Opinión > OPINIÓN - D. GASPARRÉ

Macri ajusta su gabinete para ajustar el gasto

Los cambios también tienen que ver con la necesidad de tener ministros que tengan capacidad técnica y política de reducir en serio el gasto de su área
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19 de junio de 2018 a las 05:00
Más que analizar las razones del reemplazo de sus ministros de Producción y Energía y Minería, habría que fijar la atención en los rumbos que querrá imprimir a esas áreas el presidente Macri. También prescindir de las opiniones, algunas interesadas y otras llenas de obviedad, que pueblan los titulares.
Un primer punto de análisis es la política tarifaria de energía. El gobierno no tiene otro camino que seguir impulsando con igual o mayor firmeza el acomodamiento de las tarifas energéticas para que alcancen valores realistas y de mercado. Así lo indica el plan acordado con el FMI y también porque de lo contrario no existe posibilidad de cumplir las metas comprometidas de reducción del déficit, imprescindibles, de paso. En términos más rotundos, si no se avanza en tal sentido el país se quedará nuevamente sin energía en breve. Por eso, afortunadamente, no habría que temer una gradualización de la actualización tarifaria.

El exministro Aranguren –único que hizo su tarea con valentía y eficacia–no tenía la cuota de desprestigio en la sociedad que al peronismo le habría gustado. Más bien sufrió una campaña de troles, tuiteros, redes y periodismo panelista mostrando facturas exageradas, situaciones falsas, consecuencias dramáticas de los aumentos y similares. Cuando se analizaron en detalle las quejas, se encontró que eran infundadas prácticamente en su totalidad. O se hablaba en porcentuales, para dramatizar la suba. (Doscientos por ciento de una factura de 100 pesos).

No fue esa la causa de su remoción. Más bien hay que buscarla en el sector petrolero, provincias incluidas, enconado por varias de sus medidas. Tal sector, el de mayor lobby y mayor corrupción en el sistema argentino, ha colocado ahora un hombre de su riñón en un puesto clave. Esta columna sostuvo la necesidad ética y económica de revisar los contratos vigentes con empresas petroleras, como modo de obtener rápidos ahorros presupuestarios y destapar todas las cláusulas secretas y compensaciones no contractuales que son la habitualidad en el rubro.

El ministro de Energía es clave en la fijación del precio que el Estado paga a las petroleras y gasíferas, por lo que el nuevo jerarca tendrá más de un conflicto con sus antiguos colegas y empleadores, si hace su tarea adecuadamente. Parece que hubiera cada vez menos margen para los favores y arbitrariedades, sobre todo por la vigilancia de Elisa Carrió, que si bien es desconocedora de cuestiones técnicas de cualquier tipo, parece tener un radar –o un informante– alerta y preciso. El presidente suele complacer a su aliada, ya que no en lo ideológico, en sus reclamos de ética. El Fondo será otro auditor celoso, no necesariamente en lo ético, pero sí en los resultados, dos fines que suelen confluir.

Por el lado del ministerio de la Producción, (ahora con el área de Minería incluida) la Unión Industrial, defensora del proteccionismo de las grandes empresas, saludó el desplazamiento del ministro Cabrera, (un diletante) por la grave afrenta de pedir a los industriales que dejaran de ser proteccionistas e invirtiesen más en el país; y celebra el advenimiento de Dante Sica, peronista, (línea Duhalde) con cierto tic de sustitución de importaciones del estilo de la arcaica Cepal de Raúl Prebich, que le costara a Perón sus devaluaciones e inflaciones en las primeras dos presidencias.

Sin embargo, el nuevo jerarca –un experto en inclinarse hacia las ideas del poder– ya hizo declaraciones el domingo modificando su discurso proteccionista de hace poco. Habla ahora de lo adecuado de un dólar de 29 pesos y de fomentar las Pyme, generadoras de trabajo y dólares. Esa línea es la que la Carta con el Fondo prevé, y además de ser la correcta, se opone a los criterios de la Unión Industrial, que si bien representa formalmente a miles de pequeñas y medianas empresas, suele defender a los grandes industriales proteccionistas y mercosurianos socios de los sindicatos, con intereses bastante opuestos a los de las Pyme. Por eso también la gremial empresaria puede llegar a equivocarse con la lectura que sus analistas y lobbystas están haciendo de estos relevos producidos, que amenazan con no ser los únicos.

Esos cambios también tienen que ver con la necesidad de contar con ministros que tengan la capacidad técnica y política de reducir en serio el gasto de su área, que contienen los despropósitos y robos de muchos años de accionar de políticos de todos los partidos. Sin perjuicio de que se produzcan todavía fusiones y absorciones que tiendan a reducir el gasto y de paso a concentrar el poder.
El punto central que ha pasado por dos días a segundo plano es el tipo de cambio. El periodismo especializado de pensamiento instantáneo espera que el nuevo Presidente del Banco Central encuentre la fórmula mágica para hacer bajar el dólar de los niveles a los que llegó. Se trata del pensamiento mágico que hace creer que es posible aumentar gasto, impuestos, déficit, tasas de interés, salarios públicos y privados e inflación, sin que el peso se vea afectado, gracias a un par de ecuaciones o reglas o a una pulseada con el mercado. Salvo algunas oscilaciones, es probable que también quienes esperan eso se desilusionen, porque todo indica que el tipo de cambio seguirá acompañando a la inflación futura, supuesto fundamental para mantener la competitividad fulminada por la suba enloquecida de todos los factores de costo mencionados. Argentina necesita aumentar exportaciones y sobre todo, conseguir más inversión. Sin una política cambiaria de flotación, tales objetivos son incumplibles. Las medidas que anunció el domingo a los bancos el Central de Caputo sólo pretenden evitar corridas y volatilidad ficticia producidas por el miedo o la especulación. No son para bajar el tipo de cambio de la franja actual en la que el gobierno se encuentra cómodo.

Dejar flotar el dólar conlleva una obligación: liberar las importaciones, como regulador en el caso de bienes de consumo y para permitir la compra de insumos de la industria exportadora a precios y calidad adecuados, ya sin el temor tan declamado de que un dólar barato mas una importación libre destrocen a la industria local. La apertura de importaciones evita o posterga el traslado de una devaluación a precios, suponiendo que no lo frene antes la política de emisión cero adoptada.

Lo que se reducirá de modo drástico es el turismo al exterior, como ya notan quienes están disfrutando del mundial de fútbol en Rusia, primeros quejosos de la política de realidad cambiaria, inaceptable para cualquier argentino que se precie, arbitrador nato. (Los orientales son diferentes, ¿no?) El país vecino vio desaparecer 10 mil millones de dólares en un año por esa causa.

Por razones estructurales, que seguramente merecen varias notas y mucho pensamiento estratégico, Uruguay no puede devaluar de modo relevante, ni por libre juego de oferta y demanda ni por acción del Estado. Al menos por ahora. Eso plantea que en el corto plazo puede ocurrir que se diluya el turismo receptivo –del que los argentinos son el mayor componente, guste o no– y lo que resta de la inversión inmobiliaria, sin que se pueda paliar con una devaluación, como sugiere la ortodoxia económica o el propio FMI.

Esa disminución de la demanda de turismo tendrá efectos importantes en el presupuesto, que sólo podrán reducirse si se permite que los efectos de esa disminución en la entrada de divisas impacte en el tipo de cambio. Proclive como es el Frente Amplio a negar la realidad, es probable que se trate de eludir efectos presupuestarios y evitar los efectos cambiarios que los resolverían. Cabe esperar que, salvando estilos y velocidades, Vázquez pase por los mismos vaivenes que Macri, que también quiso tapar el sol con un dedo. Lo que demostrará lo que ya sabían Leibnitz, Newton y otros grandes matemáticos: al límite se llega por derecha o por izquierda. Pero es siempre un único punto, un único y fatal destino.

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