Por Oscar Wetsch
En poco tiempo quedó al desnudo la realidad de los uruguayos, a los pocos días de comenzada la pandemia. La crisis comenzó a mostrar la mentira de una supuesta estabilidad, ollas populares, miles de trabajadores en negro, una gran cantidad de estos trabajadores endeudados al punto de no poder salir nunca más a flote y la mentira de un salario mínimo mejorado, que mirado en miles de pesos parecía muy bueno, pero al final nunca ha alcanzado para cubrir necesidades básicas, ya que en la carrera de la suba de precios y salarios siempre ha ganado la primera.
Hemos bajado la calidad en nuestra educación a pesar de que se ha llegado al más alto presupuesto asignado a la educación de la historia. Se habilita el consumo de marihuana por ley, pero la reglamentación para ello es un desastre, ya que vemos a nuestros menores en las plazas y otros sitios públicos reunidos fumando libremente aunque esté prohibido para esa edad.
Entramos a los centros de educación secundaria y lo primero que percibimos es el olor a porro, no hay absolutamente ningún control para que los alumnos no acudan drogados o que, aún peor, se lleven un porrito en el bolsillo y lo fumen a la hora del recreo. Mal, muy mal, la cruda realidad de una sociedad que se cae a pedazos y que por muchos años nuestros gobernantes decían que todo estaba mucho mejor.
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