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Los circuitos donde los menores tenían 60 años

Los achaques físicos y la lluvia no impidieron a los ancianos disfrutar de la elección
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30 de noviembre de 2014 a las 16:47

Los casi 95 años le valieron a Lidia Inés Mutuberría el tercer lugar en la lista de votantes del circuito 90, ubicado en el Cine Metro, adonde llegó en silla de ruedas. Cumplió la mayoría de edad en enero de 1938, meses antes de que las mujeres votaran por primera vez en el país, el que sucedió en marzo de ese año. “Vi muchos presidentes pasar, hoy estaba acordándome de mi madre, que se puso a llorar porque estaba muy emocionada, es un paso muy lindo que se da”, contó Lidia a El Observador.

Para que pudiera volver a hacerlo 76 años después, la organización fue importante. “Me trajeron mis hijas y mi yerno. Ellas me pusieron capa de lluvia para que no me mojara la espalda porque tenían miedo que agarrara una pulmonía. Pero tenía que venir de cualquier manera. Tengo una artrosis impresionante, en casa camino con andador o con bastón especial”, relató la mujer. Pero nada le saca el entusiasmo y asegura que también votará en los comicios de Peñarol en diciembre.

Los datos del Censo de 2011 revelan que en Uruguay hay casi 220 mil votantes mayores de 75 años. En atención a este público es que la Corte Electoral dispuso que los circuitos llamados “cabeza de serie” estuvieran en lugares accesibles, con pocos o ningún escalón, lugar para sentarse y pasillos amplios.

Pero no en todos los casos se pudo lograr y por eso ayer Washington Sandoval, de 83 años, tuvo la previsión de bajar del auto acompañado por su nieto. Le tocó en el circuito 47, en el preescolar del colegio de Los Vascos, donde votó en octubre y tuvo un accidente: no vio un escalón que había al ingreso del cuarto secreto y se cayó de frente.

“Soy viejo pero medio duro de hueso y me gustó votar toda la vida; aunque tenga muchos años, sigo votando. Mientras el cuerpo aguante, la voluntad sobra”, relató con una sonrisa.

Poco después los miembros de la mesa de votación recibieron un pedido inusual del familiar de una señora que no podía bajar del auto pero quería votar. Como excepción un funcionario acercó el sobre y la urna al auto y desde la ventana del acompañante salió una mano sufragante. En casos menos extremos los funcionarios acercaban la caja naranja hasta el comienzo de la escalera, como para ahorrarle el riesgo al abuelo.

Las lluvias hicieron que muchos ilustres votantes pidieran el certificado médico que les permitirá justificar su enfermedad o imposibilidad física, las dos posibles coartadas para los mayores. Para algunos fue una solución porque se salvaron de la lluvia. Pero para otros fue una verdadera resignación, una entrega de algo muy preciado.

“La gente mayor viene muy contenta a votar. Estuvieron muchos años sin poder hacerlo y por eso ellos lo valoran más”, resumió en alusión a los años de dictadura Margarita Jalabert, presidenta de mesa del circuito de Los Vascos.

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