Susana Malcorra, canciller argentina

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Malcorra vs. Almagro

Algo me dice que todavía no hemos visto el último round en este enfrentamiento
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04 de junio de 2016 a las 05:00
La histórica intentona del secretario general de la OEA, Luis Almagro, de aplicar a Venezuela la Carta Democrática Interamericana chocó esta semana contra las ambiciones de la canciller argentina, Susana Malcorra, de suceder a Ban Ki-Moon en la Secretaría General de la ONU.

Almagro invocó el instrumento —que podría conducir a la suspensión de Venezuela del organismo— el martes, en un informe demoledor sobre la situación del país sudamericano, donde a lo largo de 131 páginas detallaba los abusos del gobierno de Nicolás Maduro y denunciaba una severa "alteración del orden constitucional".

Pero 24 horas más tarde, el Consejo Permanente de la OEA, presidido por Argentina, le echaba todo por tierra con una declaración anodina —apoyada por los demás países miembros—, en la que en un lenguaje alambicado, rayano en lo cantinflesco, se limitaba a exhortar al diálogo, sin siquiera mencionar los derechos humanos, los presos políticos, la crisis humanitaria ni la necesidad de celebrar un referéndum revocatorio en Venezuela.

En la transmisión de la sesión del Consejo, se pudo ver el desplante ostensible que le hizo el representante argentino, Juan José Arcuri, al jefe de gabinete de Almagro, Gonzalo Koncke (a todo efecto, el número de 2 de la Secretaría General), negándole el uso de la palabra al cierre de la reunión. Una actitud que contrastó visiblemente con el amable trato dispensado por Arcuri, en su "fraternal ofrecimiento", "a la hermana República Bolivariana de Venezuela".

A todos sorprendió el inopinado desplante de Arcuri, pero a nadie se le ocurrió en ese momento que podía haber algo más allá de una diferencia de enfoques sobre cómo tratar el caso de Venezuela. Resultó ser que, en los preparativos previos a los acontecimientos, se había creado tras bastidores un crispado mar de fondo entre la delegación argentina y la oficina del Secretario General.

Según ha documentado el periodista de investigación Casto Ocando —a través de una serie de correos electrónicos, comunicados y fuentes de la OEA—, Arcuri le habría pedido a Almagro que "diera prioridad al pronunciamiento del Consejo Permanente antes de presentar su informe ". Lo que parece un claro intento por diluir el impacto del duro texto del secretario general y su apelación a aplicar la Carta Democrática a Venezuela. Pero Almagro se negó en redondo al pedido del embajador argentino, y redobló la apuesta adelantando la presentación de su informe.

Eso explica el desplante de Arcuri pero no la nueva posición de Argentina respecto de Venezuela. Esta solo se entiende si se tienen en cuenta las aspiraciones de Malcorra de llegar a la Secretaría General de la ONU, esfuerzo que no solo es secundado por el presidente Mauricio Macri, sino además impulsado y considerado un objetivo primordial de su política exterior.

Para ello, la canciller argentina necesita no solo del vital apoyo de Venezuela, que hoy integra el Consejo de Seguridad de la ONU, sino también de todos los estados latinoamericanos que pueda conseguir. Eso incluye a Bolivia, Ecuador, Nicaragua y demás países alineados con el régimen de Maduro.

Por eso de un tiempo a esta parte, la hemos visto a Malcorra expresarse en repetidas ocasiones en contra de aplicar la Carta Democrática a Venezuela, cuando había sido una de las promesas de campaña más anunciadas por Macri en política exterior. Una de sus invitadas más conspicuas la noche de su victoria electoral había sido Lilian Tintori, esposa del preso político venezolano Leopoldo López. Incluso el propio Macri le había enviado a Maduro una dura y recordada carta, donde le exigía la liberación de los presos políticos y lo increpaba por los muertos en las calles y el cierre de medios de comunicación.

Una vez instalada Malcorra en el Palacio San Martín, empero, la postura argentina sobre Venezuela comenzó a suavizarse rápidamente. Hasta apagarse por completo con el triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela, tras lo que la canciller argentina enterró inmediatamente toda posibilidad de aplicar la Carta Democrática.

Y esta semana defendió esa posición, infligiéndole una clara derrota al secretario general de la OEA y debilitando su posición frente a Maduro.

Mientas tanto, la crisis venezolana continúa agravándose; y el gobierno le sigue dando largas a la cuestión del referéndum. Ni siquiera han validado las firmas que se presentaron para la solicitud de la consulta; y a este tren es muy posible que Maduro se salga con la suya de que no se realice este año. Lo que le daría la oportunidad —de celebrarse después del 10 de enero de 2017— de no convocar a elecciones en caso de perder y dejar el cargo a su vicepresidente.

Este nuevo llamado al diálogo, conseguido por la delegación argentina —uno de tantos desde que asumió la presidencia de Venezuela en 2013—, ciertamente, le da aire para seguir en esa tesitura. Aunque algo me dice que aún no hemos visto el último round de este Malcorra versus Almagro.

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