El 2020 unió sus destinos de un modo misterioso. El 1° de marzo se los vio del brazo, recorriendo la Plaza Independencia, en uno de los gestos republicanos más simples y emocionantes de la política uruguaya reciente. Luis Lacalle Pou, durante todo el año, debió liderar la respuesta del gobierno nacional a una emergencia global, inesperada y multidimensional, potencialmente letal. Tabaré Vázquez, hace muy poco, enfrentó otro desafío, personalísimo, inexorable, final. De alguna manera, 2020 se resume en ellos dos, el expresidente fallecido, símbolo del despegue electoral del Frente Amplio y de su permanencia en el poder, y el nuevo presidente en funciones, el que encarna la esperanza, y para muchos la revancha, de la otra mitad del Uruguay.
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