Heber Da Silva tiene 69 años y se dedica a los follajes y a comprar y vender flores.

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Los floricultores en peligro de extinción

En jaque por altos costos, mayor importación y baja demanda para cementerios
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09 de junio de 2019 a las 05:00

Los costos productivos, una mayor presencia en el mercado de flores importadas y la baja demanda para su uso en cementerios tienen en peligro de extinción a los floricultores uruguayos, tanto que solamente quedan en pie 18 productores, cuando hace 20 años eran unos 200.

El Mercado de Flores, de la Cooperativa de Floricultores Agropecuaria Limitada (Cofloral), sigue siendo el lugar donde floricultores asociados venden sus productos, un espacio que es cada vez menos concurrido.

En un rincón, Kurata, de los más veteranos que asiste al mercado –tiene ya casi 80 años–, cultiva clavel y felpilla. Más al fondo está Izao Fukuhara, que se dedica a astromelia y gerbera. Marta Cunio produce clavel, felpilla, astromelia, tatiche y siempre viva. Taqueo Haiashi se dedica a diferentes cultivos. Y Gastón Mizuki es el único productor de rosa nacional que va quedando. Son algunos ejemplos de los floricultores que resisten.

Cada uno posee en promedio de 10 a 15 hectáreas (ha), aunque el área neta de cultivo es apenas una o dos ha. El tipo de producción depende de la estación del año. Y los destinos son variados: desde fiestas por cumpleaños de 15 y casamientos, hasta para reuniones o para decoración del hogar.

En el año hay entre cinco y siete fechas que son los picos de venta de flores: el Día de la Madre, el de los Santos difuntos, el de la Mujer, el de los Enamorados y Iemanjá. Durante esos días la venta “es segura y es buena”, dijeron.

Sin embargo, en los 358 días restantes del año el productor casi siempre vuelve a casa con casi todas las flores y las tira.

 

 

La flor ecuatoriana los liquidó

El principal motivo de que eso ocurra es la importación de flores. Los rubros más fuertes –lo que el público más pide– son rosas, crisantemo, felpilla y lilium.

 A nivel nacional, el clavel es el rubro más fuerte. Le siguen astromelias, gerberas y rosas. De estas últimas hay buena calidad en cierto momento del año. Todos los cultivos se realizan bajo techo, en invernáculos tradicionales, de madera y nylon.

Mizuki, presidente de Cofloral, narró a El Observador que, junto a su sobrino, es la única familia que tiene tres generaciones trabajando en el mismo rubro.

El deterioro se explica por varias causas, señaló. Además de la competencia de la flor ecuatoriana, muchos dejaron el rubro después de la crisis de 2002. Y ahora se suma otro grave problema, la falta de recambio generacional.

Diego Fukuhara se dedica, junto a sus padres, a la producción de gerberas, astromelias, claveles y algo de mini clavel, en 1,5 has en Canelón Chico. En diálogo con El Observador, declaró que sigue en el rubro por sus padres.

“Tuvieron su buena época, pudieron comprarse su propio terreno, su quinta y educar a sus hijos. Ellos se quedan en el pasado y tratan de seguir haciendo lo que les gusta y lo que en su momento fue rentable”, confesó.

Tiene un sobrino al que le podría transmitir sus conocimientos, pero no lo haría. Para él, la mejor opción es que no entre al negocio, “porque en cualquier momento se termina”. Y admitió: “Ni a mi peor enemigo le diría que se ponga a plantar flores porque es inútil”.

Desde su punto de vista, los floricultores atraviesan las mismas dificultades que cualquier otra empresa: los altos costos. También dijo que la baja en las ventas responde a un cambio cultural. Antes se tenía mucha demanda para los cementerios.

 Fukuhara contó que las personas mayores tenían la costumbre visitar el cementerio y comprar flores durante los fines de semana, pero eso se perdió y los floricultores sobreviven gracias a las fiestas y los días especiales.

Blanca Furtado de Soria tiene 78 años y hace 57 que es floricultora. Tiene su quinta de tres hectáreas en camino Al paso del Andaluz, en Montevideo. Se dedica principalmente a la producción de flores secas: alpiste, trigo azafrán y moa. También tiene algo de flores frescas, como ilusión, caléndula, siempre viva y estapiche.

“La vamos llevando a empujones”, explicó. Con su jubilación y la de su esposo pagan las cuentas y tienen que trabajar para comer y para vivir. Tiene cuatro hijos varones y, aunque saben hacer todo en la quinta, aseguró que cuando ella y su esposo no estén “no la van a seguir trabajando”.

“Todos estudiaron y ahora trabajan, pero ninguno se quedó en el sector. Tratamos de que estudiaran algo y trabajaran en algo que sea más provechoso y no tan esclavo como son las flores”, dijo. 

Ser floricultor es un trabajo muy demandante. Señaló que todos los trabajos de la tierra “esclavizan a la persona, porque siempre hay que estar, haga frío o calor, lluvia o sol hay que salir y hacer las cosas. Cortar, atar y vender”. 

 

 

Artificiales versus naturales

Heber Da Silva tiene 69 años y su trabajo consiste en comprar y vender flores. Se dedica sobre todo al follaje. Afirmó que plantar flores en Uruguay “no es rentable”, al igual que muchas otras actividades del campo.

Hizo especial hincapié en que el clima del país no ayuda. Porque mientras Ecuador tiene entre 18° y 25° todo el año, Uruguay pasa de mínimas de 7° u 8 ° en invierno y máximas de 30° o 35° en verano. “No se tiene una temperatura ideal para lo que se produce”, expresó. 

Da Silva mencionó también la baja de los cementerios, dada sobre todo por la prohibición de poner macetas con agua por el problema del dengue. Fue así como creció la demanda de la flor artificial.

Los márgenes no le dan y la edad no le da para cultivar mucho más. Uno de sus hijos se dedica a la jardinería y vende flores en épocas especiales. El otro se fue del país.

No obstante, no cree que se puedan terminar los floricultores “por un tema de tradición” y por una esperanza que está intacta, puesta en que “todo va a mejorar”. Pero, lamentó, como el resto de los floricultores, que nada incentiva a plantar flores en el país.

 

 

Competencia

La rosa de producción nacional cuesta de $  200 a $ 250 la docena. En el caso de la importada, en cualquier época del año tiene buena calidad y ronda los $ 300 la docena.

 

 

La cifra
10 millones de dólares en flores importadas ingresan al país por año, como rosas, lilium, astromelias, claveles y felpilla, que son vendidas en florerías, puestos callejeros o ferias.

 

 

 

 

 

 

 

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