A esta altura, es muy difícil cuestionar el acierto básico, inicial, fundamental y reiterado, de la coalición de gobierno que lidera el presidente Luis Lacalle Pou. Me refiero al cuidado equilibrio entre el combate a la pandemia (que obligó a controlar la movilidad) y la actividad económica (que requirió lo contrario). El gobierno se movió con prudencia aristotélica evitando ambos extremos, el de la cuarentena obligatoria en una punta (o el de mayores restricciones reclamado por la oposición durante todo enero), el de mantener frívolamente la vida social como si no pasara nada, en el otro. Este acierto esencial, fácil de narrar, mucho más difícil de adoptar, explica en gran medida, como han señalado varios colegas en estos días, el alto nivel de aprobación de la gestión presidencial que siguen mostrando los sondeos de opinión.