El comunicado del servicio de prensa del ejército paquistaní difundido en las primeras horas de este domingo fue escueto y preciso. “Que Alá bendiga el alma del general Pervez Musharraf”, remataba luego de expresar sus más sinceras condolencias por el fallecimiento del expresidente de Pakistán.
Pervez Musharraf tenía 79 años y llevaba varios años padeciendo un cáncer de médula que le provocó amiloidosis, una extraña enfermedad que altera el funcionamiento de los tejidos y provoca disfunciones en los órganos por acumulación de proteínas.
Un alto funcionario de seguridad del país, consultado por la agencia de noticias AFP fue igual de breve que el comunicado oficial: "Puedo confirmar que el difunto general exhaló su último suspiro en Dubái esta mañana", dijo a la agencia francesa que recalcó que el funcionario no quiso que se revelara su nombre.
La brevedad y los anonimatos condicen con el camino de Pervez Musharraf en la política paquistaní. Como comandante en jefe del ejército, lideró un golpe de Estado sin derramamiento de sangre en 1999 contra el por entonces presidente Nawaz Sharif, quien lo había nombrado al frente de la fuerza un año antes por encima de oficiales de mayor rango y días antes del golpe quiso destituirlo. Fue el último de una serie de golpes militares que sacudió Pakistán desde su fundación como país tras la violenta división de India en 1947.
Pervez Musharraf, que se autoproclamó oficialmente presidente de Pakistán el 20 de junio de 2001, gobernó el estado atravesando tensiones con India, un permanente escándalo de proliferación de armas nucleares y batallando contra una insurgencia extremista islámica y la guerra con mandato estadounidense en Afganistán contra el Talibán.
“Me enfrenté a la muerte y la desafié varias veces en el pasado porque el destino siempre me sonrió. Sólo rezo porque tenga más que las legendarias nueve vidas del gato”, escribió durante sus años de gobernante Pervez Musharraf.
En 2002 ganó el referéndum y se consagró como presidente por un mandato de cinco años. Había prometido abandonar la jefatura del Ejército a finales de 2007, pero, aun cuando no esté al frente del poder, el Ejército ejerce un enorme control sobre la política exterior y la seguridad nacional. Pervez Musharraf lo sabía y no renunció.
Musharraf se iba quedando solo. Mientras era juzgado por un tribunal especial acusado de imponer el estado de excepción y decretar la detención de decenas de jueces, el asesinato de la ex primera ministra y líder de la oposición Benazir Bhutto, ocurrido el 27 de diciembre de 2007 en situaciones nunca aclaradas, y la aplastante derrota electoral sufrida por sus aliados en 2008 le dejaron pocas salidas. Renunció a su cargo el 18 de agosto de 2008.
Ideó un plan para volver al poder en 2013, pero todo quedó en la nada cuando el mismo Nawaz Sharif que había destituido en 1999 lo inhabilitó en 2012 para presentarse a elecciones. A eso se sumaron los primeros síntomas del cáncer y dos intentos fallidos de asesinato por parte de milicianos islamistas.
El alto tribunal paquistaní lo condenó en 2019 a la pena de muerte por el golpe de Estado. Fue la primera vez en siete décadas de historia de Pakistán que un dictador era condenado por sus acciones, pero el dictamen fue anulado el año siguiente por el Alto Tribunal de Lahore.
Los últimos partes de la familia presagiaban el final: “Pasa por una fase difícil en la que la recuperación no es posible y los órganos fallan”.
(Con información de agencias)
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