Por Rana Foroohar
Una de las lecciones más importantes de la crisis financiera mundial de 2008 fue que los modelos financieros no siempre funcionan. La idea de que se podían introducir miles de variables en una caja negra algorítmica, agitarlas con los millones de posiciones que toman a diario los bancos, y extrapolar de todo ello una visión sencilla y fácil de entender de las posibles pérdidas o ganancias del balance ahora se considera ingenua. El riesgo puede repercutir de formas que no podemos ni siquiera modelar matemáticamente, y los acontecimientos del mercado a menudo crean su propio impulso.
Del mismo modo, desde la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania, se ha producido un replanteamiento de las excesivamente simplistas nociones de "valor" para el accionista. Hemos dejado atrás la era en la que se esperaba que los líderes empresariales sólo subieran los precios de las acciones y bajaran los de los consumidores.
Ahora entendemos que también hay que servir a las partes interesadas, desde los trabajadores hasta las comunidades y el sector público. Vemos que las "externalidades negativas", como la degradación del medio ambiente o los deficientes estándares laborales, conllevan sus propios costos. Eso ha forzado una conversación mucho más profunda sobre el verdadero precio de los bienes y servicios "baratos".
Pero este tipo de reconocimiento aún no se ha incorporado en gran parte de nuestro pensamiento sobre el comercio mundial. Cualquier cuestionamiento del libre comercio se sigue considerando equivalente a una defensa del proteccionismo. Los aranceles siempre son malos.
Sin embargo, rara vez nos detenemos a considerar los supuestos de los modelos en los que nos hemos basado durante décadas para llegar a estas presuntas verdades. Y ello a pesar de que los acontecimientos de los últimos 20 años han puesto cada vez más en tela de juicio nuestras ideas preconcebidas básicas sobre cómo los países comercian o no.
A ese respecto, debemos considerar todo, desde el auge del capitalismo de Estado y la China mercantilista, pasando por el éxito de la política industrial de los países "tigre" de Asia oriental, hasta el hecho de que la mayoría de los acuerdos comerciales firmados en los últimos 30 años no trataban tanto con la eliminación de las restricciones transfronterizas sino más bien con la negociación de estándares para los trabajadores, el medio ambiente, la propiedad intelectual y otros asuntos.
En tales negociaciones, las empresas multinacionales han tenido una enorme ventaja en relación con los Estados nación individuales y los trabajadores que en ellos se encuentran. Tal como recientemente lo dijo el político indio Rahul Gandhi, el Occidente "creó" la China moderna como la fábrica del mundo, ya que las multinacionales estadounidenses y europeas favorecieron su modelo de producción "coercitivo" frente a los de otras naciones. El capital prosperó tercerizando la producción a escala mundial, mientras que los trabajadores de lugares con mercados laborales erosionados o entornos contaminados no lo hicieron.
Estas asimetrías ahora están provocando un mayor escrutinio de los modelos que los legisladores han utilizado tradicionalmente para conseguir apoyo para los acuerdos de libre comercio. Consideremos, por ejemplo, los modelos de equilibrio general que los economistas utilizan para analizar el impacto de la reforma comercial. Esos modelos contienen supuestos panglosianos acerca del "pleno empleo" y del "cambio sin costos", según los cuales un trabajador del sector automovilístico despedido en Detroit, por ejemplo, puede simplemente cruzar la calle y encontrar un nuevo trabajo por el mismo salario.
Estos modelos tampoco toman en cuenta la tendencia del capital a buscar los lugares con los costos de producción más bajos, ni los efectos económicos y sociales más amplios del vaciado de las comunidades. Del mismo modo, no toman en cuenta las ventajas del crecimiento mediante la producción en lugar del consumo, ni los efectos que los empleos estables y el capital social tienen en las comunidades a largo plazo. El resultado es que los modelos tienden a infravalorar los costos del libre comercio y a sobrevalorar, al menos según algunos analistas, los costos de los aranceles.
En 2021, un grupo de senadores demócratas se quejó ante la Comisión de Comercio Internacional de EEUU (USITC, por sus siglas en inglés) de las suposiciones y omisiones de un informe sobre el "efecto pequeño pero positivo en la economía estadounidense" de varios acuerdos comerciales desde 1984. Varios años antes, en 2018, un informe del Banco de la Reserva Federal (Fed) de Minneapolis descubrió que la modelización comercial estándar no lograba captar los efectos en el mundo real de cuatro liberalizaciones comerciales bilaterales recientes. De hecho, los investigadores de la Fed de Minneapolis descubrieron que el modelo en cuestión (el modelo del Proyecto de Análisis del Comercio Global, o GTAP, por sus siglas en inglés) tenía "cero precisión predictiva".
Académicos y grupos comerciales están experimentando con la modificación de los supuestos comerciales convencionales. La Coalición para una América Próspera (CPA, por sus siglas en inglés) — un grupo comercial bipartidista que representa a los productores y trabajadores estadounidenses — recientemente elaboró un modelo de lo que ocurriría si EEUU impusiera aranceles del 35 por ciento a todos los productos manufacturados procedentes de países sin acuerdos de libre comercio con EEUU (incluyendo a China), y del 15 por ciento a todos los productos no manufacturados. También supuso "elasticidades de la productividad arancelaria", lo cual significa que el crecimiento podría producirse a través de la producción y no sólo mediante precios baratos, y "elasticidades de la oferta de factores", lo cual significa que el nivel de empleo y el capital social podrían aumentar.
El resultado fue que el producto interno bruto (PIB) aumentó en US$1.7 billones; se crearon 7.3 millones de nuevos empleos; y los ingresos reales de los hogares aumentaron un 17.6 por ciento. Por supuesto, este modelo no tomó en cuenta las consecuencias geopolíticas de tal acción, al igual que los modelos convencionales no tomaron en cuenta el populismo avivado por los paradigmas del comercio mundial que preceden la política nacional. El punto es, simplemente, que las suposiciones que hacemos importan cuando pensamos en el comercio.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá