Estilo de vida > La década

Mujeres a la calle: el crecimiento del feminismo a fuerza de muertes y abusos

Una lucha de las mujeres que atraviesa la sociedad
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30 de diciembre de 2019 a las 05:00

Una llamada cada 13 minutos. Un grito desesperado de una ayuda que no siempre llega a tiempo y más mujeres asesinadas en 2019. 19 casos tipificados como femicidios, según la ONU. No, 21. No puede ser, 22. Las organizaciones feministas que registran los casos aseguran que son más. Mientras escribía llegó la noticia que revuelve las tripas cada vez. Y cada vez peor que la anterior. Durante la Navidad, un hombre mató a balazos su expareja. También a la hermana de la mujer, que agonizó más de 24 horas. Otro mató de un cuchillazo a la hija de su expareja. Así nada más. Fueron y las mataron. Lorena, Rita y Antonella. Tres mujeres más. Tres menos. 

Algunos días atrás las representantes del colectivo Mujeres de Negro contaron que desde el año 2006 escribieron 440 pancartas con los nombres de las mujeres asesinadas. Desde la calle parte el grito de que deberían estar vivas. 

Y la calle fue testigo y parte de un movimiento que no para de crecer. Desde hace décadas un grupo de mujeres se enfrenta en sus marchas a la mirada reprobatoria, a la indiferencia más brutal. Al “feminazi”, en los últimos años. Pero ellas no pararon y el tiempo y la bronca y las muertes hicieron que cada vez fueran más. Miles, decenas de miles, centenas de miles en algunas de las marchas más impactantes que vio transitar la avenida más simbólica de Montevideo. Y cuando algún desnorteado sugirió que se trataba de una moda, allí estuvieron las miles y miles, otra vez, en la calle. 

Esta década vio multiplicarse ese movimiento. Vio cómo se dejó de tolerar que cualquier varón tuviera el derecho de opinar libremente sobre los cuerpos de las mujeres y hacérselo saber con palabras que solo generan miedo y asco. Mucho miedo y asco. Vio cómo comenzó a cuestionarse el rol establecido de hombres y mujeres en las relaciones de pareja, en las familias. Cómo la vestimenta de una mujer ya no podía –nunca debió haber podido- ser una excusa para ninguna cosa que pudiera pasarle. Cómo ya no se oculta que las mujeres en general ganan menos –mucho menos- que los hombres en los mismos puestos. Cómo ya hay una resistencia firme a ocupar lugares secundarios porque sí y ser los eternos floreros. La acompañante, la gran mujer que siempre está detrás de un gran hombre –¿cómo se repitió esa frase por años y años sin siquiera detenerse a pensar? 

Y esta década vio también cómo, a pesar de que fue un tema de conversación al más alto nivel político, las mujeres aún están lejos de ocupar lugares de decisión a un nivel similar al de los hombres. Lejísimo.

¿Pudo haber influido en la masividad el #MeToo estadounidense? ¿La movida argentina de los pañuelos verdes? ¿El #Niunamenos? Sin dudas. Pero también sin dudas este movimiento social y político es uno de los más fuertes de la década en Uruguay. 

Estos últimos años también vieron llegar algunos reclamos históricos de las mujeres y distintos colectivos, como la despenalización del aborto o el matrimonio igualitario. Vio como se empezaron a transformar las familias, o el modelo tradicional de familia. Se aprobó la ley de reproducción asistida, la ley integral para personas trans, la extensión de la licencia maternal y paternal o la ley de violencia de género. Pero este es un tema aparte porque hay ley pero no hay presupuesto. Casi como si no hubiera ley. Existe un compromiso y está ahora en manos del futuro gobierno y los nuevos parlamentarios dar los recursos que no se dieron para que deje de ser tinta en el papel.

En los últimos años el tema estuvo en la conversación. Llegó a la mesa familiar, a las charlas de amigas, a los trabajos. Trajo peleas, desilusiones, desencantos, incomodó y de a poco, empezó a cambiar cabezas. Algunas. Pero también falta que el mensaje y los hechos concretos lleguen  a los lugares en los que antes que cualquier cosa está conseguir la comida para el día, lograr que los niños permanezcan en la escuela, que esa noche haya algo con qué taparse. A los lugares en los que las mujeres que no tienen nada son objeto permanente de los peores abusos. Y para eso no alcanza solo con los movimientos sociales. Allí el debe es una política de Estado. La tan reclamada emergencia nacional.

Porque las mujeres siguen y lamentablemente seguirán muriendo en manos de hombres violentos. En nombre del machismo que atraviesa décadas y sociedades. Y por eso también son fundamentales esas mujeres que salen a la calle a gritar basta, las que educan en su casa, en su trabajo, en las reuniones, en los bares, en todos lados. Las que desde los medios de comunicación no pierden oportunidad de dar el mensaje. Todas las mujeres que se cansaron de soportar. Basta. Esta década mostró, corrió velos, expuso, pero no alcanzó. Falta y seguirá faltando hasta que la palabra femicidio deje de ser parte de nuestra vida diaria. 

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