Los cinco mejores lugares para comer chivitos en Montevideo

Todo comenzó con una mentira. Con una avivada criolla. Una noche de diciembre de 1946 una mujer entró al bar El Mejillón de Punta del Este, apurada y con hambre, preguntando si allí vendían sándwiches de carne de chivito. Ni corto ni perezoso, el dueño del lugar, Antonio Carbonaro, fue hasta la cocina y le preparó un sándwich con un churrasco de carne de vaca dentro de una roseta de pan caliente, con manteca y una feta de jamón y se lo sirvieron a la señora así. El engaño estaba hecho pero el estómago había quedado agradecido. La mujer no lo sabía pero Carbonaro sí: había nacido el primer chivito de la historia.

Ante el repentino éxito culinario, desde Punta del Este el chivito pronto se extendió al resto del país.

A lo largo de estas largas casi siete décadas de vida, el chivito ha mutado su fisonomía. De aquel humilde inicio en El Mejillón, el chivito se estandarizó con lechuga y tomate, le sumó a la feta de jamón una feta casi obligatoria de panceta, sustituyó la manteca por la mayonesa y hasta fue producto de exportación al otro lado del río, donde lo acompaña a modo de mote el adjetivo “uruguayo”.

En los últimos años los chivitos han tomado rasgos de la revolución de la comida y se han vuelto platos más de gourmet, lo que ha producido dos escuelas: los tradicionalistas puristas, que quieren que el chivito sea como siempre, y los rupturistas que se animan a preparar chivitos vegetarianos o de molleja. El resultado es que la carta se amplió.

Polémicas aparte, si todo empezó con una mentira todo culmina con una verdad.

Montevideo hoy presenta, por lo menos, una grilla de cinco lugares donde comer un buen chivito: cada uno con su perfil, cada uno con su filosofía de fondo, cada uno con su sabor, cada uno con su calidad. Aquí van las recomendaciones que caben en los dedos de una mano.