprendiendo el realismo de esta obra maestra.

En 2001: Odisea del espacio la premisa implícita es que los viajes de la Tierra a la Luna serán, en un futuro, tan sencillos como cruzar el mundo en un avión. Kubrick lo mostró de forma tan cruda que, poco después de que el hombre llegara a la Luna –un año después del estreno de la película–, se instaló la teoría conspirativa de que el gobierno estadounidense lo había contratado para filmar el alunizaje en un set de Hollywood. Si fue así –algo improbable–, el bueno de Stanley se lo llevó a la tumba.

Houston, no llegamos

Los experimentos con el espacio y con la Luna siguieron y, entre ellos, se destacó uno que no llegó a pisar el satélite, pero que igual quedó grabado en la retina del cine reciente. Fue Elegidos para la gloria, de Philip Kaufman, que se basaba en un libro de no ficción de Tom Wolfe (The right stuff) que a su vez se basaba en los intentos de la misión Mercury de poner a un estadounidense en órbita. La película se estrenó en 1989, ganó cuatro premios Oscar y fue un antecedente para muchas de las películas espaciales que vinieron luego.

Entre esas películas a las que influenció está Apolo 13. En 1995, ese tanque hollywoodense llegó a las pantallas cargado con todas las armas necesarias para convertirse en un clásico reciente: tenía un director exitoso (Ron Howard), un elenco destacado (Tom Hanks, Kevin Bacon, Bill Paxton, Ed Harris) y retomaba uno de los episodios más dramáticos de la carrera espacial.

Este emocionante retrato de la fallida misión del Apolo 13 –que no pudo alunizar y que regresó a la Tierra de milagro–  ganó dos Oscar, estuvo nominado a otros siete y dejó una frase icónica para la posteridad: “Houston, tenemos un problema” es, según el American Film Institute, la frase número 50 en la lista de las mejores de la historia del cine. 

Últimos experimentos

En 2009, Duncan Jones –también conocido como el hijo de David Bowie– estrenó su primera película como director. Se tituló Moon  y tenía a Sam Rockwell como único actor en pantalla. Transcurre enteramente en el satélite terrestre, en un futuro en el que una empresa constructora se encarga de extraer un isótopo que se encuentra en el suelo lunar. El personaje de Rockwell debe esperar, luego de tres años de trabajo y la sola compañía de un robot con la voz de Kevin Spacey, que se repare el satélite que lo llevará de nuevo a la Tierra. Su mundo aislado y rutinario se trastoca cuando se encuentra con su propio clon.

Moon es, hasta ahora, uno de los retrato más asfixiantes que se tienen del satélite. Mostrado como un desierto interminable de polvo grisáceo y carente de encanto, la Luna aparece amenazante y desoladora, llena de escondrijos en donde se pueden encontrar amenazas desconocidas para el cuerpo y la mente. 

Esta película es, tal vez, la prueba reciente de que el retrato que más se perpetuó en las últimas décadas es ese, el de un cuerpo celeste que domina el cielo desde unos distantes 384.400 kilómetros, que vigila a la humanidad desde tiempos inmemoriales y que el cine ha tratado de descifrar de todas las maneas posibles. La historia y la cartelera lo prueban: la Luna sigue manejando mareas a su antojo, moldeando mitologías arcaicas y actuales, y conquistando, película a película, el interés de todos.

Algunas películas que viajaron y se quedaron en la Luna
2001: Una odisea en el espacio (1968). No es precisamente un viaje a la Luna, pero sí la constatación kubrickeana de que en el futuro el satélite nos servirá de estación, aeropuerto y escala espacial.
Apolo 13 (1995). Nunca antes una misión espacial fue tan estresante e intensa. Ron Howard lleva la historia de un fracaso al límite y cuelga en el tablero de corcho del cine una frase icónica.
Moon (2009). Íntima, profunda e inquietante, Moon significa un pico temprano e inédito en la posteriormente mediocre carrera como director de Duncan Jones, el hijo de David Bowie.
El primer hombre en la Luna (2018). Damien Chazelle se aleja del jazz y mete a Ryan Gosling en un cohete que lo lleva a la Luna y, posiblemente, lo pondrá (de nuevo) en la órbita de los Oscar.

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