Pablo  Zanocchi

Pablo Zanocchi

En guardia

Lo que cuestan las fotos felices

Esas sonrisas y abrazos que guardamos de fondo de pantalla, cuestan más de lo que parece
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01 de mayo de 2015 a las 00:00

Esas sonrisas y abrazos que guardamos de fondo de pantalla, cuestan más de lo que parece

Después de haber pasado una tarde entera en la playa, con todo lo que eso implica, volvimos a la casa del tío Santiago. Felipe estaba sobregirado, lleno de arena, de sal y de sueño.

Estábamos pasando el día en la casa de Punta del Este de mis tíos de Melo, de esos que respetan la tranquilidad del hogar a la hora de la siesta.

Fuimos directo a la ducha. Había que sacarle la arena y, si de por sí no le gusta bañarse, menos en casa ajena.

A los gritos se pasó por esa instancia. El sueño apremiaba y todo indicaba que Felipe se dormiría, dando lugar a la casi desconocida vida personal, esa en la que es posible leer un pasaje de un libro, de mirar un programa de TV que no sea de Disney Junior o de charlar sin que haya que estar haciendo malabares.

Pero, claro que no. Felipe estaba con sueño pero por hache o por be no se dormía. El sueño de tu hijo de tres años es uno de los principales enemigos de la paz familiar. Resiste cualquier tentación, mimo, simpatía, y genera reacciones negativas, efusivas y ridículas del botija, de la madre y, por supuesto, de uno mismo.

Vino hambre:

-¡Quiero postre! – Gritó

-OK. Voy a buscarte postre

-No quiero postre

-¡Quiero cereales!

-OK. Voy a buscar cereales.

-¡No quiero, no quiero! ¡No quiero (llantos y gritos exagerados), no quiero nada papá!

-Bueno. No comas nada entonces. A dormir la siesta.

-(Más llantos), quiero un helado de la Popi. Papá, un helado de la Popi.

-No señor. Usted no se está portando bien. No hay helado de la Popi. Vaya a jugar con los juguetes o a dormir la siesta.

-¡Helaaaaadooooooo de la Pooopiiiiii! – En un grito que se escuchó desde la parada 1 hasta la Laguna Garzón. Y claro que interrumpió la siesta de los tíos de Melo.

-No, señor.

-(Llanto) ¡Poooopiiii!

Esto se repitió por unos 15 minutos. No hubo Discovery Kids, no hubo super héroes en Youtube, ni tableta, ni nada que lograra persuadir el objetivo del pequeño.

Al final, nos miramos con mi esposa, y frente a mis tíos doctores –completamente despiertos-, padres de tres primos, todos derechitos, nos fuimos, derrotados a solucionar el problema

El sacrificio, que puede haber sido pedagógicamente incorrecto, o psicológicamente incorrecto; le enseñamos a nuestro hijo que por el llanto obtiene cosas llevó a capturar este bello momento.

Felipe levanta su copa de campeón, como gran ganador del torneo del capricho, Lucía “Pop Star” aprovechó para tomar un helado, y papá, cansado pero feliz de no escuchar más gritos, sacó la selfie.

A los cinco minutos, con la cara y la ropa manchada por helado, en el viaje de vuelta a la casa, Felipe durmió plácidamente la siesta que tanto esperaba. Fue una siesta digna de un hombre que había ganado la batalla y disfrutado del bacanal que siguió.

Papá y mamá, cansados pero con un aire de tranquilidad, se sentaron en el siillón, se abrazaron frente a la tele y disfrutaron de escuchar un breve silencio.

Y la foto, de esos cinco minutos de felicidad, terminó como fondo de pantalla de mi computadora. Y me recuerda todo el tiempo, en cada jornada de trabajo, que soy un hombre muy afortunado.

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