Dólar
Compra 37,95 Venta 40,35
13 de abril 2023 - 5:00hs

Por Victoria Martini*

Generalmente al pensar en el comercio internacional y en la política comercial de un país, especialmente en Uruguay, la discusión se concentra en las exportaciones. Se menciona que Uruguay es un país pequeño en términos demográficos y para que tenga sentido que sus empresas crezcan precisa tener acceso a otros mercados, se contabilizan y comunican anualmente los millones de dólares que se destinan al pago de aranceles que enfrenta la producción nacional para poder ingresar a los países a los que exportamos bienes y se habla de las oportunidades que liberarnos de dichas trabas significarían para el país: mayores ventas en cantidad y a mejores precios, atracción de inversiones, más empleo y un mayor dinamismo para nuestra economía. Es sabido que mayores exportaciones significan buenas noticias para el país. Lo que se discute poco es el rol de la contracara del comercio internacional: las importaciones. ¿Cómo consideramos a las importaciones? ¿Qué se sabe al respecto? ¿Por qué no se mencionan en el discurso general cuando se habla de la apertura comercial de nuestro país? Es posible que permanezca un instinto mercantilista antiguo, de que vender (exportar) es deseable y que comprar (importar) es algo negativo. Quizás se suponga que mayores importaciones signifiquen menores compras a productos de industria nacional y que esto sea estimado como algo negativo. Es posible que directamente ni siquiera se consideren los efectos de mayores importaciones en general.

Uruguay forma parte del Mercosur que, evaluado por su coeficiente de apertura comercial que pondera el flujo de comercio con su PIB, es el bloque más cerrado del mundo y, a su vez, presenta un arancel externo común promedio de los más altos en el planeta. En este contexto tristemente proteccionista, durante 2022, Uruguay importó casi US$ 11.000 millones en bienes (sin considerar petróleo y derivados), de los cuales casi un 70% corresponde a productos que se utilizan en la producción nacional: productos intermedios y bienes de capital, y aproximadamente un 30% a bienes de consumo. Una rebaja en los impuestos a las importaciones junto con un acceso facilitado a los mercados internacionales supondría que los productores y consumidores uruguayos accedan a bienes más baratos y también se acceda a productos de mejor calidad que probablemente hoy en día no compiten con opciones menos valiosas por la diferencia en precios que genera el arancel. Vemos así que todos los uruguayos nos veríamos beneficiados de una baja en los costos que enfrentamos, tanto como consumidores finales de los bienes de consumo importados y como demandantes de los bienes producidos nacionalmente que verán reducidos sus costos de elaboración. Existen estudios que demuestran que las empresas que son importadoras son más eficientes y productivas, e incluso más innovadoras.

La rebaja en aranceles a la importación se logra generalmente como parte de los acuerdos comerciales modernos (TLCs), ya sean bilaterales o con bloques; y también es una posibilidad de los gobiernos avanzar de forma independiente, por ejemplo, eliminando la tasa consular o -en menor medida- bajando unilateralmente los aranceles a la importación, como se ha visto en casos puntuales en los últimos años como parte de medidas transitorias para enfrentar la suba de algunos precios o la falta de algunos productos a causa de la pandemia, la guerra y la sequía. Es cierto que existen presiones proteccionistas de algunos sectores y esto se debe a que las ganancias de la apertura comercial se distribuyen a través de toda la sociedad de manera menos cuantificable y observable que los perjuicios que sufren algunos grupos de interés determinados que son más fáciles de identificar. Los efectos negativos del proteccionismo son más difíciles de percibir, los perdedores del proteccionismo no saben que están perdiendo, mientras que los grupos de interés particulares logran ejercer mayor presión en la toma de decisiones porque están más informados, concentrados y organizados.

Por varias razones Uruguay es un país caro; una de las causas principales es la falta de apertura comercial que, entre otras cosas, permite una mayor competencia en los mercados y una mayor eficiencia de la economía en general. El comercio no es un juego de suma cero, por el contrario, genera riqueza para ambas partes. Facilitar el intercambio significa abrir oportunidades y las importaciones juegan un rol fundamental en el desarrollo de las naciones. Un ejemplo claro es un estudio publicado en la revista The Economist que evalúa el impacto de las sanciones impuestas por algunos países de Occidente a Rusia tras la invasión a Ucrania: dentro de un paquete de sanciones financieras, legales, diplomáticas y comerciales, aquellas que significaron un mayor golpe a la economía (y a la vida cotidiana) fueron las que restringieron las exportaciones. Es decir, lo que más perjuicio causó fue dejar de vender insumos que Rusia precisa, productos intermedios, insumos tecnológicos, repuestos, etc.

En cualquier economía, lo que compramos y a qué precio, importa y mucho. Aunque hoy en día existen voces proteccionistas y nacionalistas que resuenan con fuerza en distintas partes del mundo, la globalización y la conexión del comercio mundial no tiene retroceso y Uruguay debe ponerse al día con su inserción internacional que tanto necesita para avanzar en su desarrollo, tanto para mejorar sus exportaciones y también sus importaciones.

*Victoria Martini es Académico Supernumerario, Ganadora del Segundo Premio Academia Nacional de Economía, 2021.

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