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Paternidad y emprendimiento de la mano: la historia de una marca para niños

Gastón Chavat mezcla la crianza de sus hijos con el camino emprendedor para desarrollar un negocio de indumentaria para niños y bebés con impronta uruguaya
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14 de julio de 2019 a las 05:00

Eran las dos de la tarde y Gastón Chavat ya había tachado de su lista varios de los quehaceres de un martes cualquiera. Llevó a su hija a inglés, volvió a trabajar; la fue a buscar, regresó a trabajar; levantó a su hijo de la escuela de música, cocinó el almuerzo y la merienda que le tocó hacer para toda la clase de su hija y los llevó a la escuela en la tarde. Por unas horas supo que los rollos de tela y otros objetos de su oficina no saldrían del lugar donde los dejó. Que tendría cuatro horas de trabajo continuo.

En medio del silencio de la tarde que se intensifica cuando una ciudad del interior duerme la siesta, Chavat se permitió interrumpir su trabajo para atender una llamada de El Observador. Habló de su emprendimiento y de sus hijos, Salvador (7) y Carmela (5), porque no puede concebir su trabajo separado de la paternidad. 

Sin sus hijos probablemente no hubiera notado un hueco en el mercado que hoy busca llenar: el de ropa para niños y bebés con impronta uruguaya y estética urbana. 

Y sin la ropa que Chavat diseña, sus hijos tendrían algo menos con lo que divertirse y crear. El emprendedor repite una escena común en su casa: mientras trabaja, mira de reojo a sus hijos, que arman fuertes con rollos de tela o pegan en las puertas los dibujos que no se animó a llevar a las prendas. "A veces me pregunto si les estaré haciendo bien, pobres niños", dice entre risas.

La marca que creó Chavat se llama Pug. Sus ropas no llevan estampas de osos panda ni de leones o jirafas. En su lugar, pueden tener el dibujo de un 'carpincho viajero' o el de un aguará guazú con un código QR que lleve a una web para explicar que se trata de un lobo inofensivo de la región y en peligro de extinción. Y así como en Uruguay los niños usan buzos con la estampa de Harvard University o de surf en Hawai, Chavat no descarta que a futuro puedan encontrarse remeras con superhéroes sobrevolando el Palacio Salvo en tiendas de Miami. En unos años también se imagina yendo más allá de la ropa y convirtiendo a Pug en una marca para niños. 

El emprendimiento se ideó hace cuatro años. Chavat estudió diseño industrial y cuando nació Salvador regresó a Durazno, su ciudad natal. En ese entonces tenía una casa de uniformes junto a su exesposa, quien desarrollaba moldería. "Noté que teníamos un montón de moldes que estaban buenísimos y la ropa era un embole. Por eso me pregunté por qué no jugarnos a hacer cosas más copadas. Como padres, la ropa de niño no nos gustaba mucho y terminábamos siempre moviéndonos en dos o tres marcas", recordó. 

Hicieron un canguro, lo publicaron en redes y esperaron. Enseguida empezaron a llegar consultas variadas, incluso la de una tienda preguntando si vendían al por mayor. A partir de ese interés continuaron confeccionando. "La idea era proponer otras cosas, como canguros con impronta de rock e ilustraciones que había hecho", remarcó. 

Al poco tiempo se separó y aunque ella decidió dejar el emprendimiento, su espíritu arriesgado e independiente lo impulsó a seguir. 

A todo o nada

Hace apenas un año y medio Chavat abandonó sus otros trabajos -en una oficina pública de la capital y como profesor de dibujo técnico en UTU- para dedicarle gran parte de su energía a la marca, sin restar de la necesaria para criar a sus hijos. El emprendedor comparte la custodia de Salvador y Carmela con su exesposa y su flexibilidad de horarios como emprendedor le permite pasar prácticamente todo el día con ellos, desde temprano en la mañana hasta el atardecer. Eso, para él, es un logro. "Se han criado entre bocetos y rollos de tela", confiesa y asegura que no cambiaría por nada el rumbo elegido.

Carmela luce prendas de Pug para el Instagram de la marca

Hoy se puede adquirir ropa de Pug en la web o en los 15 locales multimarca entre Montevideo y el interior. En Montevideo tiene su lugar en locales de Peekaboo y Petit Baby. 

Destaca el tener la posibilidad de mostrarle a sus hijos que "no todo es el trabajo dependiente" y que se puede vivir de algo creativo. 

"Me la empecé a jugar. Hace año y medio dije que si le tengo fe a esto, no puede quedar de la boca para afuera, le tengo que dedicar el 100% de mis energías. Ahí la empresa se tornó más seria", contó. Desde entonces, recibió un fondo semilla de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) y otro de Prodiseño ($116 mil), convocado por el Ministerio de Industria (MIEM) y la Cámara de Diseño de Uruguay. "Obtener esos apoyos te da otra energía. Uno a veces no ve el potencial por estar enredado en el día a día apagando incendios", reconoció. 

Emprender, dijo, tiene picos de alegría pero también momentos que rozan la depresión y en los que quiere "largar todo".

 "Cuando está todo bien, volás, y cuando no tenés ni para pagar la luz, te querés morir. Pero con sus altos y bajos, no lo cambio. Me siento súper alegre de lo que he logrado a nivel personal, que es tener la disponibilidad de tiempo para mis hijos. Estoy trabajando en el taller y si por alguna razón tengo que ir a casa, me llevo la computadora y trabajo desde allá. Quizás ese día no corte telas pero sí avanzo en la edición de fotos, o diseñando o contestando en redes. Esa flexbilidad no la cambio por nada", expresó.

 

Encontrar el balance

"La gente me pregunta cómo hago. No lo sé", dice entre risas acerca del balance entre su emprendimiento y la paternidad. Pero considera "impagable" tener la flexibilidad para hacerlo. "Poder cocinarles todos los días y no terminar en la vianda o el congelado, sentarnos a merendar tranquilos. Para mi eso es impagable. Hace unos meses dije que hasta las 11.30 trabajo. Porque trabajaba hasta las 12 y entre 12 y 13 tenía que cocinar y aprontarlos para la escuela, llevarlos y llegar a tiempo; me enloquecía. Ahora corto, cocino tranquilo, los apronto y, si me sobra tiempo, me siento en la compu en casa", comentó. 

Sin embargo, aún le cuesta volver a trabajar tras cada interrupción. "Eso es lo que no he logrado ordenar, lo de cortar y volver y que la energía no esté en el mismo punto, preguntarme en qué estaba". 

Made in 'el interior'

Las prendas de Pug se elaboran en dos talleres de Durazno, en uno de La Paz (Canelones) y a veces en una fábrica del área metropolitana.

"La idea era generar mano de obra en lugares diferentes, donde no pensás que va a estar la elaboración. Hoy no trabajamos con nadie de Montevideo", comentó. De todas formas, confiesa que debería resaltar la elaboración en el interior como atributo, pero que la comunicación sobre ese punto sigue siendo una debilidad. 

A futuro, la idea del emprendedor es crear una "comunidad", con juegos, apps, y que la ropa se convierta en un soporte y refleje la filosofía de la marca de generar identidad visual nacional. 

Chavat considera "complicado" emprender desde el interior, sobre todo por la falta de cultura laboral a nivel industrial. "Acá cosen la pollera a medida. La modista  me dice que la remera sale $ 150. Le digo que no es una remera, sino 150, y me responde que no le da el tiempo. No es un tema de ignorancia; son formas de trabajo y dinámicas de acá. Encontrar gente con un perfil que visualice el proyecto desde un punto de vista industrial o escalable es muy complicado", apuntó.

Despertar la creatividad

Como tantas otras veces, un día Chavat miró de reojo a su hijo mientras trabajaba y ante la sorpresa, giró la cabeza. Salvador dibujaba una insignia de superhéroe con un rayo, acompañada de palabras "súper yo". "Lo quedé mirando. Esto es divino, porque habla de ser siempre 'súper yo', aunque tenga berrinches, me levante alunado, no haya comido todo o esté re feliz", contó. Le pidió el dibujo y al tiempo llegaron a su casa las remeras con la estampa que creó su hijo sin saberlo. Al emprendedor se le grabó en la retina la cara de orgullo de Salvador.

"Yo me siento a dibujar, saco todo de la mesa y tiro lápices, colores, dibujo y generalmente están conmigo. Está demás porque la mirada adulta viene cargada de la vida, de lo que pasó y lo que no pasó, del enojo, la película que viste, el libro que estás leyendo, y la mirada de ellos es mucho más pura".  

Chavat asocia la capacidad de sus hijos de "crear el juego de la nada" con su emprendimiento. Por ejemplo, hace unos días entró a su oficina y quedó boquiabierto: sus hijos habían dibujado ojos y los habían pegado con cinta en todos sus elementos de trabajo, que parecían estar observándolo.

 

Parte del feminismo
Gastón Chavat se declara feminista. Cree que el movimiento le está dando "un lugar nuevo a los varones mucho más humano en la crianza de los hijos y en la sociedad". "Nos quita ese papel de macho proveedor, rígido, que solo pone las reglas sobre las cuales viven los demás", añadió.
Sin embargo, advirtió que dentro de esa lucha feminista en la que la sociedad está inmersa, falta visibilidad de los nuevos lugares del hombre. "Hay un lugar nuevo al que el hombre puede entrar, desde el que se puede parar como padre de familia, que no todos lo ven y estaría bueno empezar a hacerlo". 

 

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