La revolución de la confianza

Hasta hace unos pocos años hablar de sustentabilidad solía asociarse fundamentalmente a temas ambientales, sin embargo, la densidad de las transformaciones que estamos viviendo está ampliando dramáticamente el significado del término. Ser sustentable pasó de ser preocuparse por las generaciones futuras a hacerlo también por el futuro próximo, por mañana y por hoy. "Crear un futuro compartido en un mundo fracturado", fue el tema central del reciente Foro de Davos, y resulta un buen ejemplo de lo que significa hoy hablar de sustentabilidad o de responsabilidad social. Encaramos la cuarta revolución industrial juntos o enfrentados, y este es un reto que afecta no solo a las naciones y a las culturas. Es una tensión interna que viven todas las organizaciones que interpeladas por el entorno se proponen cambiar, o mirándolo de una manera más propositiva, aprender.

Durante más de cien años diseñamos organizaciones para repetir procedimientos, para protegernos del competidor, reforzamos los límites, las barreras y los secretos. En los últimos cinco años mi escritorio se convirtió en nuestra mesa, mis archivos son los nuestros en la nube, los proveedores son nuestros socios, donde había paredes hay ventanas, donde rendía competir hay que colaborar y la planificación a largo plazo dio lugar al lean management.

La tecnología está transformando más que las formas de interacción, está modificando cosas tan básicas como el sentido del tiempo y de la distancia. Esta es una revolución que está cambiando sobre todo nuestras formas de ser y estar con otros, especialmente en el mundo del trabajo. El desafío creciente es aprender nuevas prácticas, aprender a aprender de forma permanente.

El punto complejo es que la conversación viene poniendo el foco en lo que la tecnología hará con nuestros trabajos, nuestra salud, nuestras relaciones y no en qué vamos a hacer las personas con estos avances. Y cuando se trata de aprender, de dejar unas prácticas para abrazar nuevas dinámicas, las personas necesitamos tener confianza en nosotros mismos, en nuestro entorno y en que esas nuevas prácticas de alguna manera van a beneficiarnos. Si esto no es así prima la resistencia, la oposición, el conflicto y la ruptura.

No es casual que en este entorno los líderes globales estén discutiendo en Davos como recomponer un sentido de destino compartido en un mundo marcado por la fragmentación. Si para ser sustentables en el corto plazo las organizaciones requieren hacer del aprendizaje y la colaboración constantes diarias, la confianza es un activo imprescindible en ese viaje. La confianza es un bien que tarda en crecer y que se marchita con facilidad, es un valioso intangible que surge de interacciones sostenidas, de expectativas atendidas y fundamentalmente de la comunicación clara y coherente.

Quienes se encuentran al frente de las organizaciones en estos tiempos saben que están lidiando con una revolución que más que tecnologica es humana, porque al final no habrán cambiado nuestras únicamente formas de producción sino nuestras concepciones y nuestras formas de ser en sociedad.

Ya no se trata de reparar el barco mientras navega, sino de modificarlo mientras viaja al próximo puerto a la vez que la tripulación desarrolla nuevas habilidades.

Por eso la cuarta revolución es la revolución de la confianza. Porque para llegar a puerto necesitamos poder colaborar, cambiar, arriesgar, contar con que mi organización se rige por principios y valores, que más allá de las incertidumbres contingentes hay códigos y propósitos que guían las decisiones.

Es por eso que actuar con responsabilidad social y buscando la sustentabilidad nunca fue tan importante, porque somos los que hacemos y es a partir de nuestros actos que las personas descubren si pueden o no confiar para cambiar.