Opinión > EDITORIAL

La vergüenza de Rossi

El caso de la Estación Central debería ser defendido por la sociedad uruguaya
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02 de marzo de 2019 a las 05:03

El ministro de Transporte y Obras Públicas, Víctor Rossi, planteó con una honestidad brutal su frustración por no haber podido encaminar la situación ruinosa de la Estación Central del Ferrocarril.

Un edificio ligado a la historia misma del desarrollo de Uruguay se encuentra desde hace décadas en estado ruinoso. 

El paso del tiempo que nunca detiene su marcha avanza inexorablemente a su alrededor. Como un ancla pesada, perdida en el fondo del tiempo, el legado arquitectónico británico más importante y emblemático padece del peor mal uruguayo: la desidia ante la velocidad del almanaque y esa extraña postura de relativizar la memoria urbana hasta pulverizarla.

“Yo no sé cómo resolver este problema. He tenido la gran oportunidad de estar acá en dos períodos. Desde que vine al ministerio por primera vez en 2005 pasaron 14 años y no se ha podido destrabar la situación. Claro que tiene elementos jurídicos e intereses en juego, y demandas y litigios, pero se le está privando a Montevideo y a Uruguay la utilización de un lugar destacadísimo, y lejos de aprovecharse eso se ha degradado toda la zona. Siento vergüenza de no poder resolver eso, como uruguayo y como integrante de este gobierno. Créanme que he hecho todo lo que desde el punto de vista de mis responsabilidades se puede hacer”, señaló Rossi el último jueves en Búsqueda.

Su franqueza inusual entre los políticos es casi tan grande como el problema que tiene Uruguay con la indefinición infinita sobre como revitalizar de una vez y para siempre a la Estación Central. Por historia, ubicación geográfica y hasta por la alicaída autoestima de Montevideo, una de las capitales otrora más admiradas del continente, urge acelerar los procesos judiciales y políticos para que se destrabe el freno que impide transformarla.

En los últimos días se han discutido ideas de qué hacer en el edificio histórico: desde centros comerciales hasta polos tecnológicos de última generación; lo que sea hay que encarar el problema que avergüenza tanto al ministro Rossi como a los uruguayos con un mínimo de sentido común. 

La desazón de Rossi ante su fracaso personal con la Estación Central es metafórica de lo que muchos uruguayos sienten con el país. Se perciben los cimientos sólidos y firmes como para transformarse en algo mejor, moderno y activo, pero lo que hay es una estructura vacía, sucia, vetusta, producto de la impericia, mezquindad y falta de visión de los gobernantes a lo largo de los lustros.

En el presente, el edificio histórico se encuentra en custodia del MTOP. Como señala el jerarca, han logrado devolvérsela a los uruguayos.

Algo muy importante. Pero es obvio que no alcanza y que en este período de gobierno es muy poco probable que se vean cambios sustanciales ya que la posesión aún no se ha logrado. 

Pero principio tienen los caminos y por algún lado había que empezar. 

La sociedad uruguaya, tan propensa a defender las cuestiones públicas impidiendo privatizaciones parciales de la década de 1990 o logrando reformas en la Constitución para la explotación del agua potable por parte del Estado, bien podría asumir la causa de la Estación Central como propia para terminar con la vergüenza que genera el presente. 

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