En la actualidad, Jersón no cuenta con luz ni agua corriente

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La toma de esa ciudad estratégica fue victoria de Putin al comienzo y ahora es una incógnita

El enclave portuario de Jersón, al sudeste ucraniano y a orillas del río Dnieper, quedó en manos rusas no bien comenzó la guerra. El anuncio de Moscú de la evacuación de la población civil se produjo ante la aproximación de las tropas ucranianas
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11 de noviembre de 2022 a las 05:03

Jersón está en la desembocadura del río Dnieper en el Mar Negro. Es una ciudad importante por su industria, sus astilleros navales y porque es un punto obligado de comunicación entre Rusia y Crimea, una península donde está la flota rusa del Mar Negro y se independizó de Kiev en 2014.

Cuando el 24 de febrero el ejército ruso inició la invasión, a las pocas semanas Jersón quedó bajo su control. Los ocupantes nombraron una administración afín y desde entonces, al igual que la República del Donbás, parecía que Kiev no iba a tener capacidad para desafiar el poderío del Kremlin.

Jersón tiene 300.000 habitantes en tiempos de paz y la mitad de ellos son rusoparlantes. Sin embargo, en 1991, en ese oblast (región) el 90% de los ciudadanos votaron por independizarse de Moscú.

En el mes de setiembre, la ofensiva lanzada por Volodomir Zelensky sobre territorios ocupados por las tropas de Vladimir Putin tiene a Jersón en estos días como un eje central del conflicto armado.

Según el presidente ucraniano, Rusia disfraza la retirada de la ciudad portuaria bajo la intención de “preservar la vida” de sus tropas. También los altos mandos ucranianos advierten que si sus soldados intentan entrar a la ciudad se pueden encontrar con una trampa mortal, ya que quizá la retirada pueda ser un ardid para atacar al ejército de Zelensky en pleno invierno y dificultarlo en su red logística y de aprovisionamientos.

En la actualidad, Jersón no cuenta con luz ni agua corriente. Está deshabitada de población civil y se convirtió en tierra de nadie en una guerra que no se sabe cómo seguirá ni cuántas víctimas hubo y seguirá habiendo.

El jueves, el general estadounidense Mark Milley, jefe de la junta de jefes de Estado Mayor de su país, hizo una evaluación de lo que Washington cree que hubo entre muertos y heridos en cada bando. Milley dijo que son alrededor de 200.000 bajas militares, 100.000 en cada bando, entre muertos y heridos. Es muy difícil saber qué proporción de muertos y heridos hay en este conflicto ni tampoco es sencillo saber si esa partición por mitades puede ser acertada ya que tanto Moscú como Kiev se cuidan mucho de decir cuántas víctimas sufrieron y cuántas les causaron al adversario.

Según Milley las víctimas civiles serían unos 40.000. Esto cifra indicaría que ambos ejércitos se cuidan –si los datos son acertados- de evitar víctimas no armadas. Cabe señalar que Ucrania tiene unos 45 millones de habitantes y el 20% aproximadamente salió del país y otro tanto fue autoevacuado a lugares donde no hay combates ni duelos de artillería.

Milley dijo en una rueda de prensa que la retirada de los rusos de Jersón, “podría llevar semanas”. Esto contradice las versiones de la inminencia del abandono por parte de Moscú de Jersón y también pone en alerta a quienes ven como cercana la recaptura por parte de las tropas ucranianas de esa ciudad.

Mientras nada de eso suceda, los caminos terrestres a Crimea seguirán en control de los rusos. Zelensky tuvo una frase este miércoles -en sus declaraciones de todos los miércoles- que muestra también la cautela de Kiev: “El enemigo no regala nada”.

El ministerio de Defensa ruso, por su parte, ordenó a sus tropas cruzar a la margen derecha del Dnieper. Es decir, a la zona más cercana a Rusia. Pero puede ser un “drole de guerre” (una falsa guerra), un concepto que indica el juego de intrigas y de inteligencia para confundir al adversario.

Si Jersón cayera en manos de las tropas ucranianas podría ser, como dicen todos voceros de la OTAN y replican muchos medios de prensa, “el peor fracaso de Putin”. Sin embargo, nadie cazó al oso y por lo tanto no se puede poner el sobretodo de oso, usando una metáfora de origen ruso. Con el invierno encima, ocupar con tropas una ciudad sin luz ni agua, puede ocasionar un escenario de fracaso equivalente o peor para Kiev, en caso de que eso sucediera.

Nadie, en una guerra, anuncia lo que va a hacer, por lógica bélica. Incluso no anuncia las vías de diálogo que se abren para intentar llegar a la inevitable mesa de negociaciones. La guerra es la continuación de la política y ésta, algunas veces, se complementa con batallas armadas.

En estos últimos días, la palabra “negociaciones” vuelve a cobrar intensidad. Porque los actores mediatos del conflicto también sufren conflictos. En Estados Unidos, el propio Joe Biden instó a Volodomir Zelensky a no pedir más ayuda militar a su país. Ni hablar del papel de los republicanos, con un Donald Trump que nunca dejó de lado su buena sintonía con Putin. La sociedad norteamericana votó el martes 8 con una agenda doméstica, aquejada por la inflación y el alza de las tasas de interés.

La Casa Blanca ya anunció un encuentro de Biden con Xi Jinping en la Cumbre del G 20 la semana próxima y la guerra de Ucrania está en la agenda de ambos líderes.

En los países de la Unión Europea y en Gran Bretaña, las sociedades cada vez más se distancian de la guerra, incluso relativizan la condena a Putin, no por simpatías con Moscú, sino por los costos de la energía y la inflación galopante. Las derechas y ultraderechas de ese continente tienen poco apego al europeísmo y a la OTAN.

Ucrania está endeudada y con su economía devastada. Es decir, más dependiente que nunca de una eventual reconstrucción. Ergo, más cerca de aceptar el camino que le den las potencias occidentales.

Los que miran el campo de batalla y nada más, elogian el avance ucraniano en Jersón, que solo fue posible por las armas de precisión que le brindaron sus aliados. Los que miran la política también esperan ver qué puede suceder con los contactos existentes entre Washington y Moscú y también con Beijing, que se mantiene distante aunque es un aliado económico de primera magnitud para Rusia.

Una vez más, cuando hablan las armas y nada más, se puede especular con una escalada que llegue al uso de armamento nuclear. Y no es descabellado que ese escenario sea uno de los posibles. Sin embargo, cuando las temperaturas lleguen a menos cero grados, el campo de batalla necesitará de la diplomacia en un mundo donde Estados Unidos podrá perder la unipolaridad pero no da muestras de que la de Zelensky sea su guerra.

Emmanuel Macron, el presidente francés da un primer paso el viernes con un Foro por la Paz al que asistirán mandatarios, funcionarios internacionales y puede ser el primer eslabón de una cadena que la semana próxima tendrá la cita del G 20, donde estarán presidentes de las potencias. Un encuentro donde el tema de la guerra y la paz será uno más o quizá el más importante.

 

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