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La revolución (feminista) francesa de Virginie Despentes

Es una de las rebeldes contemporáneas de las letras francesas; la trilogía Vernon Subutex y su manifiesto feminista están en Uruguay
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23 de julio de 2018 a las 05:07
A Virginie Despentes la violaron a los 17 años. Estaba haciendo dedo en la periferia de París junto a una amiga cuando pasaron tres hombres, se las llevaron y las violaron. Pensó (pensaron) que era algo que podía pasar. No eran las primeras ni serían las últimas. Pensaron que si le restaban importancia iban a curarse más rápido. Hasta que tres años después un desconocido entró a la casa de una de sus mejores amigas y la violó sobre la mesa de la cocina.

Fue entonces cuando se cansó. Cuando se hartó, en realidad. Cansada ya estaba. Había preferido el autoengaño –olvidar el episodio de la violación a pesar del odio que corría por sus venas– para no cargar con los rostros de aquellos hombres; para que no le arruinaran los días que le quedaban por vivir. Pero cuando supo lo que le había pasado a su amiga fue cuando dijo hasta acá llegamos. Conocía muy bien las peleas diarias de las minorías; su hogar había sido un caldo de cultivo favorable a las luchas de la clase obrera aprisionada en el interior de Francia.

Por eso abrazó el feminismo más incómodo y mantuvo una guerra fría contra el machismo francés. Robusteció todas las características que tanto habían asustado a sus padres cuando tenía 15 años –por lo que la internaron en un psiquiátrico– y peleó desde el under, se metió todas las drogas que le pusieron delante y utilizó el punk rock como una religión para emancipar su alma rebelde y lastimada.
Acusó a todos –izquierdas, derechas, centros, a los radicales, a los tibios– y no se calló nada. Sin embargo, lo hizo en un radio tan amplio como su nombre todavía desconocido le permitió. O sea, en un ambiente de intimidad impermeable. Por eso, para que el mundo fuera testigo total de su revulsión aplanadora, para que trascendiera fronteras y llegara hasta las estanterías del resto del globo, habría que esperar hasta 1998, el año en que su firma apareció bajo el título Baise-moi (en uruguayo: Cogeme).

Pero antes de eso hubo otras Virginie Despentes. Antes de su polémico debut literario en Baise-moi, antes de la creación de un manifiesto feminista y de una trilogía sobre la Francia más decadente y cosmopolita de todas, Despentes trabajó como mucama, fue prostituta y desnudista en un peep show. También vendió discos, descubrió su lesbianismo, fue periodista de rock freelance y crítica de cine porno.

Y después de todo eso vinieron las letras. Y su nombre en la portada de los libros. También las entrevistas, el salto a la fama, la nominación al premio Goncourt, una adaptación de su primera novela bajo su batuta –y que fue prohibida en Francia–, su figura brusca, reacia a demostrar conciliación o complicidad. Y después, todo lo demás. Pero como había pasado antes, y como siguió pasando más tarde, Virginie Despentes no dejó de reivindicar el lugar de la mujer con acciones y palabras. O palabras de acción. Es más, mientras más hinchado estuvo su nombre en el mundillo literario, más alta flameó su bandera y su denominación como una de las más descarnadas e incómodas de las firmas francesas contemporáneas.

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Vive l'autre France

"Escribo desde las feas, para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal cogidas, las incogibles, las histéricas, las chifladas, todas las excluidas de la gran feria de las que están buenas. Y empiezo por ahí para que las cosas sean claras: no me disculpo de nada, no me vengo a quejar. No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece que es un negocio mucho más interesante de llevar que cualquier otro".

Así de contundente, sin guardarse nada y asumiéndose parte de un todo que defiende en cada letra, esta escritora de 49 años inicia su ya clásico ensayo Teoría King Kong. Su manifiesto. Y, como todo manifiesto, es un texto para la acción. A través de 176 páginas la autora carga contra todas las convenciones patriarcales, las desmenuza y las resquebraja y, de paso, aprovecha para contar su propia historia de vida. El libro, que se editó por primera vez en 2006 y cuya reedición puede encontrarse en librerías locales, aborda todos los temas en los que a Despentes le interesa involucrarse como mujer, francesa y artista. Pasan la prostitución, el matrimonio, la maternidad, el rock, las drogas, las convenciones de su sistema y más.

Despentes trabajó como mucama, fue prostituta y desnudista en un peep show. También vendió discos, descubrió su lesbianismo, fue periodista de rock freelance y crítica de cine porno.

Pero además de este transgresor libro que pasó a convertirse en una biblia feminista de culto en la Francia posmoderna, Despentes tiene otra gran obra que, también, puede encontrarse en el país. Nueve años después de Teoría King Kong, la escritora publicó el primer tomo de una trilogía que apuntó a retratar aquel París que ella veía todos los días. La cara de la ciudad luz que no sale en los programas turísticos, aquella que se esconde en los distritos periféricos y que plantea el fin y la decadencia de sueños que se truncaron con el nuevo milenio. El final descorazonador de una utopía que no tenía esperanzas pero que, al mismo tiempo, emitía luz pálida. La trilogía de Vernon Subutex.

Vernon Subutex
Vernon Subutex, la trilogía de Virginie Despentes disponible en Uruguay
Vernon Subutex, la trilogía de Virginie Despentes disponible en Uruguay

Estos libros –cuyo tercer volumen llegó a Uruguay hace muy poco– terminaron de construir la reputación de Despentes y lograron destrabar su popularidad del circuito europeo.

Diagnosticada como "un manotazo en la cara a los nacidos a finales del siglo XX", esta pequeña saga francesa sigue los pasos del personaje del título, un parisino de 50 años que de un día para el otro se queda sin nada. Sin su local de discos, sin su mejor amigo –Alex Bleach, un roquero negro estrella del indie francés, que muere de sobredosis–, sin casa, sin plata y sin sueños. Sin embargo, Subutex sí tiene algo: una serie de cintas que Bleach le dejó como legado y que podrían valer mucho para un montón de personas. Y también para él. Es así como su vagabundeo obligado por las calles de la capital gala –recuerden, se quedó sin casa y ahora es un hombre de la calle– lo lleva a conocer un variopinto grupo de personajes que se involucran en sus peripecias urbanas.

Vernon Subutex es sátira negra, es desamparo, es crítica a una generación dividida y sustentada por fracasos. Es, también, un coro de voces disímiles manejadas con pulso adictivo y del que es difícil, muy difícil, despegarse.

Vernon Subutex es sátira negra, desamparo, crítica a una generación dividida y sustentada en fracasos.

Al final, lo que hace la trilogía es presentar la verdad que esta artista, incómoda con el mundo, entiende que rige en su país hoy, más allá de las postales. Una verdad que habla de fachos, progres, racistas, xenófobos, estrellas del porno en decadencia, ricachones desalmados y callejeros sin futuro. De un país al borde de la condena, diseñado para encantar al extranjero y anestesiar al local. De nostálgicos que ríen mientras recuerdan la época en la que la droga, la música y su libertad eran todo, aunque ahora ya no sean nada.

Para Despentes, que forjó un nombre aferrándose a su propia autenticidad, esta verdad termina siendo lo más importante. Y es algo que dejó muy claro en entrevista con Los Inrockuptibles: "Creo en la sinceridad. Hay gente a la que eso no le interesa y es una pena. Cuando la gente no es sincera consigo misma, está todo el tiempo corriendo detrás de algo. Y la intención de ser verdadero es lo que hace toda la diferencia".

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