A la salida de la dictadura, tanto blancos como colorados tenían un peso de cierta relevancia en la central obrera

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Mensajes en una botella de 1986

Leyendo semanarios en busca de material para un libro que estoy escribiendo, descubrí unos viejos documentos de 1986 que sin embargo siguen muy vigentes.
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26 de febrero de 2021 a las 05:03

Aquel fue un año agitado, como es lógico luego de 12 años de calma impuestas por la fuerza.

Llegando al último trimestre, el clima social estaba caldeado. Había concluido una larga y muy caliente huelga con ocupación en la mutualista La Española. El conflicto –conducido por sectores “radicales”- había terminado con una dura derrota para el sindicato.

Aquel fracaso puso a la interna del PIT-CNT al rojo vivo. Comunistas y “ultras” intercambiaban acusaciones sobre quién era responsable del naufragio.

En ese clima, en diciembre, se convocó a un encuentro de grupos de base de la central sindical. Todas las corrientes de opinión del PIT-CNT prepararon documentos de análisis de la coyuntura, de modo de presentarlos a la consideración de los afiliados. El semanario Jaque publicó un resumen de cada uno.

La atención estaba puesta en los documentos del Partido Comunista y del Partido por la Victoria del Pueblo, que en aquellos años era el grupo más fuerte del sector “radical” del PIT-CNT.

Pero los informes que motivan esta columna no son esos, sino otros dos de los preparados para aquella ocasión.  De ambos se pueden extraer conclusiones útiles para el debate político de hoy, tanto para el gobierno como para la oposición. Uno fue escrito por los militantes sindicales del Partido Socialista y el otro por los sindicalistas… ¡del Partido Nacional!

Para el hoy gobernante Partido Nacional, para sus dirigentes y militantes, la mera existencia de aquel informe es un recordatorio de algo que el partido tuvo y perdió.

Yo era cronista sindical en aquellos años y no me sorprende, porque lo recuerdo bien. Había dirigentes blancos en varios gremios. Pero para muchos hoy, en especial para los más jóvenes, debe ser una sorpresa enterarse que los blancos tenían presencia importante en el PIT-CNT.

Sin embargo, así era. A la salida de la dictadura, tanto blancos como colorados tenían un peso de cierta relevancia en la central obrera; la presencia del Partido Nacional era mayor y más organizada.

Eso duró poco. Los blancos fueron perdiendo aquella militancia más bien rápido, al frente o secundando gobiernos conservadores, que se alejaron de sus bases, que descuidaron a los que iban quedando postergados, que se escoraron siempre a la derecha, que pusieron la visión mucho más en los grandes números que en los barrios, que prometieron crecimiento con derrames que por lo general siempre tuvieron gusto a poco.

Aquello derivó en una fuga permanente de votantes hacia el Frente Amplio que –aunque cambiaron la Constitución para postergarlo- terminó con el lógico y previsible triunfo electoral de la coalición de izquierda. Y con sus tres presidencias consecutivas.

¿Podrá el actual gobierno romper con aquella impronta que en pocos años dinamitó a su propia militancia en las organizaciones sociales y de trabajadores?

Es un desafío enorme que tienen sobre la mesa el presidente Luis Lacalle Pou y sus socios. De ellos dependerá buena parte de su suerte política futura.

El otro documento de 1986 que trae lecciones para el 2021 es el de los sindicalistas socialistas.

En 1986 la gente venía con la euforia de la salida de la dictadura, con los reflejos todavía frescos de aquella militancia sin tregua, a puro cacerolazo, contra el ilegítimo gobierno militar.

Era difícil bajar el ritmo y algunos pretendían seguir en el mismo tranco. No percibían que, más allá de sus legítimas ideas y aspiraciones, la situación había cambiado. Uruguay ya no tenía un dictador como presidente.

Los dirigentes sindicales del PS escribieron en 1986: “No es lo mismo luchar contra un enemigo que los trabajadores y el pueblo visualizaban claramente como lo era la dictadura, que luchar contra un gobierno que fue votado por una parte importante del pueblo”.

No era lo mismo, pero a algunos le costaba verlo.

Algo parecido ocurre hoy, y de ahí que aquella añeja advertencia se mantenga vigente.

Tras 15 años de un dominio absoluto de todos los resortes del poder político, a algunos militantes y dirigentes del Frente Amplio les cuesta asumir que perdieron las elecciones.

Aquella frase del 86 hoy tiene aún más sentido. Sanguinetti había ganado las elecciones de 1984 con 40% de los votos porque no existía segunda vuelta. El hoy presidente Lacalle Pou ganó en segunda vuelta con una mayoría absoluta.

Algunos no se han dado cuenta. Basta ver las cosas que se dicen en la prensa y las redes sociales para comprender que hay dos Frente Amplio: uno que se planta como oposición ante un gobierno democrático, y otro que se presenta como una especie de resistencia partisana ante una dictadura que no existe. De preferencia, desde Twitter.

Si el desafío del Partido Nacional y sus aliados es grande, el del Frente Amplio no es menor. Dependerá de quién se imponga. ¿Serán mayoría los que entienden la lógica democrática que ya era advertida en 1986, o los partisanos de la resistencia tuitera?

¿Quieren ser gobierno o influencers?

Tienen que decidirse.

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