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Nacional en Argentina: el día que la cancha devolvió otra razón para creer en el fútbol uruguayo

El proyecto de José Decurnex, el ojo de Gustavo Munúa y la paciencia le están regalando a los tricolores un plus en el regreso del fútbol en la pandemia
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17 de septiembre de 2020 a las 20:31

“Gustavo, quiero trabajar a futuro. En algo diferente. Potenciar a los jóvenes, apuntar a la cantera. Estoy pensando en un Nacional desde abajo para arriba. ¿Vamos a trabajar dos años?”. A Munúa, que del otro lado del océano guíaba a Cartagena en un proyecto que despertaba suspiros por su juego y en el que tenía una sola razón para salir: si lo llamaban de Nacional o desde la selección, el corazón le empezó a latir a otro ritmo. Nacional. Proyecto a largo plazo. Juveniles.

En una charla telefónica de unos minutos, el presidente José Decurnex le había planteado ese plan que cualquier entrenador sueña recibir para dirigir en el equipo del que es hincha, en su tierra y con la opción de generar un cambio en un país con una historia futbolística donde cualquier transformación sustentada con argumentos, sostenida con paciencia y manejada con equilibrio, de alguna forma terminará dejando buenos réditos y cuyos logros no tienen techo. Porque así es la historia de este fútbol uruguayo.

El ejemplo del proyecto de Óscar Washington Tabárez es la mejor expresión de que cuando se combinan esos pilares fundamentales (proyecto, trabajo, paciencia, equilibrio y tiempo), existen grandes posibilidades que termine desembocando en el mejor lugar.

Nacional le ganó este jueves 1-0 a Racing de visitante, en el regreso a la Copa Libertadores, pero lo más valioso, más allá del triunfo para los tricolores, fue lo menos vistoso e importante en la vorágine del fútbol observado desde el exitismo: todo lo que silenciosamente sustenta un triunfo, y eso que en general suele bastardearse en la derrota.

El mejor ejemplo de lo que no hay que hacer hoy en el fútbol uruguayo, en un proyecto futbolístico, es lo que realizó Jorge Barrera en Peñarol con Diego Forlán. Después del ejemplo de la selección, de lo que están haciendo varios equipos en el torneo local (Liverpool, Wanderers, City Torque, Cerro Largo, Deportivo Maldonado, Plaza Colonia), incluso en la derrota, Nacional, con todo el peso de la historia de su camiseta y la potencia que tienen sus formativas, se ubicó en el lugar apropiado.

Lo que se ve hoy de Nacional en la cancha es aquella charla de Decurnex con Munúa, que tiene varias aristas:

1). Proyección de los juveniles con espacio asegurado en el plantel principal, lo que permite a los que vienen más abajo que deben esforzarse más porque cuando lleguen estarán arropados; 2)- Volcar una mayor inversión a los salarios de los juveniles en detrimento de jugadores que están de regreso y que ganan sueldos de otro fútbol; 3)- Saber tener paciencia en la derrota y esperar los momentos; 4)- Saber que no siempre va a ganar; 5)- Imponer un estilo de juego que identifique al club.

Los tricolores se plantaron en Buenos Aires con la experiencia que empieza a mostrar Munúa. Jugó de visitante en la Copa. En la primera parte del partido quien parecía volver a jugar después de seis meses era Nacional, encerrado en su cancha, sin dar metros al rival y esperando el momento para ingresar en acción con su juego o aguardando para resolver con algún contragolpe.

Con esa fórmula descubrió en el Apertura cuál era el camino. Se recostó en la cancha. No le dio vergüenza defender con 11 hombres en su campo, y desde la vuelta del fútbol en agosto mostró ser uno de los grandes aspirantes al título del torneo local. Rentistas no le da tregua. Luego, cuando avanzaron los partidos y el equipo ganó consistencia defensiva, Munúa largó a sus hombres a jugar, con velocidad y espacios, y allí desplegó otras fortalezas en ese descubrimiento natural que se va produciendo en todos los equipos que avanzan en orden y con disciplina. Gabriel Neves sigue siendo el pulmón de este equipo y el argentino Bergessio el corazón y el alma, como capitán y goleador.

Cuando Decurnex llamó a Munúa le dijo: te voy a traer a cuatro jugadores de peso y el resto juveniles. Bergessio cumple a la perfección con ese rol de líder de un grupo de jóvenes talentos, porque contagia ese entusiasmo que multiplica la capacidad de los más jóvenes, que se animan y van para adelante.

Con la fórmula del Apertura, Nacional se plantó en Argentina. Esperó. Esperó. Esperó. Racing parecía venir de un mes y medio de fútbol y Nacional de un largo receso. Como si se hubieran invertido los roles. Munúa reguló a su equipo. Lo aguantó. Y al final lo largó.

La Libertadores tiene eso que sucedió con Nacional. Los partidos de visitante se juegan con dientes apretados y se ganan como lo consiguió el tricolor, con el golero como figura, con un equipo peleando cada pelota. Y con carácter.

Ese 4-4-2 (porque el 4-2-3-1 quedó en el impreso de la formación inicial en la cuenta de Twitter de los tricolores) que le puso Munúa, hizo de su formación un equipo compacto, solidario y agresivo en los momentos que debió dañar, y vuelve de Buenos Aires con un triunfo.

El técnico sigue descubriendo los buenos momentos de sus jugadores y sacando lo mejor de cada uno.

Trezza y Santi Rodríguez mostraron que tiene mucho para dar, y Munúa será determinante en la forma que maneje los vaivenes naturales que tiene futbolistas tan jóvenes. De eso habló en conferencia de prensa el técnico y Referí lo analizó en un informe: la consolidación tras el debut, un aprendizaje que Nacional trabaja con sus juveniles.

El argentino Yacob le dio al equipo lo que necesitaba, y luego lo complementó muy bien con Carballo. Solo falta que Neves, el mejor jugador que tiene Munúa a la altura de Bergessio y Rochet, cada uno en lo suyo, debe volver a ejecutar las pelotas quietas.

Los tricolores volvieron a la Libertadores y dejaron una buena expresión futbolística. Sumaron su tercer triunfo, siguen primeros en el grupo y el martes en Venezuela puedan firmar por adelantado su clasificación a octavos de final, y el club asegurarse el premio por la clasificación entre los 16 mejores de América, un lugar al que suele llegar con frecuencia. Pero no debe quedarse en eso, porque Nacional puede acumular más premios en esta Copa.

Decir que Nacional va a ser campeón de la Libertadores es una expresión apresurada en estos días, pero afirmar que está poniendo en la tierra fértil del fútbol uruguayo una buena semilla y la está cuidando como se debe, no es exagerado. El tiempo, y esa cuota de fortuna que debe acompañar los resultados, devolverá un dictamen. Así va bien, pero Munúa sabe que no debe confiarse (es su peor enemigo, y ya le pasó en su primera experiencia como DT en Nacional) y también sabe que llegar hasta la cima requiere de buenas decisiones, firmes, seguras y valientes.

Va por buen camino, tiene un presidente que lo respalda. Y, más atrás, en silencio tiene en Jorge Giordano un entrenador-gerente con la capacidad de terminar de dar forma a un proyecto más ambicioso que formar un equipo para una temporada, sino un modelo deportivo, como pocas veces se vio en Uruguay. Todo esto vale por sí mismo en el viejo fútbol uruguayo que empieza a cambiar sus malas costumbres. El tiempo dirá si la frase de Munúa a Referí, "tenemos un proyecto que ilusiona", del 25 de julio, previo al regreso del fútbol, se hace realidad.

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