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No hay que darse por vencido, un acuerdo de libre comercio con EEUU es posible desde ya

No hay que darse por vencido, un acuerdo de libre comercio con EEUU es posible desde ya: la opinión de Isidoro Hodara para la Academia Nacional de Economía
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12 de mayo de 2023 a las 05:03

Por Isidoro Hodara1

Es muy frecuente que intercambiando opiniones con diplomáticos, legisladores o periodistas americanos respecto de un acuerdo de libre comercio de Uruguay con EE. UU. la respuesta sea del tono: sería muy bueno, pero no ahora.

El fundamento: el escenario político y el de opinión pública de EEUU. están en estos momentos en contra del libre comercio, y este sentimiento abarca a Republicanos y Demócratas. En otras palabras: buena idea, pero va a contrapelo del sentimiento predominante.

Mi reacción es que, desde el punto de vista de los EEUU, un acuerdo de libre comercio con Uruguay nada tiene que ver con la opinión a favor o en contra del libre comercio como principio.

La dimensión de nuestra oferta y la sensibilidad que pueda despertar en los sectores productivos americanos harán imperceptible cualquier mella en comparación con la que otras iniciativas de libre comercio puedan provocar. Naturalmente, en un sector como el de carne bovina lo antedicho no es válido, pero se trata de un sector que en un acuerdo quedaría regido no por la libertad absoluta de comercio sino por un contingente arancelario, como ya es el caso en la actualidad.

En realidad, entonces, desde el punto de vista de los EEUU, la noción de libre comercio en general y la de un eventual acuerdo con Uruguay transitan carriles muy alejados entre sí. Es como si pertenecieran a dos sistemas solares o dos galaxias diferentes.

Uruguay es casi único en todo el continente americano en registrar una comunidad de valores y a la vez carecer de acceso preferencial al mercado de los EEUU .

Debemos resignarnos a que, en estas circunstancias, el concepto libre comercio resulte una mala palabra en el escenario americano.

¿Qué importa el nombre? Una rosa con otro nombre tendría el mismo dulce aroma. Australia y Nueva Zelandia han denominado a su acuerdo de libre comercio, que data de 1983, Relaciones Comerciales más Estrechas, Closer Economic Relations. Se llama así desde la primera mitad de la década de los 80.

Dejemos que la imaginación determine un nombre menos conflictivo para que podamos concretar el objetivo. Ya he explorado en ChatGTP, y hay múltiples alternativas posibles. ¡Qué el más inspirado tire la primera sugerencia!

Cualquiera sea el nombre que adoptemos, la esencia de ese acuerdo estará a años luz de distancia del libre comercio desde el punto de vista de los EEUU.

Esto me lleva a recordar algunes mojones históricos. Comienzo con el primer tratado de los orientales, celebrado en Purificación entre Artigas y representantes británicos. Se le denomina usualmente como un tratado de libre comercio, aunque en realidad solo era un tratado sobre la libertad de navegación fluvial. De nuevo, el nombre no hace a la cosa, es su esencia lo que importa. Como anécdota, el tratado firmado poco después con Halsey, el cuasi representante americano en Buenos Aires (EE. UU. no podía permitirse un representante oficial so pena de enemistarse a esa altura con el Imperio Español) era similar, y podríamos llamarle un tratado de libre comercio de segunda generación, ya que incluía además una disposición sobre el comercio de servicios. En efecto, se establece en ese tratado que, desde ese momento en adelante, los buques corsarios que con la bandera de Artigas se hagan a la mar para combatir a los navíos españoles y portugueses, serán armados en el puerto de Baltimore. Todavía hoy el Dia de la Armada Nacional es la fecha en que se emite la primera patente de corso en el marco de ese acuerdo, cuando Artigas escribió a Juan Murphy, Oficial del Corsario La Fortuna, con el sello de armas de la República.

Otro recuerdo que vale tener presente es que para los EE. UU. ya existieron al menos tres instancias en las últimas décadas en que abrió la posibilidad de un acuerdo de libre comercio con Uruguay.

La primera fue en la segunda mitad de la década de los 80 y fue un planteo exploratorio e informal. EE. UU. acababa de firmar su acuerdo de libre comercio con Israel y se percató de que debería concluir algún otro acuerdo que evitara lo que podría ser un alineamiento demasiado sesgado. Busco algún posible socio que fuera a la vez una economía pequeña, razonablemente ordenada, middle of the road y libre de tales sesgos. Fue entonces que exploró informalmente la posibilidad de tener un acuerdo con Uruguay. Uruguay tenía su foco puesto en las consideraciones de orden regional, cuando Argentina y Brasil despertaron de su desconfianza mutua y dejaron de lado la hasta entonces clara hipótesis de conflicto mutuo que prevalecía en sus estados mayores. Las frecuentes negociaciones entre ambos vecinos acaparaban con razón la atención de la política comercial uruguaya, y la exploración quedo sin seguimiento.

La segunda fue durante la presidencia de Batlle. Recuerdo haber entrevistado en Washington a Ana Eiras, la autora de un paper de la Heritage Foundation cuyo título era por demás revelador: “Why the President Should Sign a Free Trade Agreement with Uruguay”. Estaba fechado en febrero del 2000 y se dirigía al entonces presidente Bush. Todos recordamos cómo el tsunami financiero que por aquellos tiempos se desató de Uruguay llevó a que otros fueran los temas prioritarios en nuestro país y particularmente en el relacionamiento con Bush y los EEUU.

La tercera fue durante la primera presidencia de Vázquez y casi todos recordamos una visita de Bush en la que se mencionó la frase “el tren pasa una sola vez” y el desafío del entonces canciller Gargano indicando que el tren podría llevarnos por delante.

A veces no es malo recordar la historia, sobre todo cuando reincide. En este caso, además, tenemos como augurio el hecho de que el acuerdo bilateral sobre inversiones, ya firmado, constituye en lo esencial el capitulo 11 del formato de acuerdos de libre comercio americanos, uno de los más complicados para negociar.

En cuanto al hecho de que Uruguay no alcanza a vulnerar significativamente al mercado americano, recuerdo un par de anécdotas.

La primera tiene que ver con la sugerencia que nos manifestó la Oficina del Representante Comercial de los EEUU en la primera mitad de la primera década de este siglo. Nos indicó que sería bueno contar con una señal de apoyo de parte del poder legislativo americano. Consistiría en un proyecto de ley de carácter simbólico, expresando que se vería con buenos ojos la concreción de un acuerdo de libre comercio con EEUU. En poco tiempo se obtuvo el apoyo de once senadores (sí, Uruguay contó con el once por ciento del cuerpo legislativo que tiene competencia en la celebración de acuerdos). Un esfuerzo similar por parte de Corea solo obtuvo el apoyo de un senador. Ello no obstó para que más tarde se firmara un acuerdo de libre comercio entre EEUU Corea. Pocos están al tanto de la capacidad de Uruguay de concitar convocatoria y apoyo (o ausencia de contraindicaciones) en EEUU.

Otro elemento de juicio que me viene a la memoria es que, en una de las tantas jornadas negociadoras que se llevaron a cabo, tuve oportunidad de visitar la sede en Washington de la AFL/CIO. Salvando distancias es una suerte de PIT CNT americano. En la planta baja estaba ubicado el salón de venta de artículos de merchandising. Lo que dominaba buena parte de la exhibición era una serie de camisetas que llevan la inscripción “our president signed a free trade agreement with xxx and all we got is this lousy tee shirt” (concretamos un acuerdo de libre comercio y lo único que recibimos fue esta camiseta de porquería). Esto alcanzó para convencerme que, si una delegación de AFL/CIO visitara a sus anchas y por el periodo que desease al Uruguay, no podría encontrar una sola rama industrial que le provocara alarma, excepción hecha como dijimos antes del sector cárnico, para el cual nadie podía pretender que estuviese en régimen de libre comercio absoluto.

Todos estos pensamientos tienen un claro propósito: acordemos un nombre sin connotaciones non sanctas en EEUU y pasemos a negociar el acuerdo que podemos y debemos alcanzar.

[1] Académico Directivo de la Academia Nacional de Economía

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