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Los políticos al diván: tres caudillos y sus neurosis

Federico Medina combinó humor y su experiencia como psicólogo en su primer libro
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18 de octubre de 2016 a las 05:00
Federico Medina es, además de conductor del podcast El triángulo obtuso que sale por la emergente Radio Pasillo y responsable de una columna llamada Acreditación total en el popular programa de radio Suena tremendo, psicólogo en ejercicio. Y se puede decir que un poco de todos esos desdobles de su personalidad aparecen en Los políticos al diván, su primer libro. Se trata de una observación con ribetes profesionales a la psiquis de tres expresidentes recientes del país: José Mujica, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle, en la que ni el tono ni el humor –que es el núcleo del libro– traspasan la frontera de lo respetuoso, como si Medina encontrara naturalmente el equilibrio que en general mantiene el libro. Del proceso y lo que consigue el libro habló el escritor con El Observador.

¿Cuándo y cómo surge esta idea?

Empezó mucho antes. En diciembre de 2014, Joaquín Otero de Ediciones B me hace un pedido concreto de hacer un libro basado en lo que yo sabía de psicología para analizar a tres presidentes. Yo antes le había mandado unos cuentos que había escrito y había quedado la idea de hacer un libro. Le empezamos a buscar la forma para que no se quedara en lo técnico, que era la idea principal. Empecé con Mujica y con lo que yo sabía. En cualquier diagnóstico psiquiátrico ves cómo llega la persona, cómo se presenta, cómo viene vestida y cómo te mira, cómo habla. Ese fue el esquema, el esqueleto que usé, y por eso rechacé hablar con los políticos. Pasé a mirar videos, lo que se había escrito sobre ellos y armé estos perfiles desde ese lugar, planteados como si vinieran a mi consulta. Y así iba tratando de buscar recurrencias, gestos que permitieran definir esa personalidad. Por ejemplo, escuchás a Mujica horas y ves cómo eso va bajando, va decantando. Por ejemplo, vas viendo lo mucho que a Mujica le cuesta hablar del dolor. Después de escucharlos, el desafío era animarme a decir algo concreto sobre ellos, por ejemplo, que Lacalle es un obsesivo-compulsivo, basándome en cosas como sus colecciones, en el celo con el que las cuida. Pero todo está basado en cosas que dijeron.

Ahí aparecen conflictos, es de suponer.

Claro. Por ejemplo en su caso hay un tema con el dolor por el paso del tiempo. Linkeás con eso un conflicto familiar, la relación con sus padres, con su abuelo, y se va armando esta perspectiva que es mía, y que va más allá del humor del libro. Creo que encontré esa verosimilitud.

¿En alguna parte del proceso faltó la conversación?

El proceso me cerró bastante. Seguro que el proceso hubiera sido diferente, y el vínculo hubiera marcado otra cosa. Es más difícil decir que Sanguinetti te sabe cocinar y te sabe comer –que es algo de lo que yo hablo un poco en broma en el libro– si pasás a hablar con él, a tener una interacción más cercana. Pero sí creo que desde la fantasía construí un vínculo íntimo que me permitió relacionarme con ellos desde otro lugar, de otra forma, y verlos de otra forma.

¿Fue fácil más allá de la perspectiva tener algo original para decir de cada uno de los expresidentes?

En realidad el que más me costó fue Sanguinetti porque justamente no podía encontrar esa cosa sobre él que no se supiera. Tuve que buscar hasta encontrar dos piezas y definir el capítulo. Creo que esas cosas son los grandes atractivos que tienen.

¿Hay algunos referentes de humor que marcan al tono que tiene este libro?

Creo que Guambia –en concreto, toda la gente que pasó por ahí– me influyó en eso de hacer un humor coloquial, pero al mismo tiempo tener un vínculo muy relajado tanto con frentistas como con colorados o blancos. Y más allá de Guambia, creo que Dolina es clave, para mí es una referencia permanente.

¿Cuál es el objetivo principal a propósito del lector en este libro?

Que se den cuenta de que más allá de lo que tiene que proyectar un presidente, se pueden encontrar cosas en su personalidad, en su vida y en las distintas fases de ella, que son comunes a todos. Y comprenderlos como seres humanos es en parte entender un poco más las decisiones que tomaron o en función de qué las tomaron, más allá de que a alguno no lo votaríamos nunca y ese tipo de cosas que siempre están. Pero si te tomás un tiempo para comprender, capaz que saltás la barrera de la simpatía o el insulto. Y creo que eso es lo que está bueno.

¿Hay alguna característica que los tres tengan en común?

Que son grandes narradores, o grandes cuentistas. O verseros.

Los Políticos al diván.
Editorial: Ediciones B.
Páginas: 163
Precio: $ 400

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