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Por un Uruguay respetuoso y tolerante

Un Solo Uruguay presentó reclamos que son válidos y deben importarle a la sociedad uruguaya y, sobre todo, a los mandatarios
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27 de enero de 2019 a las 05:01

Por segunda vez en el término de un año, el movimiento de autoconvocados de origen agropecuario bajo el lema o nombre de Un Solo Uruguay, realizó su reunión anual en el departamento de Durazno. Y por segunda vez su convocatoria fue muy importante más allá de los números, que siempre pueden llevarse para un lado o para otro dado que no hay método científico capaz de medir con exactitud el número de asistentes. Pero cuando la concurrencia es importante –cosa poco habitual en el sector agropecuario, que no se caracteriza por hacer este tipo de reuniones sino más bien expresarse a través de los órganos gremiales-, el número exacto carece de relevancia. Es indudable que expresa el sentir de una muy buena parte de productores grandes, medianos y pequeños, y que no se reúnen por nimiedades o caprichos sino por una preocupación grande y fundada por el presente y el futuro de la actividad agropecuaria en este país. 

Y cuando ello ocurre, lo importante es escuchar qué se dice, qué se pide, qué se reclama. Y en ese sentido, más allá de cosas que son discutibles como la sombra que se arroja sobre el manejo las estadísticas oficiales, que podrán requerir mejoras pero que no son amañadas por orden del presidente de la República o del ministro de Economía o de cualquier otro jerarca para decir que todo está perfecto, hay muchos reclamos válidos de la proclama de Un Solo Uruguay. Y hay también muchas propuestas compartibles sobre todo las que hacen al costo del Estado, a la necesaria reducción del número de funcionarios públicos, la aplicación de una regla fiscal, a la reforma del sector público que intento el expresidente Mujica y que pronto echó a la papelera, liberar importación de combustibles, mayor contralor por parte del TCA, a quien se debe dotar de poder efectivo y no meramente de observar un gasto o una contratación, de las empresas públicas y sobre todo de las sociedades privadas que ellas poseen, terminar con privilegios de funcionarios públicos y legisladores que aunque no signifiquen un ahorro considerable, claman al cielo. 

También hay muchas propuestas sobre seguridad, algunas compartibles y otras que merecen mayor estudio técnico y debate político. Aunque sí está claro que en el tema seguridad pública hay que hacer mucho más que lo que ha hecho el actual gobierno.
Y por supuesto, las propuestas sobre educación, el gran tema pendiente de resolver y sobre el cual el gobierno tiró la toalla en las primeras escaramuzas con los gremios docentes y con los integrantes del Codicen, generan en la mayoría de la población y de los partidos políticos amplias coincidencias.

En definitiva, un sector preocupado por su situación y por la del país, se hace oir y merece ser oído. No presenta un plan de gobierno porque habrá que armonizar propuestas con realidades fiscales. Pero son propuestas que merecen estudio y no una meras comisiones que no han servido para mucho. Como dicen los italianos: “si queréis no hacer nada, haced una comisión”.
Pero lo más grave de todo es la falta de respeto con la posición ajena. Es comprensible que propuestas como las de Un Solo Uruguay no le gusten al gobierno. Pero el agro es por ahora el gran motor del país, como lo vimos y vivimos en los 10 años de bonanza a principios de este siglo. De la abundancia del agro, impulsada por mejores precios pero también por mejoras de productividad y grandes inversiones, se dio una gran expansión económica que no se aprovechó para realizar reformas sino para financiar el gasto corriente. Ni siquiera se aplicó una política contra cíclica, como solicitaba la izquierda cuando estaba en la oposición.

Lo que preocupa es que el gobierno no tome nota y que los candidatos del gobierno no tomen nota. No es que tengan que ir al acto, pero sí estar con la cabeza abierta para entender estos problemas que son también, en mayor o en menor medida, los problemas del resto de los sectores productivos.

Seguridad, educación, reducción del costo del estado, recuperar la cultura del trabajo y de los valores, inserción internacional son problemas del agro pero también del país. Podemos tener visiones diferentes de cómo resolverlos, y de eso se trata en una régimen democrático donde nadie es dueño de la verdad. Pero en un régimen democrático es preciso cultivar el respeto por la persona y por la opinión ajena. No podemos vivir en un país donde hay una fractura social y eso es algo que está ocurriendo no solo en nuestro país sino en la mayoría de los países democráticos de Occidente. Incluso los más sólidos y desarrollados.

Y tengámoslo bien claro: no basta la tolerancia a la opinión ajena o discrepante. Es preciso ir más allá: es preciso respetar profundamente a quienes las sostienen. De eso se trata la vida republicana. No queremos acabar en la Venezuela  de Maduro ni en la Cuba de los Castro. 

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