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La salida de Maduro
Horas aciagas en Venezuela por la inédita doble crisis económica y política como consecuencia de las prácticas populistas y, más grave aún, dictatoriales, del gobierno que dirige Nicolás Maduro –inspiradas en su predecesor y mentor Hugo Chávez-, la cara visible de un régimen que consumió a una democracia que es ineludible recuperar. En un escenario dantesco de hambre y miseria, sin medicamentos ni atención médica, de una hiperinflación que se mide en millones, tasas de violencia de las más altas del mundo, violación a los derechos humanos y de podredumbre por la corrupción –digno de una lúgubre película de ciencia ficción- aparece una tibia luz de esperanza con el inesperado liderazgo opositor del joven Juan Guaidó, el titular de la Asamblea Nacional de 35 años de edad, que se declaró, aplicando la Constitución, “presidente encargado” y convocó a elecciones libres, lo que despertó un entusiasmo popular de una población acabada por la dictadura chavista y un histórico respaldo internacional, salvo, claro está, los gobiernos de mano dura de Vladimir Putin (Rusia) y de Xi Jinping (China). Es la primera vez que se advierte un chavismo a la defensiva.
Aunque hay señales de que es posible una transición democrática, por ahora solo se ha abierto una hendija de esperanza. Es muy ingenuo creer que Maduro está con un pie fuera del poder, aunque nunca ha estado tan cerca de caer en el abismo gracias a la movida inteligente de Guaidó de declararse “presidente encargado” de Venezuela ante la falta de legitimidad de un gobierno que se mantuvo en el poder por elecciones fraudulentas. Los gobiernos de Donald Trump (Estados Unidos) y de importantes países de América Latina –excepto los presidentes Andrés Manuel López Obrador (México) y Tabaré Vázquez (Uruguay) que siguen machacando con un acuerdo político, pese a los innumerables fracasos de estos años por la estrategia dilatoria del chavismo- han dado un fuerte espaldarazo al líder opositor. El broche de oro sería que la UE también reconociera a Guaidó como mandatario interino y que se dé cuenta que es lo que asegura que se realicen elecciones libres.
Aunque por ahora la proclamación política de un “presidente encargado” es más simbólica que otra cosa, podría estar marcando un camino para inaugurar un gobierno en transición que desemboque en una verdadera elección democrática con todas las garantías.
Es muy difícil ver con claridad en estas horas cuál será la salida a la crisis venezolana: un período de transición que defina un calendario electoral; la continuidad de Maduro en el poder por el apoyo de los jefes castrenses como hasta ahora; o una intervención militar de potencias extranjeras. La salida menos traumática y esperanzadora es que la estrategia de Guaidó desemboque en una “primavera de Caracas” que recupere el antiguo régimen democrático y republicano que el chavismo hizo añicos y contribuya a encontrar una salida a la crisis económica de uno de los países más ricos en petróleo.
Lo que sí es muy claro es que estamos ante una de las últimas oportunidades para encontrar una salida constitucional, y lo menos traumática posible, para que el tirano Maduro abandone el Palacio Miraflores e instaurar el estado de Derecho. Venezuela se lo merece.
