Apareció a las ocho de la mañana en un parador de Playa Grande, Mar del Plata, con una camisa verde de seda, una pollera estampada, un sombrero y un tapabocas amarillo. Llegó, se sacó las chancletas, el tapabocas y junto a una amiga que tocaba una guitarra, se puso a cantar.
Así, Natalia Oreiro se reencontró con el público. Sin anticipación, sin aviso, de manera espontánea. Y en medio de la playa, en una de las zonas delimitadas especialmente por la pandemia.
Oreiro, que cantó versiones de Que digan lo que quieran y Clavícula, una canción de Lucy Patane –quien la acompañaba en la guitarra–, le dijo más tarde al portal argentino Infobae que fue "algo espontáneo".
"En Uruguay lo llamamos tocada o zapada. Fue en plan fogón. Quedó muy bonito", contó. "Aunque no fue un show, hacía más de un año que no cantaba con gente en vivo”, agregó luego en referencia a una gira internacional que tenía planeada para 2020 y que tuvo que suspender por la pandemia. Algo que de todas formas no truncó del todo su actividad musical, ya que transmitió varias veces por vivos de Instagram y colaboró en temas de otros músicos y amigos.
“Me entristece saber que la gente va a estar lejos, que no voy a poder tocarles la mano mientras canto un tema. No sé cómo volverán a ser los shows, pero es parte de lo que nos toca atravesar”, concluyó la uruguaya sobre la posibilidad de volver a presentarse en espectáculos masivos.
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