En el último mes he ido a conciertos que disfruté mucho, pero el recital del viernes que dio Lisandro Aristimuño en El Galpón fue algo especial. A sala llena, el cantante argentino, de 35 años, logró con su voz, guitarras y acompañado por un cuarteto de cuerdas (dos cellos y dos violines), una atmósfera de cercanía que hizo de su música un lugar de encuentro.
El cantautor recuperó temas de toda su carrera e interactuó mucho con el público. Algunos podrán decir que su onda “hipster inseguro” es una impostura, pero yo creo que no lo es, que tiene la virtud de reírse de sí mismo, como cuando le confesaba al público que una canción era difícil de tocar, contaba que Me hice cargo de tu luz la compuso después de “comprar birras en el chino” esperando que llegaran amigos a celebrar su cumpleaños, o dijo sentirse como Axl Rose cuando le lanzaron una bandera uruguaya.
El final fue sublime con Canción de amor, con la pequeña orquesta tocando una y otra vez la hermosa melodía de este tema a lo Nick Drake, constructora de imágenes y paisajes como toda su música. La noche culminó con Aristimuño abandonando el escenario en un baile suave, poético y feliz.
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