Suprema Corte de Justicia.
Ricardo Peirano

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Muchas gracias, Sr. presidente...

... de la Suprema Corte de Justicia, Ricardo Pérez Manrique, por la claridad conceptual y el coraje personal para defender el estado de derecho y las libertades republicanas en momentos en que la corriente internacional y la nacional van en el sentido contrario
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25 de diciembre de 2016 a las 05:00
Hace pocas semanas comenté en esta misma columna una excelente intervención del presidente de la Suprema Corte de Justicia en ocasión de la recordación de la Noche de los Cristales Rotos en defensa de la separación de poderes y de la independencia de la Justicia como garantes del estado de derecho, y cómo su falta había facilitado el camino genocida de Hitler.

Hoy quiero detenerme en unas declaraciones que formuló a El Observador el pasado miércoles 21 de diciembre. En ellas confirmó y completó lo que había señalado en su anterior discurso en la B'nai B'rith al conmemorar esas noches trágicas de la Alemania nazi en las que se persiguió a los judíos y sus propiedades con inusitada violencia y crueldad. En esta oportunidad Ricardo Pérez Manrique, que deja bien claro que no quiere que los jueces cumplan la función del legislador, fue muy contundente al señalar las normas legislativas que está impulsando el actual gobierno inspiradas en el GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional) y que en algunos casos van más allá de los estándares del GAFI.

La lectura que hace es "que hay un avance del Estado sobre la libertad, muchas veces impulsado por organismos internacionales ... que persiguen determinadas conductas transgrediendo, o pretendiéndolo, algunos límites de las legislaciones internas". Luego concluye que "hay que tener mucho cuidado con estos avances del Estado sobre la libertad de las personas. La persecución de delitos no puede ser a costa de quitar derechos al resto de la sociedad".

El presidente de la Suprema Corte no vacila en preocuparse no solo por defender la independencia judicial sino también por el proceso legislativo en sí y recuerda, por ejemplo, cómo la Patriot Act, dictada en Estados Unidos luego de los atentados terroristas de setiembre de 2001, "avanzó sobre la libertad de las personas con el argumento de perseguir delitos". El mismo peligro ve Pérez Manrique en algunas normas de las leyes antilavado en las que se interviene "la libertad a la intimidad o el derecho a la defensa". Y recuerda algo que es un principio básico del derecho penal: "Una persona no debería ser detenida más que por orden del juez o infraganti delito" y hoy vemos que "hay detenciones arbitrarias".

Es una advertencia muy grave la que formula el doctor Pérez Manrique y que no debería ser tomada a la ligera por la población y menos aún por los encargados de redactar y aprobar las leyes que, en el afán de perseguir delitos, pasan por encima de las garantías procesales que constituyen la base del estado de derecho. Derribadas esas garantías, es muy escasa la diferencia con un régimen autoritario.

Y no olvidemos que fue con esas garantías procesales y penales con las que se cortó y recortó hasta la médula el poder de los monarcas y de los presidentes que aspiran a actuar como tales, como hace el señor Maduro en Venezuela, el señor Erdoğan en Turquía y tantos otros jerarcas autoritarios que pululan por el mundo, aunque hagan gárgaras con su origen democrático. El estado de derecho es algo mucho más grande que las elecciones democráticas. Y aunque las comprende y necesita, debe construir sobre ellas un tejido de garantías y libertades porque es preciso asegurar la libertad y la vigencia de las instituciones republicanas.

De modo que, al terminar el año 2016, sería muy bueno que gobernantes y legisladores meditaran la profunda sabiduría que hay en las palabras del presidente de la Suprema Corte. Está en juego nuestra libertad, que no debe ceder ni ante un organismo internacional ni ante deseos locales de quedar bien con los organismos internacionales. En una palabra, hay cosas que podrán ir y venir, subir o bajar como el PIB sube y baja, o como la inflación podrá estar en un dígito o dos, o como el contexto internacional podrá soplar a favor o en contra, y son cosas de la vida con las que hay que lidiar. Pero con el estado de derecho no se juega y con las libertades y garantías individuales menos. Y por eso es muy importante que el presidente de la Suprema Corte de Justicia lo haya recordado, por las dudas de que haya algunos desmemoriados.

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