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Los hombres que vigilan al Nevado, el volcán más peligroso de Sudamérica

La autoridad geológica colombiana declaró hace días una alerta naranja por una “probable” erupción. Quiénes son los encargados de avisar y proteger a la población.
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07 de mayo de 2023 a las 05:04

Pendiente de unas antenas de televisión, Fernando Arias es una de las personas que vive más cerca del cráter en plena efervescencia. Como él, unos pocos trabajadores solitarios y arriesgados vigilan el volcán Nevado del Ruiz de Colombia, en alerta por una posible erupción devastadora.

Con 61 años y cabello encanecido, el electricista garantiza desde hace 15 años el funcionamiento del sistema de medios públicos RTVC en un cerro a 6,3 kilómetros de la boca del volcán y a temperaturas bajo cero.

Por períodos de 15 días, vive en un departamento rodeado de gigantescas antenas, alejado de su esposa e hija y con la única compañía de pantallas de televisión y una radio.

Confiesa que ya se habituó a las condiciones de su oficio en la colina, donde sólo viven soldados en medio de un frío que entumece el cuerpo.

"Sí lo afecta a uno la soledad y el clima. Pero con el correr de los años, uno se va acostumbrando", dice a la AFP a los pies del coloso ubicado en límites de los departamentos de Tolima y Caldas.

La autoridad geológica declaró el volcán en alerta naranja ante una "probable" erupción en "días o semanas", debido al incremento de la temperatura del cráter (hasta 700°C) y de los sismos (casi dos por segundo el 30 de marzo).

Desde entonces, Arias tiene una nueva labor: todas las mañanas toma una fotografía del Ruiz para los medios estatales.

"El volcán es la única preocupación en el momento", sostiene, pero el olor a azufre y la fumarola del cráter no lo espantan: "La televisión y la radio no pueden faltar un minuto".

De la guerra al volcán

Si el volcán erupciona, el soldado Héctor Trejos tendrá, como máximo, siete minutos para alertar por radio a miles de personas y luego huir a un búnker dotado con cascos, máscaras antigases y gafas de protección.

Vestido con ropa de camuflaje en un camión que el Ejército adecuó como emisora radial, informa día y noche sobre los movimientos del denominado "León Dormido", que en su último gran estallido, hace más de tres décadas, causó unas 25.000 muertes.

Ante una erupción, el soldado y locutor aficionado de 35 años deberá avisar a más de 57.000 campesinos vecinos del Ruiz que se negaron a evacuar y abandonar sus tierras, animales y cultivos.

"Voy a estar las 24 horas. A menos que haya una tormenta eléctrica o un apagón de luz, la emisora siempre va a estar prendida", dice en su pequeño cuarto de trabajo.

Trejos sabe que la suerte de un puñado de municipios que lo escuchan montaña abajo depende de la velocidad de su respuesta. Cerca de los 5.400 metros de altura del volcán, las radiocomunicaciones y la tecnología serán claves para ganarle minutos a la lava, rocas volcánicas y avalanchas de lodo.

"A cualquier momento que llegue a ocurrir, tengo que venir a pasar la noticia a viva voz y al aire", agrega.

En otro punto de la cordillera, el sargento Miguel Rodríguez acomoda unos binoculares especializados que antes utilizaba para calcular la posición de guerrilleros y otros enemigos en medio del conflicto armado.

Otros soldados jóvenes y de manos inflamadas por el frío monitorean el movimiento del viento en computadores para anticipar el camino de posibles cenizas.

Un amigo

Las ruinas de Armero recuerdan el horror de la avalancha que siguió a la erupción del Nevado en 1985. El esqueleto de un hospital, despojos de casas devorados por la naturaleza y la tumba de Omaira Sánchez, una niña de 13 años que agonizó tres días ante las cámaras del mundo en medio del lodo.

Esa noche de noviembre Leonel Ortiz, que vivió 55 de sus 77 años junto al volcán, escuchó un estruendo, sintió cómo "se movía la tierra" y vio rocas encendidas cayendo por todas partes.

De rostro arrugado y bufanda al cuello, hoy comunica por radioteléfono a sus vecinos las novedades sobre el volcán para no repetir el peor desastre natural en la historia de Colombia.

"En ese tiempo no había tanta comunicación, de modo que, como dice el dicho, nos agarró en 'paños menores'", apunta risueño.

Mientras cocina en una estufa de leña, Rubiela Muñoz (de 57 años) y su familia escuchan los reportes de Ortiz y las instrucciones del soldado Trejos, que recomienda mantener a los animales bajo techo por la emisión de cenizas.

El Ejército prevé que eventuales avalanchas alcancen los 10 kilómetros alrededor del cráter, la ceniza caliente se expanda hasta 15 kilómetros y el aire contaminado afecte a pobladores en 100 kilómetros cuadrados.

Pese al riesgo, Muñoz se rehúsa a dejar la finca de vacas lecheras que cuida para un terrateniente.

Ortiz, lejos de sus 13 hijos, resume el sentimiento de los campesinos: "Le tenemos mucho respeto al volcán, pero es como si fuera un amigo".

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