Péculo, Kessler y Sanguinetti enfrentan a la primera línea de Italia

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Los Teros compiten en un mundo injusto y encontraron el límite que el rugby le marca a los países pequeños

Hoy muchos hablan de Uruguay, Portugal o Chile, pero en los siguientes cuatro años, el Tier 2 volverá a caer en un ostracismo en el cual los europeos no saben ni de su existencia
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20 de septiembre de 2023 a las 23:08

Newesletter Mundial de Rugby

Pasó la derrota ante Italia por el Mundial de Rugby y se viene Namibia. El equipo viaja a su cuartel en Avignon, y yo hago lo mismo pero en el tren TER, que pasea por varios pequeños pueblitos de la campiña francesa. Mientras miro por la ventana campos y cerros, y escribo esta nueva entrega de la newsletter, pienso en la lógica de las cosas, y en quienes empujan para cambiarlas. Los Teros son un buen ejemplo de ese tipo de personas. Y hay que reconocerlo aún cuando los objetivos no se cumplen. De eso te quería hablar hoy.

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El gran objetivo del Mundial de Rugby se le fue a Los Teros. Italia fue superior y ganó 38-17 en un partido en el que el equipo uruguayo fue exigido al límite: en el juego, en lo físico. Y quizás más importante, en lo emocional.

Para este equipo, todo fue siempre autoexigencia. Desde que supieron quiénes eran los rivales del grupo, incluso antes de saber si clasificarían y si lo harían como el mejor de las Américas, la meta fue ganarle a Italia.

Y no fue decirlo de la boca para afuera, o porque todo partido hay que entrar a la cancha a ganarlo. Fue una meta auténtica, y acorde a la ambición de este grupo, que fue subiendo escalones en cada Mundial. En 2015 volvió al torneo tras 12 años luego de lograr su pasaje en el último repechaje, y mostró dignidad; en 2019 clasificó como segundo en América y shockeó al mundo al ganarle a Fiji. En 2023, tras clasificar por primera vez como el mejor de las Américas, no quedaba otra que subir otro escalón, querer ganar dos partidos y terminar entre los 12 mejores para clasificar directo al Mundial 2027.

Una cosa es decirlo y otra hacerlo. Por eso toda la estructura alrededor de Los Teros empezó a trabajar en esa meta. En el juego, en la preparación física, en la competencia, en un proceso del que ya hemos hablado en este tiempo. Y así se convencieron, y nos convencieron a los que los escuchamos, que ganarle a la mejor Italia de la historia era posible.La convicción que tenían en los días previos me hizo acordar a la previa a Fiji en 2019.

Y lo podían haber logrado, como mostró el primer tiempo. Si se hubiesen mantenido aplicados tácticamente en los 20 primeros minutos del segundo tiempo, si hubiesen administrado mejor el partido, si el TMO no hubiese llamado al referee para esa polémica amarilla al capitán Vilaseca, seguramente hubiesen podido mantener la diferencia y la pelota le hubiese pesado toneladas a Italia.

Pero como dicen en inglés, todo eso son "big if". Y no son casuales: sacando la del arbitraje, son producto de que Italia exigió a Los Teros al límite de sus fuerzas, en un auténtico primer nivel de exigencia mundial.

Y Los Teros se equivocaron. Mucho. Y quizás quedó patente el límite que hoy le impide acercarse más a las potencias. Y no estoy hablando del resultado, porque podría haber sido mucho más corto y ese límite hubiese estado marcado igual.

Es más: Uruguay hasta podría haber ganado y el mundo se hubiese asombrado. Pero seguiría siendo un unicornio, un evento extraño. Porque lamentablemente, el mundo del rugby hoy está pensado para 10 países, que juegan entre ellos las ventanas internaciones, el Seis Naciones, el Rugby Championship. Todos los años igual.

Las lógicas de poder son inamovibles. Los más chicos generan aplausos, muchas veces condescendientes, cuando llega esta instancia. Pero en el fondo, nada cambia. Y el sistema queda igual: armado para que ganen los grandes y que de vez en cuando, porque algo se desacomodó, aparezca una gran sorpresa.

Hoy buena parte del mundo rugby está hablando de Los Teros, o de las 4 pescas de Manuel Ardao, y de cómo no está en una de las principales ligas del mundo. O del juego portugués, o de cómo avanzó Chile. Pero eso terminará con la primera ronda. Después, en los siguientes cuatro años, el Tier 2 volverá a caer en un ostracismo en el cual los europeos no saben ni de la existencia de los países que están más allá de los torneos grandes.

Se ha hablado mucho en este Mundial sobre las diferencias de acceso a la competencia para los países Tier 2 con los Tier 1, y a esta altura suena casi a lugar común. Particularmente he tratado de preguntárselo a todos los protagonistas, especialmente los de las potencias. Hay una grosera diferencia: Italia juega 10 tests por año ante los top 10. Uruguay jugó uno solo en cuatro años.

La mayoría evade la respuesta. Porque no la hay, o la que hay es injusta, porque se podría resumir en: es lo que toca, y a aguantarse.

Esa desigualdad de posiblidades se vio en la cancha en el momento crucial: física y mental, que se tradujo en el juego. Uruguay, exigido al límite, con 80 minutos ante Francia en sus espaldas, cedió como pocas veces se vio antes. Ese es el ejemplo concreto de la falta de experiencia a este nivel. Que, por lo que me dijo Sebastián Piñeyrúa en esta entrevistas es difícil que cambie: las potencias están a punto de concretar una liga cerrada entre ellos, que eliminará casi toda chance de partidos ante los Tier 2, salvo en Mundiales.

Ahí es donde hay que retrotraerse y ver el bosque. Porque como dijo Cochi Duran hoy en la conferencia de prensa diaria, los primeros 40 fueron de lo mejor de Uruguay en la historia ante un Tier 1, solo comparable con lapsos del partido ante Gales en Japón 2019. Después el derrumbe, por factores que explicamos acá, y acá. Pero que resumiendo es simple: ¿cómo no va a pasar si no juegan nunca a este nivel?

Todo el trabajo de todos estos años permite disimularlo, y que nos lo olvidemos de ratos, cuando los forwards ponen  el equipo adelante ante Francia, o cuando el maul avanza ante Italia, o cuando los backs encuentran espacios y juegan. Eso es lo que construyeron en el Charrúa en todos estos años, y que le permite, por momentos, pelear de igual a igual con las potencias a pesar de diferencias ridículas en la calidad de competencia. Casi todo lo otro, Uruguay lo tiene: dedicación full time, staff multidisciplinario de lujo, preparación física a la altura de las potencias, un centro de alto rendimiento de referencia Mundial. No es un consuelo, es poner las cosas en su justo lugar. 

Falta que los dejen jugar con regularidad contra los mejores. Mientras eso no pase, en los momentos cúlmines, los países más poderosos generalmente terminarán marcando sus diferencias.

Mientras tanto, habrá que seguir diciendo que todo eso está mal. Que es injusto. Y que si el rugby no quiere empezar un camino de declive, tiene que abrirse al mundo.

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