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La inteligencia emocional avanza en la educación uruguaya

En la educación pública y privada, en los últimos años, el desarrollo emocional y afectivo de los estudiantes ha tomado un rol protagónico
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18 de febrero de 2019 a las 08:24

Entre matemáticas y lengua, mezclado entre lo cognitivo y lo razonable, el lápiz y el papel, las notas y el carné, aparecen ahora en el horizonte educativo nacional -y cada vez con más fuerza- dos palabras que corren el cerebro a un lado y le dan espacio al corazón: inteligencia emocional.

A veces se encuentran traducidas en una materia específica, otras veces convertidas en materiales didácticos con un énfasis socioafectivo y, en ocasiones, disimuladas en el discurso de una maestra y su iniciativa propia. Pero siempre, y en todas los sectores educativos, son conscientes que esas dos palabras llegaron para quedarse. 

Laura Motta, consejera del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), cree que, aunque esas palabras y su impacto siempre estuvieron presentes en las aulas, ahora aparecen de manera explícita en los documentos que orientan a la educación nacional, como el Marco Curricular de Referencia Nacional (MCRN).  

"Anteriormente (la educación emocional) aparecía en el currículum oculto en los centros educativos, es aquello que no estaba prescrito curricularmente pero que los docentes hacían con naturalidad. Ahora se incluye en un currículum que está explicitado en lo que le llamamos la ética del bienestar”, explicó Motta a El Observador.

Esa "ética del bienestar" es una de las tres dimensiones del aprendizaje que estipula ese marco educativo y que supone "el desarrollo emocional y afectivo que concilie la justa estima de sí y la apertura reflexiva a la novedad de la otredad en un marco de socialización y convivencia", según dice el texto.

La implementación en la realidad de estos enfoques teóricos se da "en todo el país, en muchos centros educativos", según Motta. A modo de ejemplo, la consejera contó que el año pasado en el liceo 11 de Montevideo un grupo de estudiantes y sus docentes ganaron el Premio Iberoamericano de Educación en Derechos Humanos que estaba vinculado con resolver problemas de convivencia en la comunidad y en el centro educativo, y viajaron a presentar su proyecto a un encuentro latinoamericano.

"Son todos ejemplos que van sucediendo de los propios centros educativos, de los docentes, de los estudiantes que encuentran que hay temáticas que los mueven y los conmueven como para generar proyectos que tengan esta mirada de trabajo con los otros. Pero esto no tiene que quedarse solo en torno a un proyecto concreto sino que tiene que estar también en todo lo que es el desarrollo curricular porque también es el desarrollo integral de los niños y los jóvenes, en cuanto a su personalidad y su vida ciudadana”, sostuvo Motta.

Una maestra de San Carlos, Andrea Herrera, y su viral discurso de fin de año, es uno de esos casos de educación emocional espontánea en las aulas nacionales, que si no fuera por un video pasaría disimulado. En conversación con El Observador en enero de este año, Herrera manifestó que su trabajo se enfoca cada vez más hacia otras dimensiones más allá de las tradicionales. "En una educación del siglo XXI que es lo que se apunta, se apela a desarrollar la empatía, aprender a trabajar en equipo, ser compañero, son cuestiones que también se tienen que trabajar. Se debería apuntar mucho a la educación emocional", dijo. 

Colegios católicos

Cuando Rafael Ibarzabal se estaba formando para ser docente le enseñaron que a sus emociones las debía dejar en la puerta y luego sí, entrar al salón solamente con su racionalidad. Ahora está buscando que esa realidad cambie -como la mayoría de los centros educativos nacionales- desde los lugares que dirige: el colegio Jesús María y la Asociación Uruguaya de Educación Católica (AUDEC).

Es en ese sentido que este año el ProEducar, un evento de reflexión y capacitación de AUDEC, tuvo como temática principal la inteligencia emocional y su implementación en la educación, contando con la participación del educador español José María Toro.

Pero también desde el colegio donde es director, la educación emocional ha tomado vital importancia en los últimos años. 

Ibarzabal entiende que el fenómeno en sí no es novedoso, sino su sistematización. Cree que se deben rescatar experiencias anteriores -espontáneas- y adaptarlas en un proceso consciente y proyectado.

“En este momento están todas las maestras de Primaria tanto de español como de inglés (del colegio Jesús María), en el congreso (ProEducar). Porque desde el año pasado ya hemos empezado a poner en marcha este proceso más sistematizado, más consciente, de integrar la educación emocional como una dimensión educativa”, explicó.

“No es que sea una asignatura, no es que ‘ahora tenemos música y ahora educación emocional’. El primer proceso es la concientización de las maestras de esa realidad y el empezar a compartir situaciones vividas para sistematizarlas”, continuó Ibarzabal.

Pero además de “aprovechar oportunidades en el ámbito de la vida de clases”, el colegio ha implementado proyectos concretos como “Pensar y Sentir”. Según el director, es una propuesta con materiales educativos y experiencias vivenciales que ponen el énfasis en el control de las emociones. Ese trabajo comienza en Inicial y recorre todos los años de Primaria.

El Colegio Seminario, por su parte, también viene trabajando en el asunto desde hace aproximadamente diez años.

“Nosotros tenemos un mapa de aprendizajes de formación integral que la tenemos desglosada en tres grandes dimensiones: la dimensión socioafectiva, la dimensión cognitiva y la dimensión espiritual-religiosa. Cada una de esas dimensiones tiene tres ejes y cada eje, a su vez, tiene tres componentes. Tenemos un perfil de egreso que define 27 componentes que hacen al concepto de formación integral donde hay mucho del conjunto de las inteligencias”, dijo su director académico, Ignacio Cassi, a El Observador.

En lo concreto, el Seminario lleva adelante lo que llaman “tutorías”. Una tutoría es, en otras palabras, una asignatura que incluye aspectos de educación emocional. En Primaria, la maestra o incluso la profesora de inglés son las encargadas de dirigir esta propuesta con un “plan de tutoría”. En Secundaria, uno de los profesores que dicta las materias comunes se encarga de hacerlo. Las tutorías se realizan desde Inicial hasta el último año de Secundaria.

Los colegios salesianos también se han subido a la ola que trae consigo un enfoque más emocional en el ámbito educativo.

En su caso, han implementado experiencias piloto que cubren todos los niveles educativos, como es el caso del proyecto “Crecer”. La propuesta tiene como objetivo el estímulo del desarrollo emocional de los niños y adolescentes mediante un equipo técnico, con educadores de distintos ámbitos que van acompañando ese proceso.   

“Últimamente la evidencia, las investigaciones, lo que nos va aportando el mundo de la neurociencia también, va reforzando y dando más elementos a esta mirada de que sin emoción no hay aprendizaje. Sin emoción no hay desarrollo integral de la persona. Estamos en esta línea de sistematizar experiencias de acompañamiento, en todo lo que refiere a la vida emocional de nuestros estudiantes”, sostuvo Francisco Varela, coordinador de los 11 centros educativos salesianos en Uruguay.

Zózima Gónzalez, la presidenta de la Asociación de Colegios Privados, también expresó que la educación emocional está tomando un rol crucial en los colegios privados laicos. "Afortunadamente en este tiempo de posmodernidad se le está dando lugar que estuvo olvidado y perdido en la modernidad, donde primaba exclusivamente la razón", dijo.

Es que los actores del sector entendieron una de las frases más conocidas del educador Toro: "De nada sirve que un niño sepa colocar Neptuno en el Universo si no sabe dónde poner su tristeza o su rabia".

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