Ricardo Peirano

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Las redes sociales, el agro y El Observador

Podemos cometer errores. Pero nuestro compromiso es con todos los lectores, y por ello estamos comprometidos con informarles la verdad
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28 de enero de 2018 a las 05:00
Las redes sociales han venido a revolucionar la sociedad de este tercer milenio. Estamos mucho más conectados (demasiado, según algunos estudios), el mundo se ha transformado en una aldea global donde las distancias se han acortado drásticamente, y entramos en relación con personas con las que nos hubiera sido muy difícil hacerlo 20 años atrás.

Podemos expresar nuestras opiniones sobre todo lo divino y lo humano casi sin cortapisa. El presidente de Estados Unidos opina a toda hora del día sobre los sucesos de su país y del mundo vía Twitter. Y en poco tiempo, personas que no se conocían se pueden poner en contacto y coordinar acciones. La "primavera árabe", ahora devenida nuevamente en "invierno", se activó gracias a la facilidad de comunicación que brindan las redes sociales.

El uso inteligente de las redes sociales permite a candidatos políticos con recursos económicos limitados hacer llegar de modo directo su mensaje a sus votantes. Si alguien tiene una expresión poco feliz ella se hace rápidamente viral en las redes y puede acabar con la carrera de un político o un empresario. Fotos de cualquier persona pueden dar la vuelta al mundo en pocos instantes. Y si capturan a un personaje público en una situación incómoda, pueden surtir un efecto devastador.

Las redes sociales tuvieron su efecto en la convocatoria de protestas del agro que decantaron en el gran acto del pasado martes 23. Vía Whatsapp, varios productores comenzaron a comunicarse con facilidad, a enviarse audios y videos, y a generar un ámbito del cual surgieron varias iniciativas como la de ser recibidos por el presidente, la de hacer llegar sus reclamos, de la convocar al acto del día 23 y vaya a saber qué otras cosas en el futuro. Sin las redes y los celulares que las difunden instantáneamente, ello hubiera sido mucho más difícil, por no decir casi imposible.

Pero ocurrió y en bueno que haya ocurrido. Una protesta ciudadana encontró un cauce para manifestarse sin quedar atrapada en cauces burocráticos. Y tal fue su fuerza, que el presidente Vázquez, que había calificado a los "autoconvocados" de ser el "caos", terminó recibiéndolos ayer viernes, apenas tres días después del acto. Acto que todas las fuerzas del gobierno miraron con notoria desconfianza, calificaron como manifestación de intencionalidad política electoral y, en algunos casos minoritarios, hasta de "incitación al odio" cuando se trató de una manifestación pacífica, muy civilizada y con propuestas positivas para el agro y para todos los sectores productivos del país. Una manifestación a la que no estamos acostumbrados en Montevideo, donde por lo general tienen expresiones violentas o discursos agresivos.

De modo que, con sus cosas positivas y sus cosas negativas (hace poco se presentó una queja a Apple por la adicción que generaban sus smartphones en los niños), las redes están para quedarse. Y, bien usadas, serán positivas, mientras que mal usadas o generando adicción tendrán efectos negativos a mediano y largo plazo.

Ahora bien ¿qué tiene que ver El Observador en todo esto? Como medio de comunicación estamos firmemente presentes en las redes sociales, con cientos de miles de seguidores en todas ellas. Es parte del juego de la hora: tienen sus ventajas y sus desventajas (para mí las primeras superan ampliamente a las segundas) pero son un dato de la realidad. Y ese dato lo sentimos claramente siempre, pero especialmente esta semana: cuando el martes 23 anunciamos que haríamos una cobertura especial del acto de Durazno, con un equipo especial de fotografía y video y transmisión en vivo por El Observador TV, nos llovieron críticas en las redes calificándonos de "medio opositor". A la mañana siguiente, cuando titulamos, en el acierto o en el error pero de buena fe y según nuestro leal saber y entender, que la concurrencia al acto fue menor que la esperada, nos tildaron, también en las redes, de "comunistas" y "alcahuetes del gobierno que se arrastran para conseguir pauta oficial de publicidad".

En ambos casos quisimos hacer lo que es nuestra misión: periodismo independiente y serio, pero quedamos expuestos a las criticas e insultos. Podemos equivocarnos y no nos consideramos dueños de la verdad. Y en efecto nos equivocamos cuando el miércoles por la mañana la foto que subimos a la web no era la de tapa sino una que había sido tomada con anterioridad al acto. Tan pronto como lo advertimos, la cambiamos e hicimos una aclaración de nuestro error con un mea culpa incluido. Y fue peor la enmienda que el soneto. Pero, no nos quejamos: son los gajes del oficio y asumimos nuestros errores cuando los cometemos y pedimos disculpas a los involucrados por ello.

De lo que sí pueden estar seguro nuestros lectores, es que en nuestro trabajo no tenemos una agenda oculta, al servicio de intereses sectoriales, parciales, políticos y económicos. No tenemos doble juego. Podemos cometer errores, como dije, y los rectificamos tan pronto nos damos cuenta de ello. Pero nuestro compromiso es con los lectores, con todos, y por ello estamos comprometidos con informarles la verdad. De ese camino, no nos vamos a desviar.

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