Opinión > Editorial
Puerta de esperanza para Argentina
Es inusual perder pese a llegar primero. El candidato presidencial del kirchnerismo, Daniel Scioli, lo sufrió en el drástico giro electoral en Argentina, que forzó a un balotaje con Mauricio Macri el 22 de noviembre. El resultado abre una puerta de esperanza para una nación golpeada por los 12 años de autoritarismo arrogante iniciado por Néstor Kirchner y profundizado por su cónyuge y sucesora, Cristina Fernández. El golpe más duro al oficialismo, entre los muchos que recibió, fue perder la vital provincia de Buenos Aires, donde vota el 38% del electorado del país. La joven candidata macrista María Eugenia Vidal liquidó 28 años de dominación peronista en su bastión tradicional al convertirse en la próxima gobernadora. Derrotó holgadamente al postulante kirchnerista Aníbal Fernández, impuesto por la presidenta pero a quien ahora el oficialismo considera el “padre de la derrota”.
Scioli estuvo lejos del resultado que necesitaba para ganar en primera vuelta, como era el objetivo oficial. Su mínima ventaja sobre el líder de la coalición centrista Cambiemos constituye, en realidad, un empate técnico que plantea un balotaje complicado para el oficialista Frente para la Victoria (FPV) de la presidenta. Mientras el FPV se debate ahora en una crisis política interna, con acusaciones cruzadas por el resultado y dudas sobre el futuro, las huestes de Macri viven la euforia de un crecimiento muy superior al anticipado y la perspectiva de contar en el balotaje con gran parte de los votos de Sergio Massa, peronista disidente que se llevó más del 20% de los sufragios.
Massa, que fuera jefe del gabinete kirchnerista para luego romper con la presidenta y convertirse en su acérrimo enemigo, ya dio algunas señales de estar más cerca de Macri que de Scioli. Afirmó que “esta noche empieza el cambio”, utilizando el eslogan de la coalición de Macri, y que “en Argentina se termina la impunidad” que ha caracterizado al kirchnerismo, abrumado por denuncias y causas judiciales por corrupción que salpican a la propia presidenta y a su entorno. No todo está dicho, sin embargo. Desde ya, tanto Macri como Scioli buscarán atraer a su platillo el decisivo fiel de la balanza que representa Massa.
El triunfo electoral de quien asuma el 10 de diciembre será solo el comienzo de una indispensable pero larga y compleja reconstrucción de un país destruido por la monarquía matrimonial. Los males a revertir incluyen una inflación galopante, una insostenible artificialidad monetaria, el derrumbe de las reservas del Banco Central, la falta de inversiones que ha colapsado servicios públicos esenciales y un desbordado proteccionismo comercial, área de especial importancia para Uruguay. Se agregan la pavorosa inseguridad pública, el aislamiento internacional, los engaños oficiales sobre inflación y pobreza y la recurrente persecución presidencial a la prensa y al Poder Judicial. En el ataque a este cúmulo de problemas, Scioli carga con el peso de estar cercado por el cerno más duro del kirchnerismo y de haber quedado políticamente debilitado el domingo. Macri, por su parte, navega con las velas desplegadas de su crecimiento aunque, como eventual presidente, tendrá que lidiar con un Parlamento con poderosa presencia kirchnerista. Es, de todos modos, la mejor perspectiva que se le abre a una nación que busca recuperar la grandeza perdida.
